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Crisis en la relación maestro-alumno

La vocación de maestro conduce a uno de los oficios más importantes: su misión es contribuir a construir buenos ciudadanos. Con el avance de los derechos humanos, el maestro ha perdido el poder que tenía. En años pasados hasta golpeaban a los alumnos con la anuencia de los padres; existía la creencia que “el conocimiento con sangre entra”. Lo sufrimos muchos sin poder denunciarlo. El poder, más que la autoridad era la manera de educar y no quedaba de otra que someterse.

Afortunadamente hay buenos maestros, de esos que nacieron con vocación y que están orgullosos que sus alumnos los superen. Pero en México y en muchos otros países tenemos una crisis en la educación, la cultura se ha vuelto permisiva y se ha perdido el respeto a la autoridad, no es un problema solo en el campo de la educación, es un problema de la sociedad. La misión del maestro es apropiarse de los conocimientos y compartirlos con los niños, los privilegiados y los marginados. Con dolor hay que admitir que no todos son buenos maestros, tenemos mediocres y faltos de vocación. Sus condiciones de trabajo no son bien remuneradas y en muchos casos aceptan bajos salarios por necesidad.

No es fácil educar en democracia, cuando venimos del autoritarismo y sufrimos tanta descomposición social. Muchos se preguntan; ¿qué sentido tiene enseñar principios éticos y valores morales, a los niños y jóvenes si luego tienen que convivir en un mundo donde abundan los crímenes, la corrupción, la violencia, el narcotráfico y políticos que roban y no son sancionados?

No podemos cruzarnos de brazos y dejar que más jóvenes terminen en la delincuencia. Tenemos que inculcar ideales de transformación, tomar consciencia del cuidado del planeta, que nos está expulsando por todo el daño que le hemos ocasionado. Los valores son una forma de resistirnos a lo que existe, los valores siempre están en crisis, porque el valor surge de la crisis, de la necesidad. Nos enteramos que a veces se fragua una complicidad maestro-alumno, profesores sin ética que piden dinero a sus alumnos a cambio de pasar un examen. En Nuevo Laredo (México) un maestro prometía pasar su materia a cambio de 300 dólares, hace unos días supimos también de otro docente de la UDG del Centro Universitario de la Ciénega, que tenía tiempo pidiendo mil pesos para dejar a sus alumnos pasar el examen, hasta que se animaron a denunciarlo.

Otro factor que hay que tomar en cuenta es que muchas veces las tareas son excesivas, los alumnos duermen pocas horas para entregarlas. La OCDE recomienda cuatro horas de tarea a la semana, pero la mayoría de docentes no lo toma en cuenta y en cambio pide una tal cantidad de trabajos, que las horas no son suficientes para cumplirla. Lo único que consiguen en esos casos es que los jóvenes odien la escuela y en lugar de motivarlos los desaniman. Es necesario profesionalizar la educación, enseñar a los alumnos a pensar, hacer las clases más dinámicas, adecuarse a los tiempos. Niños y jóvenes reciben tantos estímulos que les cuesta concentrarse y mantener la atención.

Se invierten muchos recursos en programas que sirven solamente para pagar burocracia, sindicato, cambios de gobierno y hasta funcionarios que no saben leer. Y mucho menos para la educación. Los maestros no pueden ser juzgados únicamente por pasar una evaluación, también necesitan someterse a un trabajo terapéutico. El saber académico no es suficiente, los docentes son humanos, tienen traumas sin resolver y hay quien proyecta sus problemas personales en los alumnos. “La función de la educación es enseñar a pensar intensa y críticamente. Formar inteligencia y carácter, esa es la meta de la verdadera educación”. Martin Luther King.

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