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Anecdotario de la literatura (III)

El zapato de John Dos Passos

Al parecer, el escritor luso-estadounidense John Dos Passos gustaba de recitar a altas horas de la noche sus poemas predilectos. En una ocasión en la que declamaba a Walt Whitman, un transeúnte se enfadó por el ruido que hacía y, mandándole callar, lanzó un zapato contra su ventana haciendo un destrozo formidable. Dos Passos, ni corto ni perezoso, se asomó y le replicó:

—No dejaré de declamar en voz alta hasta que me lance el otro zapato. ¡Son de mi talla!

Alejandro Dumas y las cefaleas de su amigo

Alejandro Dumas hijo no era menos ingenioso que su padre. Una vez un amigo suyo le recriminaba al escritor francés el uso de cierta expresión absurda: «Doloroso vacío».

—¿Cómo es posible que en el vacío se pueda experimentar dolor? —le increpaba crítico su interlocutor.

—Querido amigo mío, ¿usted nunca ha padecido un dolor de cabeza? —respondió Dumas con afinada ironía.

Los corderos de Scott

Un día paseaba el escritor británico Walter Scott acompañado de su esposa cuando vieron a la distancia un rebaño de corderos. Scott, inspirado por la bucólica estampa, comentó a su mujer:

—¿No me dirás que es hermoso poder contemplar estos animales, símbolo de la paz y la inocencia?

Su compañera lo miró sorprendida y le espetó:

—¡No digas idioteces, Walter! Hasta donde yo sé, a ti los corderos solo te interesan asados.

El autógrafo de Paul Valéry

Se dice que el poeta francés Paul Valéry se hallaba en una fiesta cuando una distinguida dama se le acercó para requerirle un autógrafo.

—Muy señor mío, ¿tendría usted la gentileza de obsequiarme un autógrafo?

—¡Por supuesto! —respondió amablemente Valéry—. ¿Ha leído usted alguno de mis libros?

—No, pero me haría un inmenso honor dedicándome sus letras.

Paul Valéry abrió la cartilla de autógrafos de la aristócrata y garabateó durante un rato en una hoja en blanco. Al término de su trabajo, la extendió a su dueña, quien, sorprendida, leyó la lista de sus libros publicados bajo el epígrafe «Tarea».

Los libros quemados de Freud

En 1933, los nazis organizaron una gran quema de libros. Entre los desafortunados volúmenes estuvieron varios del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Cuando este se enteró del desaguisado, dijo con sarcasmo:

—A eso yo le llamo progreso. De haber ocurrido durante la Edad Media, en vez de los libros me hubieran quemado a mí.

Las recetas de Ibsen

Siendo joven, el dramaturgo noruego Henrik Ibsen trabajó en una farmacia. Un día un campesino se presentó a pedirle dos recetas médicas: una para su mujer y otra para su vaca. Cuando las tuvo listas, entregó estas al hombre de campo con la siguiente advertencia:

—Tome. Esta es para su mujer y esta otra para la vaca. No se equivoque o la vaca lo pasará realmente mal.

La peor novela erótica de todos los tiempos

En 1969, el periodista estadounidense Mike McGrady reunió a veinticinco colegas y les propuso escribir la peor novela erótica de todos los tiempos. A tal fin, cada autor escribiría un capítulo conforme a una estructura, pero sin comunicarse los unos con los otros y sin acopio de calidad alguna.

Una vez terminada la obra, se la publicó bajo el título de Naked Came the Stranger (Desnuda llegó la desconocida) y con el seudónimo Penélope Ash. Para sorpresa de McGRady y su equipo, la obra escaló en pocas semanas a los primeros lugares del ranking de ventas y se convirtió en un best seller, con lo cual queda claro que no es oro todo lo que brilla.

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