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El mejor oficio del mundo

Decía Gabriel García Márquez que “el periodismo es el mejor oficio del mundo”. Estamos ante una idea sencilla –era el estilo de Gabo- pero asombrosamente cierta y abarcadora. Un estudiante de primer semestre puede pensar que le espera un lecho de rosas, y no es así, pero es verdad que no hay nada más sublime que la adrenalina del periodismo, para aquellos que realmente amamos esto, y nos jugamos el pellejo en cada letra.

Al comienzo, el periodismo lo hacían los mismos escritores, cuando no existían las escuelas de periodismo. La academia dio estructura al negocio, y enriqueció inmensamente el oficio, pero –en cierta medida- a reportear sólo aprende uno reporteando. La universidad está básicamente, para acceder a un corpus documental, y ya es cosa de uno leer o no, estudiar o no, ponerle corazón o no.

El próximo 07 de octubre, cumpliré 19 años de haber arrancado a trabajar, como redactor de noticias nacionales y de economía, en la Edición Meridiana de El Noticiero, despacho de noticias de Venezolana de Televisión (VTV), el canal del Estado. Estaba Rafael Caldera (fundador del partido social cristiano COPEI), vivo y en el poder. Mi primera entrevista profesional fue a la inmensa Sophía Imber, con ocasión del Salón Pirelli de 1997.

De allá para acá, es mucha el agua que ha corrido debajo del puente. A veces me ha tocado estar arriba, y a veces me ha tocado estar tendido sobre la lona. Ergo, ¿qué es lo que quiero remarcar? ¡Claro que se trata del mejor oficio del mundo! Pero uno debe tener claro que no puedes amar la rosa, y odiar la espina. Tu lecho de rosas, estará minado de espinas, y eso –de algún modo- es lo que da sentido a cada jornada de un reportero.

 

No pain, no gain

Los estadounidenses usan frase que a mí me gusta mucho, para referirse al mundo de los negocios: no pain, no gain. Es decir, si no llevas dolor, no cobras. McCartney lo dijo de otra manera, en Lady Madonna: “¿did you think that money was heaven sent?”. Es preciso tener algo claro: el periodismo es un negocio. Puro y duro. No hay lugar para sensiblerías baratas, para actitudes quijotescas, y el mercado no espera por nadie. Don’t get sentimental.

No country for old men. El periodismo no es corte y costura. No es juego de niños. En el cielo de los mercados la pelea es a cuchillo, y nadie se pone sentimental. Acá no hay niños de pecho. El periodismo no es literatura, y, se serlo, apenas llegará a ser una forma bastarda de literatura. Eso no tiene por qué restar calidad al producto, y es entendiendo esto, y sólo así, como se puede llegar a generar piezas históricas, y a la vez comerciales; viables.

No en balde, se le conoce como “el cuarto poder”. En Venezuela, fue la prensa quien influyó para que Carlos Andrés Pérez fuera enjuiciado, y, finalmente, sacado de Miraflores. También fue la prensa quien lanzó una alfombra roja a los pies de Hugo Chávez, ese indescifrable karma, esa maldición egipcia, que aún hoy nos atenaza, y que llevó a la patria de Bolívar (una potencia petrolera) a una hambruna sin claras referencias recientes.

Luego, la responsabilidad de un reportero es inmensa. Por esto, debe medir muy bien cada palabra que despacha al editor, contar cada paso que da cuando se dirige hacia las fuentes –y ponerse en sus zapatos-, elegir muy bien su corbata, antes de acabar por echarse una soga al cuello. Dios está en los detalles. El periodismo es un negocio de detalles. De estrategia, pero también de pasión y dolor.

 

Nada más sexy

Para mi gusto, es esto, y no otra cosa, lo que hace del periodismo “el mejor oficio del mundo”. Quien quiera comodidad, horarios distendidos, debe dedicarse a otra cosa. Hay que saber trabajar bajo diabólica presión, y eso tiene que ser una droga dura para el reportero, debe suministrarle un placer casi sexual. Por algo decía Sophía Loren que para ella no había “nada más sexy que ver a un hombre haciendo bien su trabajo”.

Un camarógrafo de Televen me decía siempre una cosa, que resume al dedillo la vida de un reportero, y la vida en general: “se sufre, pero se goza”. Gabo agregaba que se emborrachaba todas las noches porque “sufría como un perro”. Ojo con las visiones angelicales. Para esto hay que tener, de entrada, un talento natural, como lo debe tener –verbigracia- un músico. Pero eso es sólo el inicio: luego hay que trabajar muy duro.

Para Mario Vargas Llosa, el talento vale madre; él dice que lo único importante es la disciplina. Un reportero debe nacer con un talento para esto, y –al verificar que lo tiene- entonces debe consagrarse a pulir -cada vez un poco más- ese diamante en bruto que es su talento. Nada cae del cielo. El éxito no llega por azar. Toneladas de trabajo duro. Eso es lo que hace falta, si se tiene el talento de base. Lo demás va llegando solo.

Y es hermoso. Ver un texto publicado es sabroso. Dar un batacazo es colosal. Sí. Se gana buen dinero. Si logras entrar en lo duro, y sales bien parado, puedes ganar muy buen dinero. Pero eso no debe ser lo más importante. El periodista tiene una función social, idéntica a la del médico. El periodista es el médico de la sociedad. Y también es el principal proveedor de los historiadores. Somos historiadores del minuto. Pregúntale a la gente de Twitter.

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