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Adicción al azúcar

Desde que nacemos hasta el día en que morimos, nos volvemos adictos al azúcar. El cerebro atrapado en la adicción, aniquila la fuerza de voluntad. El azúcar activa el mecanismo del centro de recompensa del cerebro, así como lo hace cualquier otra adicción. Desde niños nos enseñan que el azúcar está íntimamente ligado a las recompensas, si te portas bien te doy un dulce, y ese mensaje se convierte en un reforzador positivo. Cuando estamos tristes, sin darnos cuenta, sentimos la necesidad del reforzador y nos llevamos algo dulce a la boca. El mecanismo de acción en el cerebro es el mismo que se activa con cualquier otra sustancia o conducta compulsiva; el cerebro libera dopamina, la hormona del placer, la misma que activan el sexo, el ejercicio, la ludopatía, el enamoramiento y todos los narcóticos, los naturales y los de diseño. Al ingerir alimentos con azúcar, se dispara la dopamina, la insulina entra en acción y ayuda a guardar la glucosa como grasa. Sin embargo al poco tiempo los niveles de glucosa bajan y dejan una sensación de cansancio, falta de energía y hambre. Se genera así un círculo vicioso.

Es curioso, nos volvemos víctimas del cerebro adicto. El circuito del placer pide más dopamina, la señal viene del sistema nervioso autónomo en el cual no actúa la voluntad. La adicción a los carbohidratos es difícil de parar y no es necesario esconderse, como pasa con otras sustancias prohibidas. Comer y beber son necesidades básicas y la falta de apetito a veces está asociada con trastornos o síntomas de alguna enfermedad, sin embargo, comer en exceso se disfraza bajo el manto de la felicidad y del buen vivir.

Las sociedades industrializadas nos volvimos rehenes del consumismo, buscamos el placer para suplir el displacer. Cualquier producto empaquetado contiene más del setenta por ciento de azúcar: el cereal de caja, la salsa Ketchup, la salsa de BBQ, los aderezos, hasta los llamados “tente en pie” saludables como: las barras de granola, los panecillos, las galletas, el yogurt, y los cereales para el desayuno.

La industria alimentaria, sabe que somos adictos en potencia, por eso surgen tantas enfermedades. No encontramos tiempo para alimentarnos de manera saludable y cualquier producto resulta bueno para saciar el apetito. Es fácil ocultar con otros nombres los agregados de azúcar, sobre todo en los alimentos para los niños, no hace falta ser detective o bioquímico para darse cuenta, si se quiere cuidar la salud.

Aprendan a distinguir: existen por lo menos 61 sinónimos del azúcar, evite lo que diga: sucarosa, maltosa, syrup, néctar, cane, o azúcar de caña, sweetener, fructosa, o edulcorante, también los azúcares naturales: miel de agave, o miel de abeja, contienen calorías. Sigan las recomendaciones de la asociación de cardiólogos que recomiendan 24 gramos de azúcar para las mujeres y 36 para los hombres.

No se vayan con la profecía que la diabetes es producto de la herencia, ella es consecuencia de los malos hábitos y del sedentarismo.

El enemigo público número uno de la salud, es el refresco, cada botella contiene unas seis cucharadas de azúcar. La adicción al azúcar ha contribuido a los problemas de diabetes y de la obesidad en todos los países consumidores. Los jugos, hasta esos que se dicen saludables, contienen azúcar, es mejor comer fruta, por lo menos ingieren fibra y no agreguen azúcar al café. Tengo más de veinte años sin tomar un refresco, cuando pruebo una bebida endulzada, mi paladar la rechaza. Inviertan en su salud, practiquen ejercicio y serán viejos saludables. “Qué tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento”.

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