Un nuevo y generalizado escándalo de corrupción que involucra a empresarios con ex funcionarios del gobierno de Kirchner puede tener consecuencias imprevistas para el futuro de Argentina. La reciente condena del ex vicepresidente Amado Boudou a 5 años y 10 meses de prisión por delitos cometidos mientras estaba en el cargo todavía puede ofrecer alguna esperanza para el país, en la medida en que la Justicia Federal responda a las expectativas de la población y logre desprenderse de la dependencia del poder que ha mostrado en las últimas décadas.
La corrupción ciertamente no es nueva en Argentina. Se ha cincelado en el paisaje político argentino desde los años 30 durante el siglo XX y adquirió intensidad pandémica después del último gobierno Perón, en los 70. Adolfo Pérez Esquivel, ganador del Premio Nobel de la Paz, habló de la «enfermedad moral» generalizada en la sociedad argentina.
Hacer trampa ha sido la política pública implícita en la escuela, para con el pago de impuestos o facturas y multas. Esta conducta social ha corroído las raíces del sistema político del país, y produjo su final más espectacular con el gobierno de los Kirchner (Néstor Kirchner fue el presidente de Argentina de 2003 a 2007 y Cristina Fernández de Kirchner de 2007 a 2015).
Nadie debería sorprenderse, sin embargo. Los gérmenes estaban allí, extendiéndose en el sótano, pudriendo las estructuras, preparando el colapso final. ¿Cómo puede alguien explicar, de lo contrario, la sangrienta represión llevada a cabo por los militares durante la década de 1970 sin considerar su previa aceptación por parte de los círculos políticos civiles? ¿Cómo es posible que las personas desaparecieran a plena luz del día por comandos tácticos militares, sin quejas legales a excepción de unos pocos grupos de derechos humanos?
¿Cómo podría explicarse también que el ataque terrorista a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) que mató a 85 personas en Buenos Aires en 1994 podría ocurrir, sin considerar la posible connivencia de funcionarios del gobierno del ex presidente Carlos Menem? ¿O cómo podría explicarse también el asesinato de Alberto Nisman? Nisman fue el Fiscal Especial en el caso de AMIA, y fue asesinado el día antes de que testificara en el Congreso denunciando el acuerdo corrupto de la administración Kirchner con Irán. En ese acuerdo, Irán y Argentina supuestamente intercambiaban petróleo por inmunidad para los iraníes que Nisman tenía por sospechosos de haber estado involucrados en el ataque a la AMIA.
Esos eventos dispares, fueron consecuencia de la corrupción en todos los niveles de la sociedad argentina. La política de una década de complicidad entre políticos y jueces no solo permitió que estos eventos permanecieran impunes, sino que también condonó al soborno como un canal aceptable para resolver cualquier investigación.
En el último escándalo, se supo que el conductor de uno de los principales funcionarios del gobierno de Kirchner llenó ocho cuadernos con explicaciones detalladas de reuniones, personas involucradas, lugares y valijas con dinero destinadas a coimear a funcionarios del gobierno. Los cuadernos implicaban no sólo a los principales miembros del gobierno sino a varios hombres de negocios adinerados.
¿Hay alguna posibilidad de que Argentina elimine la enfermedad crónica de la corrupción en su vida social?Después de todo, parece más fácil renunciar a cualquier resistencia, que emprender una lucha desproporcionada contra una enfermedad que tiene cómplices en todos los niveles de la sociedad. Sin embargo, como sucede cuando nos enfrentamos con la injusticia, podemos abandonar cualquier esperanza o mantener nuestra resistencia, creyendo que nos merecemos un futuro mejor.
Italia luchó con éxito con un sistema corrupto similar con «Mani Pulite» (manos limpias). Esta fue una investigación judicial a nivel nacional sobre la corrupción política que condujo a la desaparición de la llamada «Primera República». Varios políticos y empresarios se suicidaron después de que sus crímenes fueron descubiertos. Brasil ha producido recientemente el «Lava Jato», un enfoque similar, que muestra la posibilidad de deshacerse de la corrupción generalizada en ese país.
Ahora corresponde a los jueces argentinos aprovechar esta oportunidad para poner fin a la corrupción endémica de Argentina. Oportunidades como esta son raras, mientras hay una voz desesperada de la población exigiendo justicia.