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Adrian Ferrero

Artes en diálogo (IV)

 

Vivi Nikow
Pintura: Vivi Nikow
Título: LETTO ENTERON, Técnica mixta sobre tela. Díptico 124 cm x 124 cm- 2013

 

Verdad

Se abren. Se abren. Ya están abiertas. Contémplenlas. Dejan ver pasto. Césped. Yuyos. Plantas de un color verde que se dispersa. Crecen como podrían crecer sustancias como el plancton. Son plantas no demasiado largas. Con vainas que hacen contraste con los distintos continentes que las acogen. Nuevamente una serie de formas parecidas a bocas. Bocas que hablan verde. Bocas que tenían para decir un conjunto de frases, un fraseo que urde un relato armado a partir de colores verdes. Anaranjados sobre verde. Contrastes. ¿qué puede narrar una boca a partir de vainas verdes? Un relato sobre su historia de previo encierro. El relato mítico de su origen, como hacen tantos que hablan y refieren su nacimiento sin haberlo conocido. A su vez de otros relatos referidos. O su crecimiento. Los primeros aprendizajes. Y ahora, miren. La clorofila que circula, vital, palpitante, ahora sí, que le da el sol de lleno, el sol matinal, sobre su cuerpo. Íntegro, su cuerpo de verdes en contraste con el naranja de las bocas. Bocas que en lugar de dientes poseen esta suerte de pasturas que crece en su interior. Bocas que no pueden apreciarse del mismo modo. En el plano algunas están cercenadas (¡vaya pérdida!). Pero de esa imagen central, que irradia una cantidad de césped mayor porque tiene una apertura más amplia, es posible apreciar una cantidad de pasturas que arrecian. O quizás lo sean todas. Pero lo cierto es que esta está en un primer plano. No está cercenada. Se la puede apreciar en su total integridad de boca. De apertura de boca. Espléndida como una boca que, en su sedosa pronunciación, tiene muchos secretos para revelar. Poco para callar. Es el mundo que está alojado en esa boca. En esas bocas. Una boca que, por contener césped, contiene también texturas. Y vida. Acaricio el césped. Es como una cabellera. Paso mi mano por sobre él. Es una superficie sedosa. Es amable. Todos deberían ser amables. Todo debería ser amable. Diera la sensación de que el mundo funcionaría mejor. No sería tan intrincado el mundo si las cosas fueran distintas. Lo cierto es que mi mano toca la superficie mullida de estas pasturas. Las acaricia. Y sin escucharse ninguna clase de sonido (los dedos sobre el césped son puro silencio) sí puedo sentir. Sentir las yemas que son tersas sobre cada unidad que es cada planta, hoja de césped. Las yemas son sensibles al contacto con las pasturas. Los extremos son algo blancuzcos, como si el césped tuviera una punta que lo definiera como especie. Es una cierta clase de vegetal que a su vez brota de otra clase de vegetal. No temas. No quema. No pincha. No quema como una ortiga o una aguaviva. Es, simplemente, una planta con otras plantas de césped adentro. O lo más parecido a lo que imagino en este momento como las pasturas. En fin, mi mirada se detiene. De pronto, se fija en el detalle de unos azules, ¡miren! que estaban disimulados. Unos azules potentes. Y entre el naranja fuego, el verde del césped, sus extremos blancos, algunos grises o blancuzcos por allá atrás, al fondo, la imagen total queda plasmada. El mundo se detiene en una instantánea. Pero una pintura siempre me gustará más que una fotografía. Una pintura siempre dice la verdad.

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