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Necesitamos técnicos

Es tanta la competencia por conseguir trabajo que olvidamos que antes de ser alguien por el hecho de recibir un título universitario, somos personas.

Hace unos días causó revuelo la noticia de un niño de 12 años que ingresó a la UNAM. Todos están maravillados, se dejan llevar por la publicidad y muchos quisieran que también sus hijos fueran ya estudiantes universitarios, a pesar de su corta edad, olvidan que el juego y la experiencia de los adultos que los rodean son la base de la educación. El conocimiento como la fruta necesita un proceso de madurez. Muchos argumentan que necesitamos más formación y más información, pero el problema es que estamos saturados de información. Los maestros se quejan, los estudiantes tienen un déficit de atención que es considerado y tratado como una patología. En realidad, es la consecuencia de un exceso de estímulos y también afecta a los adultos.

Saber es imprescindible, carecer de conocimientos elementales impide identificar a los enemigos de la humanidad: el hambre, la enfermedad, la incomunicación. Sin embargo, necesitamos equilibrio, en la era de las comunicaciones le hemos dado mucha importancia a la ciencia y nos estamos olvidando de la filosofía del ser, de la convivencia humana, de la compasión, no enseñamos a pensar y a estimular la solidaridad cósmica. Más que de una educación formal, necesitamos que en las aulas se aliente la capacidad de reflexionar. Hay que evitar depender de una calificación y por el contrario es necesario aprender a tener más seguridad en uno mismo, mayor sabiduría, sentido común, y creatividad. Hay que fomentar el arte innato que llevamos los mexicanos en nuestro ADN.

Desgraciadamente somos consumidores y hedonistas: poderoso caballero es don dinero, no importa de donde venga. Anteriormente era privilegio de muy pocos tener un título nobiliario, hoy en día parece indispensable conseguir un título universitario, de manera que abundan las licenciaturas, las gratuitas, las que pagamos con los impuestos, las de cinco estrellas y las llamadas patito. Es tanta lo obsesión por una licenciatura que menospreciamos las carreras técnicas y a los ingenieros de oficio: los fontaneros, electricistas, albañiles, mecánicos, herreros, panaderos, zapateros, pintores, artesanos, obreros, costureras, empleadas domésticas, cocineras, estilistas, jardineros, campesinos, pescadores, los vendedores y bueno… se me escapan muchos más.

Me pregunto qué haríamos sin estos expertos. Creo que el país se paralizaría. Son tan indispensables, que algunos hasta ganan más qué un psicólogo, un maestro y hasta que un ingeniero civil. Pero, seguimos creyendo que el éxito está en un título universitario, que, de no tenerlo, no somos nadie. Y ahí no para la creencia, también pensamos que hay que seguir con una maestría, un doctorado. Sin embargo resulta que cuando estas personas buscan trabajo les dicen que están sobre calificados y los salarios no están a la altura.

Necesitamos darles un mejor lugar a las carreras técnicas y a los ingenieros de oficio, motivarlos a desempeñar bien su trabajo, que se sientan orgullosos de seguir la tradición de lo que aprendieron en su familia. Necesitamos un cambio de filosofía que tiene que ser holística, ecológica y espiritual, para ofrecer una alternativa al realismo materialista en el que estamos inmersos. Hay que alentar actitudes solidarias para devolverle al ser humano el sentido de pertenencia a su familia, a la patria, a la tierra, y al universo. Además fomentar la responsabilidad que permita transitar por otros caminos diferentes a los trillados por la cultura materialista. Son necesarios una espiritualidad simple, ética de la solidaridad, responsabilidad, creer en el trabajo bien hecho, en ser competentes, y en la honestidad para evitar la corrupción.

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