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Añeísmo

El añeísmo viene de la traducción literal que hago del “ageism”, que refiere la discriminación por edad, que si bien sucede desde siempre, ahora ha crecido tanto en aceptación y crueldad, que se ha hecho merecedora de un término específico que la define. Todos hemos pecado de jóvenes en juzgar a los mas viejos desde la estupidez de creer que la lozanía, la alegría de la recién estrenada adultez que nos da la capacidad de decir lo que se piensa sin importar lo que piensen los demás, es para siempre. El tan resabido descaro y tremendismo juvenil peca por inocente, pero se ha vuelto cada vez más cruel en simbiosis con la economía de gran escala que dirige todas sus armas publicitarias hacia los jóvenes que consumen sin pensarlo dos veces.

Es así como todo lo que hace Madonna, desde mantenerse con un cuerpo de músculos ajustados, operarse sin miedo por evitar la flacidez y las arrugas, hasta bailar como una demonia embutida en lycras…  pareciera invocar lo peor de la crueldad añeísta. No es que sea yo partidaria de tan extendido y esmerado esfuerzo cuesta arriba por llevarle la contraria al tiempo que pasa o por negar la edad, pero en un mundo donde lo único que vale es ser joven y bello, pues lo comprendo y mas que eso, lo respeto.

Por eso me conmovió no sólo ver cuando Madonna se desplomó sobre el escenario en pleno concierto, hace menos de un mes, delante de todos, sino mucho más, conocer el paroxismo de la impiedad de los comentarios y juicios que se generaron después de la caída. Aunque no tiene nada de extraordinario ni ocurrente hacer leña del carbol caído, menos cuando es tan literal, lo desalmado siempre impresiona.

Afortunadamente, como toda moneda tiene dos caras, en la dialéctica de todas las cosas de esta vida, ver a Madonna en el suelo provocó también un estupor, un suspiro de asombro grande como el mundo, el aliento contenido de muchos, una solidaridad militante que convocó las mas aguerridas defensas. Sirvió de mucho que a los pocos segundos de la caída, Madonna se levantara a seguir bailando como si nada, para el asombro de sus compañeros de escena y los millones de espectadores que la vieron y aun la pueden ver en youtube.

Madonna sabe que el que deja de bailar se deja olvidar. Nadie recuerda cuándo fue que Michael Jackson dejó de ser Michael Jackson, mucho antes de morir, cuando ya no hacía canciones radiables, no salía de gira, ni pertenecía a las filas de artistas relevantes. A pesar de que Michael Jackson fue el ídolo para más de una generación, y que su música fue ley, sus coreografías eran el referente obligado para mucho baile a solas en el dormitorio de niños y jóvenes del mundo, ya nadie se acuerda, a nadie le importa. Cuando Michael Jackson se murió, ya llevaba unos cuantos años muerto. Y cuando el ídolo se marchita, se marchita toda la gente que creció y bailó con él, ante la señal inequívoca del tiempo que pasa. Por eso Madonna, su contemporánea en los años de esplendor, cuando no cede, se hace bastión, para toda esa gente que se sabe la letra de Like a Virgen, Open your Heart, Like a Prayer o Vogue, que no son pocos. Porque mientras Michael Jackson se iba metiendo en unos líos horrorosos y dejaba de hacer lo que le había merecido la atención del mundo entero, Madonna seguía ahí, cantando y bailando.

En el mundo del pop, de consumo y desecho inmediato, justamente en el terreno de la no perdurabilidad, Madonna se ha mantenido eterna, viendo como muchas otras llegan, echan una cantadita y se van.

Pero lo que hace a Madonna eterna, no es sólo que sigue ahí con la misma energía y haciendo todo por mantener la misma cara, sino que eso le permite a todos sus seguidores sentirse jóvenes. Por eso Madonna tiene quien la defienda. Por eso sigue haciendo temas alegres y positivos, qué importa si la letra es a menudo intrascendente, ella insiste ejecutando coreografías más o menos elaboradas y sigue buscando un punto de polémica para vender todo lo que hace. Quiero decir que Madonna sigue siendo joven, porque eso le da juventud a un gentío.

Cuando apareció en los Grammy cantando Living for Love con la misma figura y los mismos movimientos gráciles de siempre, seguíamos en 1992. Para bienestar de muchos que se sienten jóvenes aun, y convocando el desprecio de otros, los más jóvenes. Estos, sus peores críticos, reaccionan al menor movimiento de la diva porque piensan que Madonna hace cosas que no son propias de su edad como bailar, enseñar las tetas, hablar de sexo o cantar canciones sobre noches de mala vida. Parece mentira que semejantes sentencias habiten en el corazón de gente joven.

Es el «añeísmo«, que cada vez se parece más al racismo o la homofobia, porque se riega y se extiende de la misma manera cobarde y tonta. Me hace pensar que no hemos aprendido nada, que los tiempos no cambian sino para que todo quede igual, parafraseando al Gatopardo, ya Visconti y Lampedusa lo sabían: “Se vogliamo che tutto remanga com’e bisogna che tutto cambi”.

Está tan tácitamente aceptado el añeísmo, que en Estados Unidos o el Reino Unido, artistas como Madonna o Bruce Springsteen no suenan en la radio porque son viejos y los jóvenes, que son los que compran, no quieren oír música de viejos, ni que sea buena, simplemente porque son viejos… que asusta envejecer en un mundo que nos engaña haciéndonos creer que todo cambia para mejor.

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