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Adriana Urbina y Gabriel Salazar

Adriana Urbina y Gabriel Salazar: Amor con sazón

NUEVA YORK: Su amor nació entre aromas y sabores, al calor de las hornillas y entre música de ollas y sartenes. Adriana Urbina y Gabriel Salazar son unos jóvenes venezolanos quienes han decidido dedicar su tiempo, su creatividad y sus esfuerzos a la cocina. Es una pasión que nace en ambos desde temprana edad. Adriana da sus primeros pasos al lado del padre quien ama cocinar y le va enseñando los secretos del buen comer. Gabriel, aun sin tener madre, padre o abuela que lo lleven de la mano en el camino de la cocina, siente la atracción por los sabores siendo apenas adolescente.

Adriana es joven y hermosa, dos características que no siempre la han ayudado en un mundo tan dominado por los hombres como es el de los chef. Pero ella, tras su lindo rostro, esconde una voluntad de hierro y una testarudez digna de elogio. “Yo soy una guerrera”, nos dice decidida. Y efectivamente ha enfrentado situaciones difíciles y desagradables con la fortaleza de una amazona. 

“Todos me decían que el mundo de los chef es muy duro, que no era lo más apropiado para una muchacha como yo, así que quise ver por mi misma hasta que punto efectivamente tenían razón”.

Al ver su inclinación por la cocina una tía le costea unos cursos de cocina básica francés en la Escuela de Alain Ducasse en Paris. Al regreso, antes de seguir por este camino, quiere hacer unas prácticas y por un tiempo trabaja en un bar de la Cuadra Gastronómica que hace catering.

Me gustó, era tranquilo, pero sabía que la cocina de un restaurante era otra cosa, así que quise hacer esa experiencia y me fui al restaurante Mocambo. Al comienzo fue durísimo, me decían que era la cinderella y me llamaban para los trabajos más duros, por ejemplo limpiar la freidora o el piso. Querían ponerme a prueba y yo no di mi brazo a torcer. Disfrutaba al percibir su sorpresa frente a mi determinación”. 

Y esa determinación no pasó desapercibida. Después de las primeras semanas le piden quedarse ya con un trabajo verdadero, no de cinderella sino de ayudante de cocina y además remunerado. “Fue una experiencia muy importante, aprendí muchísimo durante todo el año en el cual me quedé con ellos. Luego decidí que ya había llegado el momento de mejorar, de estudiar y me inscribí en el Instituto Culinario de Caracas de Sumito Estevez”. Allí Adriana se gradúa como Cocinera Profesional y sobre todo allí conoce a Gabriel Salazar.

Paralelamente sigue sus prácticas en otros restaurantes, entre ellos el Palms donde es chef Helena Ibarra.

“Me gustó mucho la experiencia de trabajar en un lugar donde una mujer era líder en la cocina. Helena es una artista, imprevisible, decía que sin locura no hay cocina, no hay luz. Me enseñó muchas cosas y fue muy grato estar con ella”.

Luego de un tiempo trabajando en el restaurante de la escuela donde había estudiado, Adriana decide seguir un consejo de Gabriel y ambos aplican para hacer una pasantía en el Martín Berasátegu, de San Sebastián, España, un restaurante con 3 estrellas Michelín, famoso por su deliciosa comida vasca. 

Paralelamente Gabriel tras terminar brillantemente los estudios en el Instituto Culinario de Sumito Estévez, en el cual se destaca por su innata sensibilidad para la creación y combinación de sabores únicos, trabaja durante un año en el famoso restaurante de Elías Murciano Le Gourmet. Experiencia importante en la cual aprende también como manejar una cocina y su equipo.

Será Elias Marciano quien le hablará de Martín Berasátegu, restaurante donde él mismo había trabajado durante tres años y en el cual lo introduce personalmente.

“Todavía no éramos novios – nos cuenta Adriana – y yo me fui para España antes que él. El primer impacto fue durísimo. Muchos de los que venían se regresaban. Nos daban alojamiento y comida pero el alojamiento era en una casa que compartía con otros diez jóvenes, todos varones, y dormíamos en camas con literas. Era una casa muy fea, sucia y fría. Pero yo estaba dispuesta a seguir adelante. Estaba muy ilusionada con el restaurante y a pesar del alojamiento y de los horarios muy fuertes, no perdí el entusiasmo”.

