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alea cantante entrevista
Photo courtesy of the artist

Alea: una mujer Alborotá

Cuando sube al escenario con sus rizos rebeldes, el cuerpo que irradia ritmo y su voz poderosa, la música se expande como una ola, inunda cada centímetro de espacio y las emociones se reflejan en los rostros y en los cuerpos de las personas que la escuchan.

Las notas musicales se entrelazan con textos que ella misma escribe, creando una fusión que transmite a ratos nostalgia, a ratos alegría y a ratos se transforma en un grito que reclama justicia, paridad, solidaridad y libertad.

Alea, cuyo nombre verdadero es María Alejandra Jiménez González, es una cantautora colombiana quien, a pesar de su juventud, se está creando un espacio de mucho respeto dentro del mundo musical neoyorquino. En estos días está lanzando una campaña de crowdfunding para producir su último álbum, Alborotá, un disco que fusiona ritmos latinos con jazz y otras armonías y que busca exaltar el empoderamiento de las mujeres.

 

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Originaria de Barrancas, Colombia, Alea creció en la Guajira colombiana, al confín con Venezuela, en una comunidad creada por los norteamericanos quienes explotaban allí una mina de carbón. Desde pequeña conoció los grises de la vida. Por un lado compartió el dolor y la indignación de una comunidad indígena, los Wayuu, desplazada de tierras que quedaron marcadas por la herida de hierro de los rieles construidos por la multinacional norteamericana. Por el otro asistió al desarrollo de esa misma región gracias a la edificación, hecha por la misma multinacional, de escuelas de alto nivel, hospitales, viviendas dignas y la entrega de becas estudiantiles. Una situación que permitió a muchas personas estudiar, desarrollarse y crecer hasta llegar a ocupar posiciones de muy alto nivel.

En ese oasis artificial surgido en región árida y lejana, llamada Cerrejón, pero conocida popularmente como La Mina, Alea se instala junto con la familia y cursa sus estudios desde preescolar hasta bachillerato. Es apenas una adolescente cuando empieza a sentirse atraída por las artes y en especial por el canto y la danza. Pasión que encuentra el apoyo de la madre quien la alienta a estudiar música de una manera entretenida con profesores locales. Al baile se entrega sin necesidad de docencia, dejándose guiar por el ritmo que encierra su cuerpo, herencia y huella de generaciones antiguas.

– El baile para mi era algo innato – dice con sonrisa luminosa – Estaba metida en todos los Carnavales; hasta fui capitana de Carnaval. Mis padres me apoyaban pero también me pidieron estudiar una carrera formal ya que las artes, en Colombia, no dan para vivir.

 

Y sin embargo ahora estás dedicada cien por cien a la música. ¿Cómo lo lograste?

Decidí estudiar Comunicación Organizacional en Medellín. Paralelamente a los estudios, trabajaba en teatro musical y tenía una banda. Aprendí a tocar algo de flauta transversa, piano y guitarra, pero lo mío era cantar. Cuando mi mamá entendió que la pasión por el canto era algo serio me dijo: “Entonces vas a cantar de verdad”. Empecé a tomar clases de canto en Medellín y en Barranquilla, busqué a diferentes profesores y finalmente encontré al profesor Byron Sánchez quien, por primera vez, me habló del “scat”, esa improvisación en el canto que yo practicaba naturalmente. Cuando tocaba con la banda solía componer verbalmente aún sin saber escribir la música. Más descubría la música y más crecía en mi la necesidad de profundizar esos conocimientos y la convicción de que quería dedicar mi vida al canto. Culminé mi estudios universitarios solo porque mis padres me lo exigieron; algo que ahora les agradezco.

 

¿Cómo llegaste al Berklee College of Music?

Alea ríe al recuerdo y dice:

Gracias a un tam tam de tía en tía. Berklee College of Music en Colombia abrió un concurso para audiciones y a través de esa red de informaciones que pasó de tía en tía hasta llegar a mi mamá. Me inscribí. No tenía mucho tiempo para prepararme, pero estudié sin pausa, llevé una canción mía y participé en la audición. Me aceptaron y estuve a punto de renunciar porque la beca no cubría los gastos que tenía que enfrentar en Boston. Sabía, además, que mi vida cambiaría radicalmente. Hasta ese momento había estudiado con becas, contaba con un trabajo que me permitía pagar mis cuentas, tenía a un novio y cantaba con la banda. Y, para ser sincera, no me atraía mucho la idea de vivir en Estados Unidos. Pero, tras una charla con mis padres y mis dos hermanas quienes también cursaban estudios universitarios, la primera en Derecho Internacional Público y la segunda en Ingeniería Mecánica, entendí que era una gran oportunidad, que si quería dedicar mi vida a la música valía la pena intentar. Mi familia me apoyó y decidí viajar y estudiar por lo menos el primer año. Luego ya vería.

 

Y te quedaste. ¿Cómo fue la experiencia en el Berklee College of Music?

Positiva pero muy dura. Llegué con las garras puestas, decidida a aprovechar al máximo la oportunidad. Busqué más becas y eso me permitió quedarme otro año. Mi familia me ayudaba y yo trabajaba como podía en la Universidad. Fueron años de mucho estrés y sacrificios porque tenía que matarme estudiando. De osada me puse a estudiar performance y composición aún sin tener las herramientas de base para esto último. Estaba acostumbrada a componer la música dentro de mi. Cuando un profesor dijo que la música está en la cabeza, me aferré de esas palabras para salir adelante. Sabía que era verdad, que la música estaba dentro de mi. Sin embargo al no tener la destreza para escribirla, tuve que esforzarme el doble.

