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Francisco Martínez Pocaterra

A bailar, que lo que viene es joropo

El régimen de Maduro, que es de él y una élite corrupta que ha entregado el país a cambio de morocotas, en la primera semana de enero ha arremetido contra medios, y también personas, tras la instalación de un parlamento que no reconocen las genuinas democracias del mundo, ni tampoco nosotros, los venezolanos. No es nuevo. El hostigamiento por parte de entes gubernamentales, el SENIAT y CONATEL en algunos medios, y el FAES en La Vega (supongo que una vez más, buscan al fulano Coqui), ya ha ocurrido antes. Tal vez esté apretando el gobierno. Ahorcando, pues. O, quizá tema que en este país veamos en los medios una suerte del Mightor que se paseó por Capitol Hill. Claro, más local. Algo así como un disfraz de Tamacún o del Enmascarado de Plata (o una versión Cachacascán).

Puede que el tirano, que lo es, aunque como a todos, no le agrada que lo llamen así a pesar de hacer todas las satrapías de uno, se sienta fuerte, y como le sugieren algunas de las féminas del entorno, y no contorno, como si fueran ellas tajadas de plátano frito o arroz blanco, aprese a Juan Guaidó. Creo yo, no obstante, que hacer eso sería mucho más dañino que dejarlo tranquilo, haciendo las mismas pendejadas inocuas, por aquello de los amigotes que tiene por detrás. Puede que la censura sea mayor, pese a que, sea por esa nueva cablera simplona y mediocre u otras, que bien sabemos, prestan un servicio pésimo, los venezolanos ya no ven televisión local… ¿o sí? De todos modos, si entrevistan a los mismos y estos dicen las mismas sandeces, es como ver capítulos de Hechizada o Mi Bella Genio.

No sé. Tal vez arremeta porque está de mal humor, el tirano, ese que no le gusta que le mientan de ese modo, ni de otras formas menos refinadas, pero, sin dudas, más populares y al decir de mi abuela, vulgares. Puede que las hallacas le hayan caído mal y los dolores de barriga y las diarreas, propios de estas fechas post-navideñas, le hayan agriado el carácter, porque, fastidiado por los retortijones, ya no pueda bailar salsa ni echar chistes malos, y como los patricios romanos, que no eran cristianos sino paganos, y por ello, se comportaban como hijoeputas (vocablo que me robo del Desbarrancadero de Fernando Vallejo), la pague con algunos medios díscolos, o el fulano Coqui, que, en sus predios, o, mejor dicho, entre los pobladores de esas zonas marginadas, es una suerte de Robin Hood (quien, dicho sea de paso, era un demagogo inmundo muy hábil con el arco y la flecha).

Lo cierto de todo esto es que se vienen días muy malos. Ya sabemos, su parlamento dojo-dojito no es bien visto, y a la hora de prestar unos cobres, término este que tomo prestado de los maracuchos, puede que los acreedores, que, sin importar amistades ni parentescos, ni mucho menos filiaciones ideológicas, van a cobrar sus reales; y dado que no resulta muy legítimo, como parece ser, por aquello de haberlo votado cuatro pelagatos, y, si por un tiro de suerte, ocurre la transición (cosa que dudo), se quedarían ellos con los crespos hechos, si es una novia en el altar, o las ganas, si es un novio apurado por comerse el postre, como diría mi abuelita (que de estar viva sería muy viejita). Nada enoja más que la falta de plata y los aprietos económicos, y que los amigos miren para otro lado cuando pides prestado, porque roban la tranquilidad y el buen sueño, mucho más que los pecados, como bien sabemos.

Si viviéramos en tiempos de Boves, un caudillo realista que perpetró satrapías propias de emperadores romanos (que eran paganos, ya dije, y por eso, hacían cosas que solo hacen los hijos de puta), podría decir: a bailar, que lo que viene es joropo.

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