¿No queda claro, entonces, camaradas,
que todo los males de esta vida nacen
de la tiranía de los seres humanos?
George Orwell
Se cree que la conquista de Groenlandia por parte hordas vikingas se debe al derretimiento de los glaciares que permitieron a los bárbaros navegar por un ártico primaveral. El período cálido medieval se ha comprobado a través de datación de radiocarbono, recolección de sedimentos y por los registros sobre el cultivo de uva: se sembraban en algunas de las regiones más septentrionales de Europa.
Las fechas comúnmente aceptadas por los paleoclimatólogos varían entre los siglos X al XIV, previo a la Pequeña Edad de Hielo. Los textos bajomedievales, como El libro del Buen Amor, mencionan las cuatro estaciones o bien dividen el año en dos estaciones. Sin embargo, esto es por una división lingüística y no una evidencia de una diferencia climática, ya que estas dos estaciones se subdividían en dos a su vez. Vera Yagüe nos recuerda en El clima intuido de Madrid medieval, que verano equivalía a primavera mientras estío era verano.
El mismo autor señala que el uso de mulas, las cuales son mejores para arar terrenos secos, evidencia una disminución de lluvias conforme se abandona el periodo cálido medieval. Cervantes, por su parte, describe hayas y no pinos manchegos, es decir, árboles que requieren más humedad. El exceso de precipitación es una característica intrínseca de los periodos más cálidos del planeta.
La civilización maya entró en su Clásico Terminal (es decir, el final de su apogeo), alrededor del 800 d.C. Aunque existen casi un centenar de hipótesis de porque ocurrió esto, la revista National Geographic en su artículo Civilizaciones que se desaparecieron por el cambio climático asegura que el abandono de las grandes ciudades fue debido a una sequía y un aumento de la temperatura que, según la NASA, fue de unos alarmantes seis grados. Se calcula que la megasequía duró doscientos años. Esto no solo se explica por la coincidencia de fechas con un período de enfriamiento en el hemisferio norte previo al Período Cálido Medieval (relacionado con una baja en las precipitaciones), sino por la deforestación que perpetuaron los mayas para mantener los cultivos durante una época de sobrepoblación. Es decir, mientras el hemisferio norte se enfriaba en su mayoría, esta región deforestaba subía de temperatura y se secaba. Sin embargo, muchos antropólogos refutan esta teoría y proponen contrargumentos.
El poeta espartano Alcmán, del siglo VII a.C., ya hace mención de cuatro estaciones (aunque su suma le da tres en un error que Anne Carson disecciona en Ensayo sobre las cosas en que más pienso lo que indica cierta estabilidad: las regiones templadas han mantenido un patrón de cuatro estaciones inclusive con las grandes variaciones de temperatura.
El paleoclimatólogo Giffor Miller asegura que el período cálido medieval responde a un concepto demasiado simplista y poco útil. Las investigaciones apuntan a que este cambio pudo darse de forma desigual a través del mundo y también con variaciones en el mismo.
Una investigación de Neukom y Gómez-Navarro arrojó una luz similar sobre la Pequeña Edad de Hielo (1300-1850 d.C.). Analizando los anillos de árboles antiguos, los sedimentos y los exoesqueletos de corales, determinaron que el enfriamiento no fue homogéneo. Asimismo, concluyen que solo el 40% de la superficie global alcanzó temperatura en extremo altas. Lo preocupante es que ellos mismos afirman que el calentamiento global de finales del siglo XX sí se ve reflejado en 98% de la superficie, convirtiéndolo en un fenómeno sin antecedentes.
Los períodos de cambios climáticos experimentados por la humanidad desde el máximo del Holoceno (6000-2500 a.C.) hasta la Pequeña Edad de Hielo son evidencia de un clima cambiante por efecto de ciclos, corrientes marinas y erupciones volcánicas, que han tenido efectos concretos en el desarrollo de civilizaciones. Sin embargo, las más recientes investigaciones muestran que han sido generalizaciones o han pecado de simplicidad al no ser homogéneas sobre todo el planeta. Una evidencia de ello es la permanencia de las cuatro estaciones evidenciado desde autores grecolatinos. Difiere del calentamiento global presente cuyo efecto sí se manifiesta en casi toda la superficie terrestre.