 

alea alborota entrevista
Photo courtesy of the artist

 

¿Cómo surgió tu nombre artístico Alea?

Casi por casualidad. Durante mucho tiempo había estado buscando un nombre artístico porque María Alejandra es muy largo. Un amigo dijo Alea. Era prácticamente mi nombre sin la j. Me sonó mucho, lo sentí justo para mi, así que con ese nombre titulé mi primer Cd. Lo estaba preparando para la graduación vertiendo en él las canciones que más me gustaban. El título Alea le dio otra vida. Ya no era solamente una producción de una chica que ama cantar sino representaba a una persona que, mientras canta, expresa sentimientos y emociones que derivan de su cultura y de su folclor. En ese momento entendí que para mi es fundamental lanzar un mensaje a través del canto, que, de no hacerlo, me sentiría vacía.

 

De Boston a Nueva York con ese mensaje que se ha ido reforzando. Hoy tu música y los textos de las canciones tocan muchas temáticas sociales.

Empecé a venir a Nueva York cuando aún estudiaba en Boston gracias al director de la Orquesta Folklor Urbano, Pablo Mayor, quien es un estudioso de música colombiana muy respetado. La Orquesta toca una mezcla de música colombiana con el jazz y otros elementos como salsa.

 

En Estados Unidos has tenido la oportunidad de entrar en contacto con diferentes estilos musicales, sin embargo pareciera que, estando aquí, tu amor por el folclor, y tus raíces se ha profundizado. ¿Es así?

Sí, creo que sí. Quizás cuando vives en el extranjero sientes con más fuerza el vínculo con tus raíces. Fue muy duro salir de Colombia, dejar a mi familia, a mis amigos, y en mis composiciones, tanto en la música como en las letras, volqué todo ese caudal de sentimientos. Creo que escribir composiciones que reflejan ese dolor me ayuda a sanar heridas. Significa aceptar y vivir el cambio desde el amor y la alegría de la música. En Boston cantaba con un grupo de músicos de distintos países, Venezuela, Perú, Colombia, Argentina, Estados Unidos y con ellos viajé a Colombia, al Festival de Medellín y luego a Barranquilla y Bogotá. Mi mamá fue nuestro tour manager y estuvo realmente increíble. Quería probar mi proyecto y a la gente le gustó mucho.

 

¿Cuáles son los estilos musicales que más te inspiran en tus fusiones?

Mi base es el folclor latinoamericano que respeto mucho y que es tan amplio como puedas imaginar y estudiar. Me gusta hilarlo con los ritmos de mis artistas preferidas, Janelle Monae, Lhasa de Sela, Erikah Badu, Chavela Vargas, Lila Downs, Esperanza Spalding. Todas ellas son mujeres empoderadas que llevan adelante un discurso con un mensaje feminista, social.

 

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Photo Credits: Tuiran

 

¿Has pensado desarrollar algún proyecto que pueda beneficiar la comunidad en la cual viviste y sobre todo a los indígenas Wayu? 

Sí, tengo un proyecto que espero desarrollar en los próximos años. Se trata de crear unas residencias para artistas cuyo único compromiso sería el de dar cursos a los niños de la zona. Es bastante complejo y estamos pensando comenzarlo con residencias de dos semanas dedicadas a músicos y fotógrafos. En una segunda etapa podríamos ampliarlo a otras áreas.

 

En este momento estás dedicada cien por cien a la producción de tu nuevo Cd: Alborotá. Háblanos de esa producción, del mensaje que encierra el disco.

Alborotá se basa en un término que denota una manera informal de decir ‘fuera de control’ y tradicionalmente está reservado a las mujeres ‘rebeldes’. Música y palabras nacen de la noción de sí que deberíamos tener las mujeres, del derecho a desarrollar lo que más nos guste, a ser lo que somos sin tratar de acoplarnos a los esquemas que otros han diseñado para nosotras. Lo titulé Alborotá porque ya no me da miedo ser una mujer “rebelde”, hablar de feminismo, denunciar los crímenes contra las mujeres, tocar temas tan duros como las discriminaciones y el acoso sexual sobre todo en el mundo del trabajo. Yo misma pasé por muchos malos ratos por el simple hecho de ser mujer.  Sé que hay personas quienes cuando oyen la palabra feminismo tienen un inmediato rechazo pero no puedo y no quiero dejar de expresar lo que siento porque otros no desean escucharlo. Alborotá es un mensaje de inclusión y no de exclusión, un mensaje que envío tanto a las mujeres como a los hombres. No me interesa la música sin un contenido social, político. Las canciones son mi forma de expresión y a través de ellas comunico mi manera de pensar, de ser, mis ideas y mis emociones. Alborotá somos todas las que hemos decidido vivir sin prejuicios, inhibiciones, y miedos.

 

La música para ti es…

… como un pulmón. Sin la música no sabría como expresarme. Es más, no encontraría la fuerza para expresarme. La música me ha dado valentía, me ha dado la fuerza para superar tantas pruebas y seguir luchando.

 

Sin duda vale la pena ayudar a esta joven Alborotá quien lleva en la sangre ritmos antiguos que le permiten hablar de sus orígenes, de su pueblo y de su país. Una mujer quien con esta nueva producción “busca reivindicar la libertad y la valentía femenina, a través de canciones, imágenes, sonidos y videos” y nos pide “que seamos parte de su sueño”.

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