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Absolut Jones

Piano. Esa es la palabra que se me viene a la mente, cuando pienso en Norah Jones. No recuerdo cómo fue que descubrí su música, pero hasta el día de hoy, es una de mis grandes fascinaciones. Mi sobrina Sophía se le parece un poco, por las greñas negro azabache, por lo hippie, por lo tímida. Jones es un retoño del gran Ravi Shankar, si mal no recuerdo. Una mujer que ha sabido sacar a EEUU su pulpa más noble, en sus acordes.

Su primera obra, “Come away with me”, se me antoja cálida, robusta, bien compuesta, bien tocada, con una foto de tapa que ya nos dejaba ver un par de ojos negros que prometían buena música. Allí está, por ejemplo, el tema Painter Song, donde Norah dice qué haría ella de ser pintor. Es una artista primigenia, sus rolas son de una sencillez asombrosa, y sus letras verdaderas loas al corazón más noble de la raza humana.

 

El embrujo de un Rhodes

Si uno busca en Youtube, puede topar con magníficos conciertos de Norah Jones, en los cuales sus muñecas tocadas con pulseras al estilo Joplin, van del magnetismo brujo de un Piano Rhodes, hasta un verdadero piano acústico de pared, pasando –eventualmente- por una guitarra desvencijada, que le sirve para recordar que (bien lo dijo Radiohead) “anyone can play guitar”. Sobre todo en Estados Unidos. Sobre todo Norah Jones.

No he visto un show de Jones que sea multitudinario, ni mucho menos. Por lo general, se trata de conciertos íntimos, o más bien intimistas, todo muy minimal. La alineación de su banda es sencilla como la tapa de un cuaderno escolar. Recuerdo más o menos esto: drums, bass, un par de guitarras, y ella en el piano y la voz. Eventualmente, puede haber un toquecito de percusión menor, alguna caja, qué se yo.

Norah ordena tapizar el stage con alfombras persas, muy a la usanza de los norteamericanos como Eric Clapton. Pero, ¿qué revela esto? Para Norah un show debe ser como estar en la sala de su casa, con los amigos, con la familia, su pudiera subir un gato a la tarima, seguramente lo haría. ¡Y eso es justamente lo que logra! Aun cuando lo esté viendo uno en Youtube, it really “feels like home”.

Y ese es el nombre, precisamente, de su segunda placa: “Feels like home”. Allí hay rolas como Toes, que le cuentan a uno de las comisuras del corazón de Jones, tibias, hermosas, jóvenes como un diente de niño. Algo de Motown acerca sus tambores a los de Fito Páez, o el mismo Lenny Kravitz. Esa cosa “soul” que sólo da una botella de ron. Si uno la detalla sobre el stage, advierte un músico profesional, concentrado, bien atado a la técnica.

 

Cuando la dicha es buena…

A ese disco, le sigue “Not too late”. Y uno agradece no haber llegado demasiado tarde a la obra de Jones. Pero resiente haber dejado todo hasta ahí. ¿Por qué? Porque sólo hasta ese disco pude hacer descargas gratuitas vía Ares, ese demonio high tech, todo un prodigio del malware, y demás bichos cyber. ¡That means a lot! ¿Para quién canta Norah Jones entonces? ¿Para un segmento del mercado con poder de compra?

Por eso Charly García, verbigracia, cuando viene a Caracas, hace un show privado y otro gratuito. No es que Charly no cobre por el show. Es que no le cobra al público, sino al Gobierno. Eso puede ser cuestionable o no. Uno puede estar a favor o puede estar en contra. Pero, bien dice Lauryn Hill: Music is supposed to inspire. Luego, ¿puede un artista meterse adentro de una caja registradora?

Anyhow. Si usted la busca en Youtube, la va a encontrar. Así que tan mercantilista no debe ser Norah Jones. Este es un mundo difícil, que atraviesa un momento muy difícil, pero a mí me parece que es suficiente poder reunirse este viernes con los amigos, descorchar un vino, aunque sea barato, asar unas salchichas, y echar a andar un disco de Norah Jones en Youtube. Decía San Agustín que la medida del amor, es amar sin medida.

 

Dios es amor

¿Dios es amor? ¿La música es Dios o una expresión de Dios or else? ¿Necesita uno pertenecer al aquelarre de élites que atenaza impíamente un vértice crucial de market share? ¿O puede escuchar los latidos de la sangre de Jones “for free” en Youtube? Te cuento algo: hasta hace nada, yo despachaba 3 cajetillas de cigarrillos marca Astor cada día. La cajetilla cuesta cerca de 1 dólar. Por ahora.

Hoy me fumo 3 o 4 cigarrillos por día. Apenas le doy a la botella. Duermo completo. Trato de comer sano, más allá de la hambruna que vivimos en Venezuela (la peor desde la Guerra de Independencia, según algunos entendidos). ¡Y hago 45 minutos de cardio cada día! Pero no pago un gym. Salgo a caminar por las cuadras de mi zona, que es un pequeño bosque. Luego hago una buena ristra de lagartijas, abdominales y estiramientos varios.

Me he reencontrado con el cerro El Ávila, con las estridentes guacamayas que surcan el cielo de Caracas, me he reencontrado con mis sentidos del gusto y del olfato. Me he reencontrado con mi billetera. Me he reencontrado con la vida. Con Norah Jones. Y, a partir de hoy, me estoy reencontrando contigo, mi querido –pero siempre más respetado- lector de ViceVersa. ¡Show Time! Comencemos por escuchar un disco de Norah Jones…

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