Alicia es estadounidense de nacimiento y ahora peruana de corazón. Se graduó de ingeniera en los Estados Unidos y tiene dos hijos.
La primera vez que hablé con Alicia fue por Skype, acompañada de su socio, quien a pesar de ser el más cusqueño de los cusqueños, tiene nombre del lugar menos cusqueño: Washington.
La idea comenzó cuando Alicia y su hija menor vinieron a Perú para participar como voluntarias en un programa social, ayudando a mujeres que habitaban en el Valle Sagrado de Cusco, antigua capital del imperio Inca.
En una de las visitas de su hijo mayor, un brillante joven de 17 años y estudiante de una maestría de ingeniería percibe el problema de la falta de electricidad en estas comunidades. La mayoría de las personas utilizaba lámparas de kerosene, velas y linternas.
Durante el tiempo que estuvo como voluntaria, conoce a Washi, como cariñosamente lo llamamos. Él se conoce todos y cada uno de los rincones de Cusco. De allí su experiencia y empatía para entender los problemas de estas comunidades.
Motivados por el hijo de Alicia, deciden montar la empresa Buen Power Perú, dedicada a la venta de lámparas y equipos para el hogar que funcionan con energía solar. Todos los productos funcionan con paneles solares, y aún con lo nublado que puede ser el invierno en la sierra, el panel logra captar los rayos solares.
Los productos van desde lámparas personales, hasta fuentes de poder en donde se le pueden conectar radios, cargadores de teléfono, televisores e incluso tienen a la venta una nevera, calentadores de agua y un ventilador que viene con su panel solar.
Por ser una empresa social, los precios son bastante bajos y accesibles a las comunidades más vulnerables. Alicia no solo entendió que era necesario un precio atractivo para que estas personas botaran sus velas y linternas sino que primero había que hacer una labor de conscientización sobre los peligros de utilizar estos métodos. Un segundo paso es trabajar directamente con la comunidad, brindándole la posibilidad a microempresarios locales, redes de vendedores comunitarios y maestros, de poder adquirir los productos a un precio más bajo para que de esta manera ellos pudieran llevar las lámparas a comunidades aún más remotas y al mismo tiempo, generar ingresos propios.
Muchos pensarán que no debe ser tan grave vivir con lámparas y linternas, Alicia tampoco estaba consciente de ese problema en ese momento. Como resultado de su observación, Alicia se dio cuenta que el uso diario de estos productos implica un grave riesgo para la salud como para el medio ambiente.
En el caso del kerosene, la inhalación de los gases procedentes de la quema del kerosene afecta el sistema respiratorio y puede tener graves consecuencias como aparición de cáncer de pulmón, enfermedades degenerativas entre otros, además de emisiones de gases tóxicos al medio ambiente que afectan el aire. Por otro lado, tanto las velas como las lámparas de kerosene suponen un gran riesgo en términos de seguridad, ya que con la brisa de la Sierra, las lámparas tienden a voltearse y a provocar incendios y quemaduras, y aún más en la realidad cusqueña en donde la mayoría de las mujeres trabaja con confección de telas y bordados.
Rodeados por las montañas del Valle Sagrado, 4 familias me abren las puertas. Paredes y pisos de barro con paja son nuestro albergue. Con palabras en quechua-ñol las personas me explican todo lo que pueden hacer ahora y que antes no hacían. Están agradecidos porque ahora se sienten más productivos. Mientras abrazan a Alicia le dicen “gracias mamita, gracias”.
Hasta los momentos Alicia y su equipo han tenido un impacto en más de 51.000 personas, las cuales agradecen haber llevado este producto porque ahora pueden hacer la cena sin miedo a quemarse o cortarse, los niños y jóvenes tienen más horas de luz para poder estudiar y las tejedoras agradecen la luz que ilumina la posibilidad de poder seguir realizando los hermosos diseños.