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Adicción a los analgésicos

Las generaciones que nos antecedieron tenían mucha fortaleza, soportaron la guerra y el hambre. Las nuevas generaciones, en cambio, parecieran intolerantes al dolor y a la frustración. En el pasado los seres humanos tuvieron que soportar el dolor físico, las enfermedades por falta de higiene, y los tratamientos en los que se abusaba de las sangrías. Está documentado que el presidente George Washington falleció después de que los médicos lo sangraran en exceso. Hoy, ¡qué paradoja! fallecen o quedan con efectos secundarios por la adicción a los analgésicos.

A la industria farmacéutica en su afán mercantilista, no le importan los efectos secundarios hasta que le llegan las demandas. Este año Purdue Pharma se declaró culpable de engaño por vender un opiáceo que fomentó una epidemia de adicciones en Estados Unidos. El Departamento de Estado le aplicó una multa por 8,300 millones de dólares por causar la peor crisis de salud pública. El Oxycontin, versión de la oxicodona, provoca una reacción similar a la heroína y al opio. Adictos lo están utilizando como sustituto de la heroína. Es tanta la desesperación por conseguirlo que han ocurrido robos a mano armada en farmacias. También es conocido como la heroína de los montañeses por el abuso de las comunidades de los Montes Apalaches. Se volvió un problema de criminalidad y de salud pública en E.U. y se descubrió que la adicción a la droga está relacionada con el 80% de los delitos.

Son muchos los efectos mentales y fisiológicos de los analgésicos: náuseas, vómitos, mareos, confusión, pérdida del conocimiento, insuficiencia respiratoria, riesgo de ataque cardiaco, coma, muerte y suicidio. Hace unos 40 años, inició el boom de la industria farmacéutica y para posicionarse en las preferencias, desacreditaron las terapias alternativas y las ancestrales: las curaciones con hierbas, hongos, las limpias, los masajes, las curaciones de los chamanes como el empacho. Se posesionaron de los sistemas de salud en las universidades y en los gobiernos de todo el mundo.

Con tanta información las personas se volvieron sensibles al dolor, para cualquier molestia y antes de sentir dolor ingieren una pastilla.

Mientras se expandía el negocio de las farmacéuticas, algunos países pidieron a la OMS que se pronunciara sobre los medicamentos esenciales. La primera lista hecha en el año 1977 incluyó 260. En la actualidad se multiplicó el negocio. Los esenciales son: 7.500 en Suiza, 12.000 en Sudáfrica, 13.500 en Holanda, 17.000 en Colombia, 20.000 en Perú, 50.000 en Pakistán, 56.664 en Argentina y en México no encontré la cifra. La rentabilidad antes que la salud pública y el negocio es impulsado por los mismos pacientes quienes acuden a consultas para tratarse enfermedades comunes: resfriados, problemas digestivos, infecciones de garganta y de vías urinarias.

En México durante la pandemia los medicamentos que más se han vendido gracias a las redes sociales son: la Dexametasona, el paracetamol, Ivermectina, Oseltmivir, Azitromicina y vitaminas como el Redoxón, el Aderogyl, hasta sufrieron desabasto. Es un hecho, vivimos en un sistema de medicina mercantilizada que nos trata como fuentes de beneficio y no como seres humanos que necesitan ser escuchados. Las somatizaciones son un lenguaje no verbal.

Se quejan del estrés, quisieran parar de trabajar, pero, al ser proveedores de la familia sienten el deber de trabajan para pagar las compras de una supuesta vida mejor. Compran un carro, tardan años en pagarlo y la preocupación no les permite descansar.

El dolor emocional y físico es un tema que nadie puede evitar, lo más triste es que a veces lo transforman en un arma política. El dolor tiene un lenguaje, no solo se quita con un analgésico, las mejores terapias son el contacto humano, la fisioterapia, el ejercicio, el descanso y aligerar la carga económica.

Nos estamos dando cuenta durante la pandemia que el estado de bienestar se debilita y que la vida política, al apoderarse de los miedos, del sufrimiento por los fallecidos y del dolor, se ha convertido en una manipulación muy rentable. A muchos políticos les conviene que la gente esté asustada por la incertidumbre.

Necesitamos un sistema de solidaridad que beneficie a todos. Pedimos apertura para darle lugar a los profesionales de las terapias alternativas y de la salud mental, sin olvidarnos de la máxima “que tu medicina sea tu alimento” y que la actitud mental se vuelva la mejor vitamina.

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