Desde el silencio, la soledad y el frío del invierno. Desde tierras lejanas, en cualquier rincón del Planeta, tratando de adaptarse a nuevas culturas, miles de venezolanos en el extranjero vivieron quizás una Navidad distinta, nostálgica y llena de sentimientos encontrados, detrás de la pantalla de un teléfono móvil o de un ordenador para derribar distancias y sentir un poco más cerca a ese ser amado que se quedó en Venezuela o que el destino llevó a otras latitudes en busca de un sueño…
Para Venezuela y los venezolanos todo cambió, la cotidianidad dio un vuelco, los proyectos dejaron de planearse, las familias y los amigos dejaron de reunirse.
Las fiestas decembrinas también cambiaron; las hallacas, el pan de jamón y los regalos del Niño Jesús, quedaron al alcance de una minoría, que intentó combatir una crisis económica sin precedentes que cerró el 2017 con una hiperinflación del 2.000%.
Los adornos, las luces y la alegría se escondieron detrás de los recuerdos de momentos añorados que cada día de este taciturno diciembre se sintieron más lejanos. Las gaitas casi no sonaron y los fuegos artificiales no iluminaron los cielos.
Estas fueron unas navidades arropadas por grandes dificultades. La escasez de alimentos, medicinas, efectivo y combustible, hicieron que la algarabía típica de estas fechas, se convirtiera en un calvario para el ciudadano común, que por primera vez en mucho tiempo no pensó en el acostumbrado estreno de Navidad y Año Nuevo, sino más bien en cómo sobrevivir en medio de una ola de problemas que se agravan sin freno.
Tal parece que la desesperanza pasó por alto las festividades navideñas y ha ido apoderándose de los caminos y del tiempo, ese perdido sin remedio en una interminable fila para adquirir insumos básicos.
La Navidad llegó, pero no para Venezuela que no olvidó celebrarla, sino que no pudo, entre el hambre, la escasez y unos precios impagables.
Dicen los expertos que el panorama para el 2018 no luce igual, sino mucho peor y la mente no alcanza a imaginar qué mayor dificultad pudiese sobrevenir.
Me atrevería a decir que el peor golpe no ha sido el económico sino la bofetada moral hacia ciudadanos venezolanos que fueron partícipes de una lucha desigual durante las protestas vividas en Venezuela en 2017.
Fue un ahogado intento de libertad por el abuso de poder de quienes gobiernan y por los tropiezos de unos “líderes’’ de oposición a quienes les quedó grande el compromiso de llevar a Venezuela a transitar nuevamente por un camino de luz, esperanza y productividad.
Se despidió otro año y el país sigue su rumbo a la deriva, escuchando en cada rincón el lamento casi insonoro de la frase “algo tiene que pasar, esto no lo aguanta nadie’’, que retumba en las mentes y los corazones de quienes, ya cansados de nadar contra la corriente, imploran desesperadamente un cambio.
Muchos venezolanos seguirán partiendo hacia nuevos destinos si ese cambio no llega y muchos seguirán soñando con regresar algún día, pase lo que pase, para reunirse con su familia en Navidad y esperar el cañonazo en un país donde ya nada será igual.
Venezuela cambió para siempre tras vivir el dolor en su máxima expresión al conocer de cerca el hambre, la injusticia y la miseria y al ser destruida lentamente por un modelo político-económico hundido en mentira y corrupción.
Estas navidades para los venezolanos han sido distintas, al igual que su día a día, dentro o fuera de la nación.
Ojalá que a pesar de las diferencias y los errores Venezuela entera logre reencontrarse, -más temprano que tarde-, para reconstruir un país que necesita y pide a gritos reinventarse a base de educación, valores y trabajo sin descanso.
Que cada episodio vivido en el 2017 sea una gran lección y que sepamos ver que también en las dificultades reposan grandes victorias.
¡Feliz Año Nuevo a todos!, a pesar de las distancias, los vacíos y las ausencias…