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Abuso sexual, la denuncia tardía

Históricamente se ha intentado explicar la violencia como un problema de naturaleza sexual según el cual el hombre satisface impulsos irrefrenables, con la justificación que la hormona, mata la neurona.

En años recientes se habla en voz alta del tema como de un fenómeno que atenta contra la integridad psicofísica de la víctima, y es considerado la manifestación extrema de la desvalorización, discriminación y falta de respeto hacia sus derechos humanos.

El abuso sexual no es privativo de las mujeres, también los hombres han sido víctimas de esa misma violencia, por parte de otros hombres, y hasta de mujeres, con la diferencia que por vergüenza pocos de ellos lo comparten. En esencia el abuso sexual es un acto en el que se impone una relación desigual entre el agresor y la víctima. Un niño inocente frente a un pedófilo, se queda paralizado por miedo y confusión, además de las amenazas que el agresor expresa para que no se lo cuente a nadie.

La violencia basada en género es producto de una socialización diferenciada que considera a la mujer un ser inferior y que justifica al hombre por considerar que lo mueven impulsos sexuales instintivos inherentes a su naturaleza.

Cuando era niña no se hablaba del abuso sexual, parecía que no existía, de manera que las víctimas cargábamos con la confusión del hecho. En la búsqueda de recuperación, en mi vida profesional, me convertí en especialista y pude tratar tantos casos de hombres y de mujeres quienes sufrieron abuso sexual de niños.

No entiendo esta campaña de las actrices de Hollywood (sin duda, una de las industrias más poderosas de los norteamericanos) denunciando a los famosos. Una cacería de brujas contra los poderosos, esos, que les dieron trabajo. Me pregunto por qué no los denunciaron en su momento. La respuesta es fácil, se convirtieron en cómplices por conveniencia, ya que, de alguna manera, obtenían beneficios.

Ahora que son famosas desatan la campaña y denuncian hasta llamadas telefónicas. Son acusaciones que rayan en lo ridículo, ventilando intimidades en plan de víctimas, cuando lo que buscaban en su momento eran privilegios. Es muy diferente el abuso sexual a un niño, del que sufre una mujer adulta. Ahora resulta que a las mujeres no nos pueden tocar ni con el pétalo de una rosa; por supuesto que he tenido insinuaciones, no me causan miedo, no estoy atada para defenderme, superado el problema de cuando era niña, no etiqueto a todos los hombres como agresores.

Pensando en un equilibrio de género, quisiera escuchar la contraparte, a los hombres, que también son seducidos por mujeres para obtener beneficios laborales y económicos. Acuerdos respetables entre ellos y ellas. Estas denuncias seguramente son distractores de tantas críticas al Presidente Trump, quien no logra controlar sus impulsos y hasta podría llevar al mundo a otra guerra; sorprende esa sociedad americana tan puritana, que hace escándalos por las infidelidades de los famosos, como en el caso de Bill Clinton, y por el contrario queda indiferente frente a los abusos económicos que hacen a otros países, así como a los atentados en su propio territorio que realizan algunos fanáticos y a los adolescentes quienes entran en las escuelas y matan a sus compañeros. No quieren dar su brazos a torcer en cuanto a la facilidad de comprar armas hasta en los mercados de pulgas. ¿Que le pasa a las sociedades capitalistas que no pueden llenar sus vacíos existenciales y se vuelven consumidoras de drogas? En la ley de la oferta y la demanda, las broncas que causan a los países productores como México causan honda descomposición social, un intercambio perverso: venta de armas contra venta de drogas.

La campaña de colocar a la mujer como víctima y al hombre como agresor no ayuda la construcción de una equidad de género. Necesitamos campañas inteligentes, educación sexual desde pequeños, sin prejuicios, y fomentar actitudes como autonomía y confianza en sí mismos. Más comunicación y menos oscurantismo, para encontrar fortaleza en la debilidad. Hombres y mujeres no somos iguales, no somos diferentes, somos complementarios.

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