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La nueva cruzada

Cada día más, Venezuela se hunde. Cada día más, nos apartamos del futuro y nos anclamos en el pasado, en el fracaso, en las ideas obsoletas. Más allá de la pésima calidad de los servicios, del internet flojo y los apagones, de escasez de agua y de transporte público y de efectivo, está la verdadera tragedia venezolana: el hambre, la miseria y la muerte, que deambulan por las calles impúdicamente, como lo hacían en los villorrios del medioevo europeo.

Venezuela retrocedió. La ilusión de muchos, que en 1999 vieron como salvador a un militar, jefe de un alzamiento (si es que lo fue, realmente), padecen ahora esta horrenda pesadilla. Su objetivo, una vez alcanzado el poder, siempre fue ejercerlo a perpetuidad e incluso, una perpetuidad física que es ilusoria y desde luego, ridícula.

Sin embargo, y he aquí la tragedia mayor, al parecer, para muchos, no se trata de un proyecto regional que busca someter a la buena parte del hemisferio occidental al capricho majadero de una izquierda que no asume el fracaso del socialismo. Para muchos no deja de ser tan solo un mal gobierno. Uno, cuando mucho, opresivo, tramposo, pero jamás un proyecto de la envergadura que en efecto, es.

El empobrecimiento no es consecuencia de malas políticas, sino de un proyecto, cuyo propósito es justamente ese, depauperar para sojuzgar. La pésima calidad de vida de los ciudadanos preocupa muy poco a la élite. Por el contrario, es la evidencia del éxito de su plan. Chávez nunca lo ocultó. El socialismo era la meta y estaba consciente de que en ese tránsito, iba a haber bajas, casualties, le dicen los angloparlantes. Para la intelectualidad opositora jamás se ha tratado de una guerra sin cuartel contra el statu quo, pero para el chavismo, sí. He ahí su más caro error, y la causa de sus fracasos, y debo decirlo, de éxito revolucionario.

El nuevo frente amplio, que nace creando muchas expectativas, no puede desdeñar estas verdades. No puede seguir funcionando como un aparato electoral que busca mejores condiciones para celebrar las presidenciales. Debe plantarse como un frente unitario, cuya razón de ser es la reconstrucción de la democracia en Venezuela. Eso es, desde luego, mucho más grande y profundo que simplemente ganarle a Maduro.

La élite chavista ya se ha preparado. Siempre lo hace. Aun ganando, quien sea que gane, si no hay una rectificación de fondo, si no se resuelven las causas de la crisis, cuyo origen está en la esencia del proyecto revolucionario, el gobierno resultante será un espejismo, una ilusión.

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