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Guadalupe Loaeza

“Amlito”

«Amlito», como llamaban a Andrés Manuel López Obrador de niño, nunca fue un buen estudiante. Cada fin de año, cuando sus compañeros de clase le preguntaban cómo le había ido, siempre contestaba lo mismo:
-Mis calificaciones fueron un éxito.

Al escuchar lo anterior, los demás alumnos se reían a carcajadas y le gritaban.
No es cierto. La maestra nos dijo que habías pasado de ¡panzazo!

Si algo odiaba «Amlito», era que lo contradijeran. Aunque sabía que su calificación había sido de 6.474708, para él, los resultados eran inéditos y todo un éxito.

Enojado como estaba, y no obstante sus largas pausas, les argumentó con su acento bien tabasqueño:
-Ella, la profesora, no me quiere. Es una señora muy conservadora. Además, no me importa lo que piense ella, ni ustedes. Tampoco los compañeros de Benito Juárez lo entendían. Yo estoy muy contento con mis resultados y con eso me basta. Para que sepan, bola de aspiracionistas, mis resultados son ¡históricos! Ya verán cómo en los próximos exámenes voy a sacar puro diez mención.

«Amlito» estaba convencido de que a su derredor tenía muchos detractores, pero del que más desconfiaba era del director de su escuela. Para él, era su peor enemigo.

-Él nunca me ha tenido buena voluntad, no ha tenido entusiasmo por mis estudios. ¿Por qué no les preguntan a los demás maestros si quieren que siga en la escuela, o que me expulsen? Les propongo que hagamos una encuesta para ver si gana el «sí» o el «no».

Entre más hablaba «Amlito», parado en un banquito en medio del patio de la escuela, más se reían sus amigos con sus propuestas. No sabían si tomarlo en serio o de chiste. No faltaba, sin embargo, el que siempre se le enfrentaba y procuraba hablarle con la verdad.

-Pues lo dirás de broma, «Amlito», pero hay un chorro de cuates de primaria y de secundaria que no te pueden ver ni en pintura. Ellos seguro votarían por que te expulsaran. Ay, mano, ¿por qué siempre tienes que tener la razón? Tú nunca aceptas tus errores.

-¿Cuáles errores? A ver dime, desde que nos conocemos, ¿en qué me he equivocado? ¡Nunca me equivoco! Dime uno… Siempre he dicho que esta escuela, aunque pública, es porfirista. O sea, del viejo régimen. Abran los ojos por favor, compañeros. El director no es democrático. Está por los que tienen lana… Por eso no quiere dar tantas becas… Por eso reprueba de año a los más pobres… No está a favor de los que menos tienen.

-Pero si la «Marcos Becerra», la única del pueblo, es pública. ¿Quién te entiende, mano? Tú siempre nos hablabas muy bien del PRI y hasta decías que tu sueño era llegar a la Presidencia por el tricolor, y ahora resulta que no están con el pueblo. Además, siempre presumías que tu abuelo había llegado de España…

-No me hables de los españoles… ni de los excesos de la Conquista durante la caída de Tenochtitlán… ¿Saben qué? Los españoles nos deberían de pedir perdón.

No acababa de decir su frase «Amlito», cuando se escucharon tremendas carcajadas de los alumnos. Hasta los maestros que se habían congregado en el patio para escuchar al alumno rebelde se morían de la risa. Y entre más se reían, más se enojaba el pequeño AMLO.

-Cuando sea Presidente, le voy a escribir una carta al rey y le voy a decir que la llegada de Hernán Cortés fue tremendamente violenta y dolorosa y que la Conquista se realizó con innumerables crímenes y atropellos.
De pronto, empezaron la chifladera y gritos de protesta.

-Todo eso pasó hace casi 500 años, exclamaban unos.

-¿Es mucho pedir que se disculpen? -preguntó «Amlito» a sus compañeros. -¿Que no entienden que el perdón traerá la reconciliación? Nosotros también pidamos perdón por los yaquis, por la represión a los mayas y por el asesinato de los migrantes chinos.

De pronto, se hizo un gran silencio. A lo lejos, se oía uno que otro aplauso. Los maestros se veían desconcertados. Era evidente que el preadolescente había tocado una herida aún sin cicatrizar.

De pronto, apareció el director y dirigiéndose al estudiante le dijo:

-Así como pides humildad a los españoles, te la pido a ti y que reconozcas que pasaste tus exámenes ¡¡¡de panzazo!!!
Alumnos y maestros aplaudieron, mientras «Amlito» se bajaba de su banquito con una extraña sonrisa en los labios.

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