“Acompañar la vida. Ese es el asunto”. Desde esta afirmación de Rafael Cadenas, me gustaría partir para reflexionar acerca de lo que me sugiere escribir y que es, justamente, la vida: “acompañarla” con mi lenguaje. Una vida que me ha llevado por un periplo de países, lenguas y culturas. Barcelona, Caracas y Nueva York se constituyen en los vértices de mi triángulo vital, y desde él se generan las coordenadas de mi escritura.
Barcelona por el imaginario familiar; las historias surgidas de los primeros recuerdos: el gótico, Gaudí, las sombras de la Guerra Civil, y los exilios durante “los años oscuros” en que el franquismo sumió al país catalán. Caracas: espacio de formación. Aquí empecé a construir mi familia escogida. Gracias a la generosidad intelectual del poeta Juan Calzadilla aprendí a escribir. Gracias al afecto incondicional de Elías Pérez Borjas aprendí a vivir. Y estas dos realidades constituyen en definitiva lo que soy y me ha sostenido, desde mi alejamiento físico – que no vital – de esta ciudad y sus contradicciones.
Nueva York y su intemperie resultan ser, pues, la plaza seleccionada para probar y probarme. La ciudad entre cuyos rascacielos la escritura ha ido acompañándome la vida desde hace trece años.
De mis novelas, Amantes y reverentes se desarrolla en la Caracas que dejé al partir: la de los años 80. Y es la segunda parte de un ciclo narrativo que se inicia con Para repetir una mujer y prosigue con Viaje de vuelta. Ciclo porque, como las flores proustianas, los textos se expanden al poner la escritura en contacto con la memoria personal y la de los otros. Memoria esta que tomo prestada e incorporo a mis propios recuerdos, a fin de perfilar la vida de personajes, siempre en la intimidad de sus casas. Pues mi asunto es ciertamente este: consignar el vivir en la intimidad. Escribo sobre la gente que, mientras corta un tomate, piensa en alguien que ama.
La soledad, los desengaños amorosos, el desgaste prematuro de la vida a causa del sida, en las voces de la mujer y el homosexual que nuestra sociedad acorrala, son los temas de Amantes y reverentes, y de la mayor parte de los libros que he producido hasta el momento.
Textos como Anotaciones sobre el amor y el deseo, Severo Sarduy y Pedro Almodóvar: del barroco al kitsch en la narrativa y el cine postmodernos y Anatomía de una seducción reescritura de lo femenino, igualmente recogen mis preocupaciones en torno al tratamiento que se le da a tales minorías en la cultura hispánica. También los cursos que dicto en las Universidades de Nueva York, Columbia y The City University of New York se dirigen a concientizar al estudiantado en cuanto a tales injusticias que, veo con preocupación, siguen muy presentes en nuestro país.
Llegar hace unos días a Caracas y encontrarme, por ejemplo, con que, en carta abierta, desde la prensa alguien califica la homosexualidad de aberración; o que justo antes de pasar bajo el puente de la autopista del este, a la altura de la Universidad Central, una valla denigra a la mujer con la frase: “Lo dicen tus pantaletas: la revolución va por dentro”, son indicios del camino que aún falta por recorrer para lograr una sociedad más justa.
Elías Pérez Borja solía decirme que “no hay nada más atrevido que la ignorancia”. Quizás sea esta la razón de muchos de los males que afectan a la vida nacional. El reto es entonces seguir creando, abiertos a la crítica y la disidencia para evitar que esa ignorancia acabe por vencer a la inteligencia.
Alejandro Varderi, narrador y ensayista, nació en Caracas y vive en Nueva York. Es docente universitario y ha publicado quince libros y más de doscientos artículos.