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Amantes y amadas…

Cuando crees que entiendes a tu pareja, no confíes: es un espejismo hecho de deseos y anhelos que no siempre están en sintonía con los anhelos y deseos del otro. Eso puede conducir a malos entendidos que no parecen tener ni pies ni cabeza. Te llevas sorpresas de todo tipo. Quiero decir que no siempre son desagradables. También pueden llegar flores que no esperabas con dedicatoria encarnada o algún adverbio de compromiso exaltado. Ese es el final más feliz que no siempre sucede después del conflicto que puede empezar por un par de huevos fritos demasiado hechos y que él le de la razón al mesonero; por su insistencia en tomar a la derecha cuando tu estabas segura de que era a la izquierda y si terminan perdidos, ¿de quién es la culpa?; o por la sospecha de que su mirada desviada encontró destino en otra que ahora lo mira con insistencia y él no se explica por qué…

Cuando gana el desencuentro entre personas que se quieren, la tristeza puede llegar muy hondo, hasta el lugar donde se hacen las lágrimas. Y puede teñir el espíritu mas allá de la reconciliación, sembrando dudas y miedos que sólo se desmantelan con el cariño sostenido por días y hasta meses. Pero ¿de qué otra forma podría ser? Si el amor da vida y es origen de todas las cosas, se sucede en la dialéctica de los contrarios que sólo cuando se enfrentan crecen y se multiplican.

Si no doliera el amor a veces, no sería tan intenso a ratos. Si el encuentro de dos no dialoga según la fuerza del carácter de cada quien, termina por desvanecerse lo que los atrajo hasta juntarlos.

Sin duda, la entrega es lo que hace que los días sean de placer. La culpa siempre estorba. El sentido de responsabilidad tampoco ayuda. El ejercicio libre del amor es por excelencia irresponsable, imprevisible, insospechado, elástico, cambiante, sorprendente, no sigue reglas ni rutas, no tiene mapa. Aunque puede llevarte muy lejos y traerte muy cerca.

La primera mirada es como lanzar un cabo, que el otro recoge en el otro extremo. Y esa es una señal que no miente. Luego si la cuerda se estira hasta el límite de su elasticidad, uno de los lados ha de soltar para permitir que los extremos se enlacen. Como sabiamente describe Carson Mac Cullers,  en La Balada del Café Triste, no siempre se es amado ni es la mejor posición. El amante es el que invierte y tiene mas que ganar, pues vive amando intensamente y nadie le puede quitar lo bailado, la ilusión. Tampoco se es amante siempre, pues no hay amado sin tregua. Pasar de una posición a otra es parte fundamental del amor. Es lo que lo mantiene vivo de placeres y dolor. El dolor de amar tanto a otro que está fuera de ti pero lo sientes adentro, incluso cuando está lejos. El dolor del desencuentro que sobreviene inevitable por la ingobernabilidad del ser, el propio y el ajeno. El dolor que deja constancia del valor del amor. El amor que es el motor de todas las cosas, por si o por no. El amor que mueve nuestros pasos, que ilumina los caminos más peligrosos, que nos  mantiene intranquilos y alertas, que nos permite el sublime bienestar de reposar en brazos de otro, el amor, explica mucho de lo bueno y algo de lo malo.

“Ante todo, el amor es una experiencia compartida por dos personas, pero esto no quiere decir que la experiencia sea la misma para las dos personas interesadas. Hay el amante y el amado, pero estos dos proceden de regiones distintas. Muchas veces la persona amada es sólo un estímulo para todo el amor dormido que se ha ido acumulando desde hace tiempo en el corazón del amante. Y de un modo u otro todo amante lo sabe. Siente en su alma que su amor es algo solitario. Conoce una nueva y extraña soledad, y este conocimiento le hace sufrir. Así que el amante apenas puede hacer una cosa: cobijar su amor en su corazón lo mejor posible; debe crearse un mundo interior completamente nuevo, un mundo intenso y extraño, completo en sí mismo. Y hay que añadir que este amante no tiene que ser necesariamente un joven que esté ahorrando para comprar un anillo de boda (…)”

No hay nada como saberte querida. Pero aquí, entre nosotras, si quieres que te diga te quiero, no le digas que sientes que no te quiere. Eso de decir lo uno para propiciar que te reafirmen en lo otro, no funciona. Ellos no funcionan según esa lógica. Simplemente no se les ocurre, no lo ven, se fastidian. No es cuestión de adaptarse a una lógica que no es la propia. Forzarse a pensar distinto a lo que dicta tu naturaleza es en exceso cuesta arriba, hasta en los enamoramientos más fervientes y termina por enredarte en tu propia estopa. Es bueno saber que si no obtienes la respuesta deseada eso no significa que no te quieren. Así no sufres y hasta puedes llegar a divertirte inventando maneras de hacerlo que caiga rendido a tus pies.

Tampoco cuando son ellos los que reclaman con ferocidad cualquier  cosa de apariencia insignificante, es fácil entender que lo que están buscando es sumisión y dulzura. Por eso tampoco funciona. Las sonrisas y caricias complacientes, que surgen como respuesta  al miedo y la incertidumbre, nunca satisfacen como las que sobrevienen por enamoramiento.

Es fácil pensar que las diferencias constitutivas entre géneros se potencian en el amor, porque se enfrentan. Por eso amar es también negociar. Constantemente. Sólo cada quien sabe hasta dónde puede estirar la cuerda o dejar que se la estiren. Y para que la cuerda no se reviente, llegado el punto, tenemos que ser necesariamente honestos. Verdaderos. Y sobre todo, gozones.

Que nos gustemos no tiene nada que ver con que nos entendamos ni viceversa. Incluso se puede compartir mucho intelectualmente, tener simpatía cosmogónica, alucinar con las capacidades del otro y ser a su vez admirada, pero eso no nos salva del desencuentro, porque el amor es un organismo vivo que sigue sus propias pulsiones. Por eso de pronto no sabes por qué el otro te miró así, o dijo lo que dijo, o no entiende lo que tú necesitas: es parte del juego. Y los libros de amor o sobre el amor agotan sus ventas… los compran sobre todo las mujeres, que nos empeñamos en entender.

Ahora bien, creo que cuando el desencuentro se vuelve demasiado frecuente, pesa mas de la cuenta o adquiere ese tono melodramático que confunde y se empegosta sin solución, por lo que termina siendo demasiado erosivo entre dos que se conocen demasiado y saben dónde herirse, hay que tomar cartas en el asunto.

Mi mamá dice que uno no se junta para entenderse sino para quererse. Y yo se lo digo a mis hijas: la única salida posible es la confianza. En ti y en el otro. Esa que nadie tiene. Esa que es un aprendizaje, de uno con el otro, los otros, y de uno con uno. Esa que nunca es suficiente. Y todo vuelve a empezar, lo quiero cada vez mas porque lo quiero. O me dejo querer porque él me quiere. Para pasar los días durmiendo acompañados, odiando como ronca cuando aun lees, amando cuando te arropa cuando hace frío, sin garantías mas allá del placer de estar juntos.

“La verdadera historia de amor es la que tiene lugar en el corazón de los amantes, y ésta nadie sino ellos pueden llegar a conocerla. El amor en todo caso es una experiencia en la que siempre conviven lo cómico y lo sublime.”

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