Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Azucena Mecalco
Azucena Mecalco - ViceVersa Magazine

A hombros de gigantes

¿Cómo se validan las ideas? Es una pregunta que muchos nos hemos hecho, sobre todo dentro del ámbito académico. Mientras cursamos los niveles elementales de la educación, los profesores se esfuerzan por enseñarnos, por ejemplo, que hacer un resumen no significa copiar fragmentos y pegarlos en otro documento para finalmente firmarlos con nuestro nombre; sino que consiste en un proceso de reestructuración cerebral en el que nosotros leemos, comprendemos y por consiguiente somos capaces de expresar el contenido de un texto con nuestras propias palabras.

Al avanzar en el mundo académico se añade también el formato de las citas y la acreditación de aquellos autores que tomamos como referente para la creación de un texto. Sin embargo, éstas son herramientas que debemos utilizar solamente como punto de partida para desarrollar un pensamiento lógico, que arranque de nuestra propia experiencia y la relación intersubjetiva con los textos y autores con los que convivimos como lectores.

Mas, existe un sesgo ideológico en cuanto ingresamos a los niveles de educación superior. De forma casi generalizada nuestro pensamiento queda condicionado por la cantidad de citas que somos capaces de introducir en un texto, e incluso en una conversación, hasta el punto en el que nuestras ideas se resumen a buscar conectores que vinculen las citas necesarias para crear un trabajo teórico soberbio pero nada original. El pensamiento universitario comienza entonces a volverse un amasijo de ideas ajenas que jamás reflejan los pensamientos reales del autor, si es que éste de verdad los tiene.

Pero, ¿acaso el estudiante es culpable de carecer de ideas trascendentes que alienten el avance del conocimiento?, lo es sólo en cierta medida, sin importar qué tan novedoso sea un juicio parece carecer de validez si no lo ha dicho antes un autor consagrado, pues al ver una afirmación desconocida dentro de un texto, la pregunta inmediata de los profesores será: «pero, ¿quién dijo esto?». Es entonces cuando surge nuevamente la pregunta ¿cómo se validan las ideas?

Todo el proceso de creación se torna en una espiral interminable en la que debes buscar y rebuscar dentro de las teorías ya existentes alguna que mencione el postulado que pretendes presentar y si no existe simplemente queda descartado, ya que si no figura dentro de la literatura previa pierde credibilidad. Una nueva pregunta aparece ¿es el estudiante capaz de crear ideas propias sin necesidad de citar a Nietzsche, Schopenhauer, Habermas, u otros? Lo es. El único problema es que su palabra, en tanto no pertenezca a una élite académica carece de aprobación.

El avance del conocimiento está condicionado en el mundo académico. Las bonitas enseñanzas de los niveles de educación primaria se desvanecen en el momento en el que nos obligan a incorporarnos al mundo del Op. cit.

Autores como Pierre Bordieu ya hacían mención a este fenómeno: «violencia simbólica»; porque finalmente, si nuestro discurso no es aceptado, o por el contrario es descartado, ello se torna en un acto violento, debido a que no nos concede la calidad necesaria como individuos para sostener una idea. Y en la medida en la que nuestros discursos no son aceptados no figuramos como parte activa de la sociedad que nosotros mismos conformamos.

Diariamente surgen quejas debido al estancamiento del conocimiento. Se escuchan y leen referencias nostálgicas de cómo antes la producción intelectual alcanzaba niveles superiores a los actuales, mas no se repara en que mientras no le permitamos a los individuos generar sus propias ideas, nutridas con argumentos lógicos y sustentables, el conocimiento seguirá estancado, pues no se puede avanzar con citas y referentes. Estos deben ser solamente base para la generación de conocimientos actuales. Es verdad que como bien decía Isaac Newton «si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes», pero no basta con subir, mirar y reproducir, es necesario elevar la vista más allá para alcanzar a observar y comprender lo que nuestros antecesores no vieron y lo que gracias a ellos se encuentra mucho más cerca de nuestro alcance.

Hey you,
¿nos brindas un café?