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Venezuela en la encrucijada

“Hay años que hacen preguntas, y años que las responden”, como  acertadamente señala la escritora norteamericana Zora Neale Hurston. Y en Venezuela el 2015 se presenta como un año en que debemos generar nuevas preguntas que ayuden a definir nuevos rumbos, ante quince años de respuestas insensatas. Y las preguntas que hay que hacerse parten necesariamente de una realidad en ruinas. Y es que quince años de chavismo empeñado en darle vida a un cúmulo de ideas muertas –con su mentalidad patrimonial, su incompetencia proverbial y su conjuro permanente del odio y de la división- no han podido ser tolerados ni siquiera con el mayor ingreso de divisas de nuestra historia.

Los hechos, las intuiciones y los presagios anuncian un desplome general, ante el cual los demócratas no podemos cejar en buscar soluciones no violentas, constitucionales y democráticas para enderezar la crisis que vive el país. Ello requiere, sin embargo, el definitivo reagrupamiento de todas las fuerzas democráticas en torno a una propuesta político-ideológica para la trasformación del país, basada en una narrativa sobre el impacto de la democracia en el alma de la nación y en torno a una estrategia para enfrentar al gobierno y ganar el apoyo popular. 

Está de moda centrar la crítica al chavismo en sus falencias económicas, pero el daño mayor, el que sin duda será más difícil de solucionar, es el daño antropológico. Lo antropológico es crucial y no tan solo por el cáncer de la división –que fuera producido por Chávez -, sino porque el Régimen ha repotenciado el ADN militarista que pervive en las mentes venezolanas desde el origen de la república. Vivimos en una anomia y una anarquía porque, entre otras sinrazones, tenemos un Estado donde el vicio y la injusticia se dan la mano, convertida la sociedad en un cuartel al lado de un (decreciente) pozo petrolero.  

Ante lo anterior, los ciudadanos deben estar convencidos de que la oposición partidista se opone a lo mismo que ellos se oponen. Han concordado recientemente, con declaraciones y comunicaciones,  Capriles, Machado, López y Ledezma: Esto es muy bueno y se requiere ampliar aún más la base democrática de la oposición.  Se necesita una oposición que esté en la calle, que  movilice la protesta democrática en la calle. No para crear guarimbas, pero tampoco para marchas sin sentido y sin objetivos, o cacerolazos que en la actualidad sólo molestan a los vecinos. 

Las elecciones parlamentarias de este año son políticamente inminentes. Fomentar la división de la oposición y  aumentar al máximo la abstención de los opositores son los dos objetivos coyunturales del régimen. Por eso, harán todo lo posible para promover  la idea de que con un Consejo Nacional Electoral (CNE) desequilibrado a favor del gobierno es inútil votar; así mismo tratarán de fortalecer las sospechas de que las máquinas de votación permiten violar el secreto del voto. Sin embargo, la historia demuestra que incluso con árbitros controlados por el régimen  la oposición puede lograr un cambio de gobierno (Pinochet, Violeta Chamorro, Fujimori, o Ferdinand Marcos, son ejemplos a mencionar.) Si la oposición gana clara y contundentemente, reflejando todas las encuestas previas serias, no hay CNE o fraude que valga. Al perder las elecciones de una manera evidente se pierde la legitimidad, nacional e internacionalmente. Y aunque el gobierno haga fraude,  militares, jueces, fiscales, policías, empleados públicos en general y hasta diputados gobiernistas,  pensando en su futuro, quizá buscarán caminos para abandonar el ”barco”, antes de que se hunda, acelerando así el proceso del “naufragio”.  En Venezuela las elecciones parlamentarias quizá no serán suficientes para el cambio, pero son un paso necesario y decisivo. Además las elecciones  sirven también para organizar, movilizar y entusiasmar a militantes y simpatizantes, y descubrir, seleccionar y fortalecer liderazgos actuales o emergentes. Por tanto, hay que llamar a votar masivamente.  La unidad de la alternativa democrática es indispensable, quien agrede a la unidad, consciente o inconscientemente, está favoreciendo al  gobierno.   Ante el creciente cataclismo  la única respuesta del gobierno ha sido el aumento de la censura, la represión y la intimidación. Sin embargo, Maduro y su equipo están profundamente equivocados. No prevalecerán el miedo, la resignación y las armas. Serán decisivamente vencidos por una esperanza democrática renovada, así como la razón vencerá a la irracionalidad de este irremediable desorden que sufrimos.

Nota: Este artículo resume un documento más amplio redactado a seis manos con los amigos Abdón Vivas Terán y Marcos Villasmil con quienes comparto los ideales del humanismo cristiano. 

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