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Adriana Berroterán

Adriana Berroterán: “El fracaso no existe”

En febrero de 2012, Adriana emprendió un viaje que cambió su vida. Durante un mes, filmó la “toma” que hicieran un grupo de artistas, grafiteros, de los espacios públicos, casas y muros del pueblo uruguayo “Aguas Dulces”La propuesta, que terminó por ser noticia en los medios locales, era la de intervenir todos los lugares que les permitieran con dibujos y obras de gran formato vinculadas al espacio de costa, o bien la incorporación del paisaje. El fruto de esa experiencia es el cortometraje documental Aguas Dulces, presentado recientemente en el Venezuelan Film Festival en Tribeca, Nueva York. En 2012 resultó Seleccionado Oficial en el VIII Festival Transterritorial de Cine Underground.

¿Cómo te acercaste al tema de los grafiteros? ¿Siempre te interesó?

Sí, y en Buenos Aires lo ves a cada rato, porque es bastante libre. Es socialmente aceptado, no es algo muy under. Es más, cuando yo empecé con eso fue gracias a un evento que se hace anualmente. Se llama “Meeting of styles”. Se hace una convocatoria en todas partes del mundo, llamando a los “Street artists”, los grafiteros. Se elige una sede y ese año escogieron Buenos Aires. Vinieron artistas de Brasil, Italia, todas partes. Un amigo que estaba documentando todo me invitó a ser camarógrafa allí. Conocí a un montón de gente y venía acercándome al trabajo de varios de ellosfilmándolos. Más o menos desde noviembre de 2011 estuve en eso.

¿Cómo elegiste el formato documental para Aguas Dulces?

Empecé a conectar con gente. De manera libre, los grababa. Después conocí a una chica alemana que lleva años ahí en Argentina. Ella un día me dijo: “Yo estoy a punto de ir a Uruguay a pintar unas casas, ¿no quieres venir a grabar esa experiencia?”. No es que necesariamente tenía armada una propuesta, sino que se armó gracias a esa invitación. Ella me hizo ir a convivir un mes con el grupo, mientras ellos pintaban en Uruguay. “Aguas Dulces” fue mi apertura para experimentar dirigiendo, incluyendo la fotografía del documental. En la escuela de cine había hecho trabajos pequeños de ficción, pero este es mi primer trabajo propio e individual.

¿Cómo se sentían los grafiteros delante de la cámara? ¿Intimidados?

Hay gente a la que no les gustan las cámaras y bueno, pues no los grabas. La idea es que se sientan lo más cómodos posibles. Por lo menos, esa era mi intención cuando grababa a la gente en el pueblo, es decir, no ser muy invasiva. Que ellos dijeran lo que sentían. Tampoco darle muchas aproximaciones a lo que tenían que decir. Yo conversaba con ellos, intimaba un poco más. Así se sentían en confianza e iban comentando sus impresiones con la experiencia. Era como un ojo omnipresente. Yo los dejaba hacer cualquier cosa. Estábamos en una convivencia en la cual, mientras ellos tenían una brocha, yo tenía una cámara.

¿Cuántos eran en el equipo de filmación?

Yo grabé todo. Hice sonido, cámara, fotografía, dirección, las entrevistas… Todo.

¿En cuánto tiempo se filmó “Aguas dulces”?

En un mes. El mismo tiempo de la convivencia en el pueblo. Fue en febrero de 2012, durante los carnavales. En el sur es verano en esa época. Había gente de todos lados yendo al pueblo. “Aguas Dulces” se convirtió en testigo de la venida de un montón de turistas y gente que vive en Uruguay pero no en el pueblo. Había muchísima gente y todo el mundo estaba fascinado con lo que estaba pasando, preguntando “qué es eso”. Era una movida de unos 15 artistas, o sea, era mucha gente pintando por todos lados. Éramos lo “wow”, lo nuevo del carnaval de “Aguas Dulces”. Todo el mundo nos tenía las puertas abiertas.

¿Es lo mismo grafitear una casa que mostrar algo en el wall de Facebook?

