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Video Instalación

Sex Game – Interacciones contemporaneas

Video Instalación

Hace unos días se presentó en la ciudad de Buenos Aires el Work in Progresse Sex Game, la versión beta de una video instalación interactiva del colectivo artístico digibeast – contemporary art projects. A partir de esta, se intentaba plantear de forma lúdica las dinámicas de interacción sexual efímera entre los seres humanos, reflexionando desde un lugar más accesible una de las actividades más característica y primitiva de la sociedad.


Se trata de una obra que se nutre de múltiples fuentes: primero, de las relaciones humanas, luego de la tecnología, de los nuevos medios para la presentación de obras artísticas y de nuevas narrativas desde las cuales reinterpretar temáticas de la cotidianidad.

¿En qué consiste?

Imagínate un miembro masculino que dispara proyectiles a una barrera de órganos sexuales femeninos, los cuales a su vez dejan caer, como lluvia, besos que debes evitar. Ahora, imagina que van cayendo anillos de compromisos y un celular –el tuyo, valga la simbiosis-, con un mensaje que dice ¿dónde estás? Si tocas alguno de los dos, eventualmente, pierdes.

Ahora imagínate que lograste superar ese universo. Lograste salir ileso, hacer que las “conchas” voladoras gimieran ¡Oh yeah! Y descifrar el sonido a 8 bits hasta cantar “I want to fuck you like an animal”. ¿Lo reconoces? Se oyó entré los espectadores, Nine Inch Nails.

En esta obra son muchos los elementos que intervienen y alimentan el discurso. En este sentido, la elección por la referencia al video juego, específicamente al género Arcade, no es azar. Ya que se trata en este caso, de una elección que acompaña significativamente al tema y su iconicidad. En este género, los juegos son relativamente fáciles  y se basan en la destreza del participante, tal y como suele suceder en las dinámicas efímeras que concluyen con intercambios casuales.

No tiene mayor complejidad, y allí radica su riqueza. La gente se engancha y se divierte. Se acompaña y se anima. Una vez entraban en contacto con la obra, entre ellos se explicaban las reglas, él le explicaba a ella. Muchos se resistían. Ella lo invitaba a él a jugar. También estaban los que volvían, para quienes el juego se convertía en reto. Están aquellos para quienes esto es un estilo de vida. ¿Los podemos juzgar? ¿Hablamos del video juego o de la temática de la obra? También. No viene al caso. Lo importante acá es que nadie pierde. El gran valor en estos dispositivos, en este juego, en las dinámicas sexuales y en esta obra es la “rejugabilidad”.

Este “replay value”, es uno de los elementos que esta obra rescata de su referente y utiliza como recurso narrativo para realizar una analogía entre el placer de los encuentros sexuales y la diversión efímera del video juego. Mientras juegas Sex Game, así como en las dinámicas sexuales, no importa el resultado, la poca duración termina asegurando la reincidencia. La idea es terminar el juego satisfactoriamente y mantener vivo el deseo de comenzar nuevamente.

Con Sex Game todos disfrutaron. Una vez ingresaban al cuarto de juego, los grupos se galanteaban entre ellos, se retaban y se cedían el puesto para que todos pudiesen ser parte. Había complicidad. No se lamentaba la pérdida. ¡DAAALEEE, DAAALEEE, SIIII! Gritaban al unísono cuando descubrían que habían completado el primer universo.

¿Qué? ¿Hay uno más? De hecho son tres. Así que sigue intentando hasta llegar al final.

¿Ahora cómo es? Preguntaban ansiosos. A pesar de que no se intelectualizó -in situ- la puesta en relación y en juego de estos elementos, eso no importaba. Como tampoco importó que en el nuevo universo subsiguiente quien protagonizara la acción fuese una “concha” carnívora, el sonido divertía. Con tal, todo es disfrute y ahora el ¡Oh Yeah! tenía voz grave. Eso sí importó en la realización, todas las posibilidades tenían voz.

Existe placer en la violencia, en esa pasión sexual que se desmide. Al final, eso es lo que fundamenta a los encuentros casuales. El arrebato del momento, la impulsividad, el instinto animal y el deseo cómo movilizador. No hay agresión, hay proyectiles, no disparos. Hay mordidas, hay escape y estrategia. Hay que entender las reglas del juego. Hay que tener ganas de jugar. De llegar al último universo de esta versión y atravesar, seguir. Esquivar los prejuicios y entender que la cosa es así. Que si lo sabes, disfrutas. No te importa volver atrás o aprender las nuevas normativas, los nuevos comandos.

¿Quién me supera? Gritaba vanagloriándose alguno de los participantes. Otros, más tímidos, observaban divirtiéndose sin participar, como quien le escucha el cuento del fin de semana al amigo.

Dale, anímate. El “Sex Game” es divertido y fácil, ven y te explico.

La experiencia dio para todo. Entre nosotros, para vivir la necesidad de ponerle onda a la situación y así los ánimos de los espectadores no decayeran, casi un performance. Dio para repensar los límites del arte cuando alguien preguntó ¿cómo hago para tener esto en mi casa? -¿Cambiaría esto la esencia de la obra?- Habría que evaluarlo.  Al final, todos hemos jugado el “Sex Game”, y sabemos que da para engancharse o para huir. Sin embargo, lo importante es tener la experiencia, y, cómo con cualquier obra de arte, acercarse e interactuar, ver qué más tiene por decir, escuchar lo que dice el otro al enfrentarse a lo mismo que uno, disfrutar y compartir.

La video instalación interactiva Sex Game, se presentó el pasado 10 de septiembre en el marco de la segunda edición del evento  “Pase y cierre la puerta”, organizado por Juan Ignacio Retamal en el bar Milion, en la ciudad de Buenos Aires Argentina.

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