Gabriel llega a Madrid unos días después, su capacidad llama la atención del chef que lo supervisa y rápidamente escala posiciones y se transforma en la mano derecha del chef.

Es una anécdota que nos cuenta orgullosa Adriana ya que Gabriel es más bien esquivo y poco dado a autoelogios.

Allí mientras aprenden de la mano de un gran chef junto con muchos otros jóvenes de distintos países, mientras superan problemas, cansancio e incomodidades, compartiendo ilusiones y decepciones, se descubren enamorados y, cuando Gabriel recibe una oferta de trabajo en Nueva York se vienen juntos.

Mientras Gabriel trabaja como mano derecha del chef René Stein, en el exclusivo equipo de cocineros del Restaurante alemán Seasonal, con una estrella Michelín, Adriana estará en Rouge Tomate, un restaurante innovador que también tiene una estrella Michelín. Aquí aprende nuevos métodos de nutrición y un acercamiento saludable a la comida gourmet.

“Fue una experiencia muy grata, éramos como una familia y después de las duras experiencias anteriores me parecía casi un sueño”.

Igual sensación es la que vive Gabriel quien entabla una gran amistad con el chef René gracias al cual aprende más y tiene la oportunidad de desarrollar nuevas ideas.

Tras esta nueva experiencia regresan a Venezuela con la ilusión de empezar un negocio propio y de poner en práctica todo lo que han aprendido.

Nace así CIBUS Carering“Nuestra ilusión era la de crear algo en Caracas, empezamos un catering – van contando Adriana y Gabriel, interrumpiéndose para agregar detalles y explicaciones. – Al comienzo nos iba muy bien pero luego todo se vino abajo. A veces para conseguir los ingredientes justos teníamos que dar vuelta por varios supermercados y algunos de nuestros clientes nos pagaban con grandes retrasos. Trabajar en esas condiciones era prácticamente imposible”.

Y así, aún sin muchas ganas, vuelven a preparar maleta y se mudan a Nueva York donde vive una hermana de Adriana y donde le ofrecen un trabajo a Gabriel.

Aquí Adriana trabaja en Atena uno de los restaurantes más famosos de la ciudad con dos estrellas Michelin y Gabriel, junto con el alemán René abre un restaurant como chef ejecutivo en Manhattan y allí se queda un año. Seguidamente trabaja para Paul le Brain chef reconocido mundialmente por su cocina vanguardista y allí sigue todavía.

Gracias a sus cualidades y su seriedad profesional ha ido escalando posiciones y se ha ganado el aprecio y el cariño de todos los demás.

El sueño de Adriana y Gabriel es tener su propio restaurante. En el mientras han inaugurado Tepuy, un pop up que está resultando muy exitoso. Una vez a al mes ofrecen una cena en un pequeño lugar que se llama Eat. Es una cena sorpresa con pocas personas que naturalmente reservan con antelación. 

En esa noche Adriana y Gabriel se esmeran en preparar unos platos que son una alegría para el paladar y para la vista, platos en los cuales nosotros los venezolanos reconocemos sabores de casa y que nos despiertan nostalgias y recuerdos.

“Nuestro proyecto es el de utilizar la cocina venezolana pero reinventada. Hacer con nuestros ingredientes una cocina de muy alto nivel en la cual cada venezolano pueda encontrar un sabor conocido, un ingrediente que le recuerde la cocina de su mamá. Nuestro reto es llevar esos sabores a un nivel mas detallado, limpio, impecable, creativo”.

Es un proyecto que los entusiasma y que se está abriendo camino gracias al boca a boca de las personas que han ido y lo recomiendan a los amigos. 

“Aquí cuando se habla de cocina latinoamericana piensan de inmediato en la comida mexicana pero nosotros queremos mostrar que en Venezuela tenemos unos productos muy buenos, buen gusto y buena comida. Es como abrir una pequeña puerta para que otra gente entre a nuestro país y descubra que Venezuela es mucho más que conflictos y problemas”. 

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