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Absolut aldemaro

Yo creo que, hasta ahora, el músico más alto que ha parido Venezuela, se llama Aldemaro Romero. Era, sin duda, un genio total. Se codeó con lo mejor del jazz mundial de su tiempo, y llegó a grabar incluso con Charly Bird. Músico autodidacta, alcanzó a componer complejísimas piezas de música académica, pero también elaboró un catálogo de juguetonas piezas de música popular muy sencilla.

Yo prefiero su faceta académica. En particular, la Fuga con Pajarillo. Pero, si vamos más hondo en mi corazón, nada como el Tema de Amor. En los años 60’s, se filmó una película en Venezuela, llamada “La Epopeya de Bolívar”, con el actor Maximilian Schell en el rol de El Libertador. Aldemaro fue el encargado de hacer la banda sonora de esa película.

¿Cuál es la historia detrás del Tema de Amor? Aldemaro hizo dos versiones para la cinta sobre Bolívar. Al director le gustó más la versión que ha sido difundida como Tema de Amor, y de la cual hay una versión con Bird, pero la otra versión tomó vida propia, y es acaso el tema más emblemático de Romero: se llama Quinta Anauco. Ambos temas son bellísimos, pero el Tema de Amor es más introspectivo.

En el año 2004 trabajé con el periodista Napoleón Bravo, quien lanzaba una revista especializada en música. Debíamos desarrollar el tema de la Bossa Nova. Bravo me pidió que entrevistara a Aldemaro. Así que llegué hasta su hermosa casa, el día y la hora convenidos. El maestro me recibió en bata de descanso, y con pantuflas, al tiempo que despachaba a algunos estudiantes de música.

Con todo, logré que me dedicara unos 15 minutos. “Pero si yo no sé nada de la Bossa Nova. Lo que pasa es que ‘Onda Nueva’ (género creado por Romero) se traduce más o menos así al portugués. Quien creó la batida de la Onda Nueva fue el Pavo Frank. Pero no tiene nada que ver con la Bossa Nova. Dile a Napoleón que no me meta en problemas, que no hable tantas pistoladas”, despachó con su humor característico.

Fuimos hasta la cocina de su casa, y desde allí me pidió un taxi. No sin antes invitarme a un concierto en el Colegio Emil Friedman (donde la educación musical es la columna vertebral), en el cual se le rendiría un homenaje. Y fui hasta el Colegio Emil Friedman. Allí tocaba una orquesta de adolescentes, que invitaron a Aldemaro a dirigir una pieza. Lo hizo con la mano, sin batuta, y con la contundencia de una guillotina. Amazing.

Fue mentor del mundialmente afamado director venezolano, Gustavo Dudamel, quien ha declarado a la prensa internacional, que casi lloraba, cuando Aldemaro le explicaba cómo dirigir la Fuga con Pajarillo. “Era como si Beethoven te explicara cómo dirigir la Quinta Sinfonía”, ha dicho. Dudamel hizo una versión magistral de esta pieza, con la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar, que puede verse fácilmente en Youtube.

Una piecita rara, pero compleja y vigorosa, es Pajarillo en Onda Nueva. También la grabó con Charly Bird. Uf. Hay tantas composiciones de Aldemaro que se me vienen a la cabeza. Pero sin duda, su obra cumbre fue Dinner in Caracas, una recopilación de clásicos de la música venezolana, versionados para orquesta sinfónica. “Ese disco es el Doña Bárbara de la música”, me diría aquel día.

También me dijo en ese breve encuentro, cuyo recuerdo es un tesoro invaluable: “No busques el disco de la banda sonora de La Epopeya de Bolívar. No lo vas a conseguir en ningún lado”. Palabra cierta. Pude descargar el Tema de Amor por Internet. Y mi padrino de bautismo, mi segundo padre, el ingeniero Gustavo Undreiner, me legó el soundtrack de la película en cuestión, a su muerte, ya hacen más de 10 años.

“Estoy concentrado en componer música académica exclusivamente. Me levanto todos los días a las 4 am, a componer en el piano”, me dijo Aldemaro, en esa cita de 2004, para encontrar la muerte tres años después, el 15 de septiembre de 2007. Era diabético. Murió de 79 años, por una complicación de la diabetes. Pero dejó un legado inmenso, una obra poliédrica, que acá no podría apretar; y dar un vuelo rasante, no tiene sentido.

Yo me atrevería a afirmar que Aldemaro Romero nació destinado a la música. Pero fue el trabajo duro y férreamente disciplinado, lo que le permitió levantar una obra de esas proporciones universales. Sería imperdonable dejar de lado a sus musas: la mítica María Teresa Chacín, y la gran María Rivas. Con ambas hizo conciertos memorables, y grabó duetos que son -hoy por hoy- parte sustancial de su legado.

Genio total. Una obra vasta y poliédrica. De la más llana canción popular, a las más exquisitas, complejas y refinadas composiciones académicas. Pianista excepcional, con una voz que nunca lo acompañó –la verdad sea dicha-, pero que al final del día era su humilde vía al corazón de quienes lo admiraban, seguían y respetaban. Gloria de la patria. A la par de Gallegos, de Reverón, de Cruz-Diez, de Soto o de Rafael Cadenas.

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