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Los coleccionistas de cicatrices

Existen vivencias que nos marcan para toda la vida. Recuerdos escondidos en nuestras cabezas que, aunque no los tengamos presentes en todo momento, están ahí, vigilándonos. Los psicoanalistas llaman a estas vivencias con el nombre de cicatrices. Son experiencias que definen parte de nuestra personalidad y que además, se convierten en algunas de las razones principales del porqué hacemos lo que hacemos.

En mi caso, querer ser periodista viene de muchas cicatrices vividas, que marcan mi personalidad. Están ahí, como tatuajes del pasado y su trabajo es recordarme día a día el motivo de porqué quiero ejercer esta profesión.

Esto sucede por muchas razones. Por ejemplo, cuando vives literalmente, toda tu vida bajo la sombra de una dictadura que hace metástasis y poco a poco deteriora a tu país. Cuando ves cómo, en las calles, policías están matando a personas en una protesta y al mismo tiempo, a través de cualquier medio, ves y oyes al Presidente en cadena nacional diciendo chistes o bailando al ritmo de la sinfonía de Dudamel.

También cuando trabajas en algún medio y te amenazan que cerrarán tu programa por hacer comentarios que no están de acuerdo a lo que promueve tu gobierno. Pasa cuando hay censura y peor aún, cuando hay autocensura.

Sucede cuando tienes que hacer colas de horas y horas para conseguir comida. También cuando secuestran a tus amigos y familiares por simplemente salir de sus casas. Cuando ves las morgues de las ciudades desbordadas, pero llenas de fantasmas, pues esto no sale en ningún medio. Pero sobretodo, sucede cuando te vas de tu país y ves que no sólo tu país está deteriorándose, sino que son varios que tienen ese germen que nos limitan nuestras libertades.

Muchos cuando se convierten en razones para ejercer esta profesión que predica verdades. Pero el periodismo ya no es solamente un motivo, en este caso, es una necesidad.

Siempre he pensado que quien ejerce esta profesión al pie de la letra (es decir, con responsabilidad y ética) es por defecto, una buena persona. Alguien que quiere alzar la voz por los que no la tienen; que quiere enfrentarse a un poder injusto a través del diálogo, la verdad y la argumentación, es una persona inteligente y digna de gran admiración. Pienso que, para describir a un gran periodista, no existen adjetivos que le hagan justicia. El periodista es el encargado de armar un rompecabezas al que llamamos realidad. Su responsabilidad es entonces, abrirle los ojos a la sociedad.

El periodista ayuda a las personas a pensar para que no sean manipuladas, permitiendo así que tomen decisiones por si solos. El trabajo del periodista, como menciona Ryszard Kapuscinkski, “no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”.

Por eso escogí esta gran carrera, que genera cambios y que escribe la historia pero en tiempo presente. Que redacta vivencias y que narra historias ordinarias y las convierte en algo extraordinario. Un trabajo en el que se coleccionan recuerdos escondidos en nuestras cabezas que, aunque no los tengamos presentes en todo momento, están ahí, vigilándonos como sociedad. Los periodistas se encargan de explicar cómo es el mundo en el que vivimos.

Escogí una carrera que registra cicatrices, cicatrices colectivas. Me hace feliz saber que mis cicatrices, siempre presentes, me han traído hacia estos caminos y que me recuerdan día a día, que el periodismo es una necesidad a la cual quiero dedicar mi vida.

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