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¿A la expectativa del 2016?

Dentro de mi lógica, pensaba que la palabra expectativa provenía de esperar, pero en realidad su raíz latina, exspectātum, hace referencia a algo visto, guardando más relación con espectador.

Sabemos que actualmente significa una ilusión o una esperanza que se tiene sobre cierto algo o evento, pero curiosamente implica una espera pasiva, sin hacer nada. Cuando estamos “a la expectativa” de algo, esperamos unas circunstancias que se desarrollen sin nuestra intervención.

Para ser sincera, detesto este concepto. Comprendo que hay veces que es necesario dejar que los eventos fluyan de tal manera que sólo podemos esperar, pero ¿No es acaso esperar una de las tareas más tediosas de la humanidad?

Siempre he admirado a las personas con paciencia, porque es una de las cosas que más falta me hace, pero no admiro la pasividad. Se puede esperar haciendo algo, ¿No?

Con cada año que termina, las personas suelen colocarse metas para el siguiente o pedir deseos, como los países que solemos comernos las 12 uvas con las 12 campanadas que marcan el inicio del año nuevo. No sé qué tan útiles sean esos propósitos para otras personas, pero a mí no suelen funcionarme. Me parece extraño que nos coloquemos esos propósitos sin trazarles un plan de acción. Supongo que es más fácil pedir deseos.

Las ideas supersticiosas son muy naturales en el pensamiento humano. Incluso el más racional tiene una creencia que no tiene basamento científico. Sin embargo, eso sigue sin justificar el estar expectante ante ciertos eventos de la vida.

Si consideramos nuestra existencia como una metáfora de un escenario, creo que podemos ser actores, directores y guionistas al mismo tiempo, pero no público. Pienso que dejar que los otros tomen las acciones sobre tu propia historia es de la más triste de las ideas. Colocar a otro en la posición activa es fácil y cómodo, vaya que lo sé porque lo he hecho, pero también sé lo bien que se siente tomar el timón.

La idea de crecer y envejecer es ir dejando de estar a la expectativa de los otros y entrar a accionar. Es complicado, cansa, no siempre sale bien, pero la sensación es maravillosa cuando hay resultados.

Si levantas una copa este 31 de diciembre, que sea por menos brazos cruzados y más constructores, comenzando por los tuyos propios. A mí también me toca intentarlo.

Por un 2016 lleno de ideas llevadas a la acción, ¡Salud!

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