Los artistas y cualquier persona del planeta, sea cual sea su oficio, tienen ahora –claro, dependiendo de la situación política, y de cada país, sus restricciones- la oportunidad de escribir, filmar y compartir de forma casi inmediata su trabajo. En el caso de los grafiteros, internet brinda como nunca una ventana de un extremo a otro del planeta. Compartir todas esas cosas está buenísimo, no creo que haya restricciones. El que hace algo, el que dibuja algo, el que filma algo y no lo muestra a estas alturas es porque no quiere, porque cualquier persona puede tener acceso a eso.

En el documental hay personas diciendo: “ahora pasen y pinten dentro también” o bien: “quiero ver una sirena en esa pared mientras me baño”. ¿Cómo te sentiste al ver la transformación de las casas del pueblo?

La gente estaba muy contenta, sobre todo los mismos chicos. Porque ellos siempre piden permiso a los dueños de las paredes antes de intervenirlas. Cada vez que les daban un sí, era fantástico porque la gente no sabía que eran dibujos libres. Ellos tenían una idea por ahí, o habían bocetado algo la noche anterior, entonces lo proponían a la gente del pueblo y si les daba nota, llegaba el “dale, buenísimo”. En otras ciudades los artistas sí trabajan y dibujan por pedido. Por ejemplo, si están haciendo el diseño interior en una tienda de ropa, les dicen “yo quiero dibujar esto o aquello”. Mientras menos restricciones ellos tengan para poner el spray y la brocha, mejor.

¿Volverías a hacer otro documental?

Siempre.

¿Qué brinda el documental frente a otros géneros?

Como directora, es la de conectarnos con otras realidades humanas, básicamente. De toda índole: políticas, socioculturales, económicas… Depende del tipo de documental que sea. Para mí el documental es como una ventana abierta a ver más allá de tus narices. Es muy importante la conexión con la gente; cómo se expande tu mente y tu corazón en función de la empatía con otras culturas, otras formas de pensar. Además el documental es un género muy particular porque cuando llegas a los sitios, es que se empieza a hacer la película de forma muy espontánea. Por ese lado es un gran reto. Vas a un sitio a documentar algo y te encuentras con una cantidad de sorpresas que ni te habías imaginado y que ayudan (o no) al desarrollo de tu historia. O sea es bastante azaroso.

¿Cuál es el rol del arte en tu vida? ¿Ves en la comunicación una oportunidad de algo?

El arte para mí es liberación. De alguna forma puede llegar a ser una constante reflexión acerca de ciertas cosas existenciales. El poder expresarte tal como eres, tal cual una idea surge, o tal cual una línea se dibuja… la conexión contigo mismo, no desde el ego sino desde la real manifestación… auténtica. Esa es la parte más bonita que tiene ser artista, escritor, lo que sea. Salta muchas cosas como el dinero. Si te conectas con un montón de pasiones que cada vez descubres más y más… te realizas. Entablas relaciones desde otro lado también, y eso me parece súper interesante.

¿Qué recomendación le darías a alguien que esté empezando en el mundo del cine, del documental o en el lenguaje audiovisual?

Hacer. Que haga, no importa qué. Que haga y quitarnos esto del miedo al fracaso. El fracaso no existe. Creo que en tal caso, el mayor fracaso que alguien puede tener es no haberlo intentado nunca. Entonces hay que hacer, hay que equivocarse y abrazar esa equivocación y seguir adelante. Más nada. Sin juicio.

Adriana BerroteránVICEVERSA: PALABRAS DE IDA Y VUELTA

Algo que no volverías a hacer: Arrepentirme.

Si no fueras cineasta serías: Bailarina.

Una canción de amor: ¡Paso! ¡Paso! (risas)

¿Te gusta el reggaetón?: No.

¿Cantas cocinando?: Sí.

¿Qué te aterra?: Haber tenido demasiado miedo de hacer algo y dejar de hacerlo.

¿Qué cosa no harías?: Atentar contra los sentimientos de alguien.

A una gran película no le puede faltar: Un buen soundtrack.

¿Qué es el éxito?: Bullshit.

Una pesadilla: ¡Paso!

Tu día perfecto: Un día que solo pueda escuchar música.

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