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Alta Fidelidad

Fidelidad. Esa parece ser una palabra que ha perdido prestigio entre las parejas de hoy. Parece que lo que mola es poner los cuernos. La gente siente vergüenza de ser fiel a su pareja. Y creo que esto hace parte de la miseria humana del siglo XXI. Incluso ha salido a flote una nueva tendencia: los neo-solteros. Gente que renuncia a la vida conyugal, para darse la gran vida, y concentrarse en acumular mucho dinero. Todo el posible.

El hedonismo es cool. Y yo también tengo un griego entre pecho y espalda. Pero, vamos, qué bello es encontrar a un par de personas que se aman, y renuncian al uso vacuo del cuerpo, en aras de cultivar eso que Fito Páez llama “el amor a través de los años”. La gente cree que un matrimonio es echarse palos y tener buen sexo. Es eso, sólo en parte. Con los años, el amor puede ser una cosa demoledora.

Mis padres llegaron casi a los 50 años de casados. Y no fueron pocas las tormentas stendhalianas que esa bella pareja atravesó. ¿Amor? Amor es mi mamá con 75 años, durmiendo en una cama portátil, en un hospital público, para acompañar a su pareja, mi papá, quien luchaba –preñado de ilusión y ganas de vivir- contra un cáncer que finalmente se lo llevaría al otro mundo.

¿Amor? Amor es mi abuela materna, echándose al hombro a mi abuelo, quien tuvo que ver amputada una de sus piernas, luego de un accidente, mientras vivíamos en Francia, allá en los años 70’s. Caramba. Que todo se ha vuelto BlackBerry y silicona, acá en el vacío siglo XXI. No es fácil ser católico practicante en 2015, y no va a serlo en lo que queda de siglo. La vida es lucha. Pero nadie quiere nada que no sea un trago de diseño.

No tiene nada que ver con mentalidades pacatas, ni retrógradas. Mientras escribo esto, estoy escuchando “All that you can’t leave behind”, ese álbum colosal de la banda irlandesa U2. Pensar que Bono, siendo una estrella de proporciones siderales, está casado con la misma mujer que conoció en el cole.

Acá le dejo un fragmento de mi cuento “Paula”, escrito en honor a una mujer que me voló la cabeza. Acá está lo que yo pienso de la fidelidad y del amor:

“Paula, bella Paula… ¿dónde estás? ¿En el rojo de mis venas? ¿En el azul eléctrico de la garganta de la media noche? ¿En el refulgir plateado de tu blusa de satén, ceñida a tu torso dulcemente simétrico? ¿En el ph de tu saliva? ¿En el verde oliva de tu falda? ¿En el pliegue suave de tus manos níveas? ¿En el dulce olor a crema de tu cuello? ¿En el sabor áspero del queso azul y el vino tinto? Paula, mi bella Paula… ¿Dónde estás?

Cada mes que pasa me hago menos a la idea de ya no tenerte. Recuerdo el embrujo de estrellas tornasoles alborotadas en mi cabeza –como navajas- que fue amarte, enamorarme de ti. Cómo hundías con ternura tus dedos largos y delicados en la maraña de mi pelo negro azabache. El piano robusto en medio de la sala de nuestro apartamento. La biblioteca ciclópea en el estudio. Las revistas regadas por el suelo. El café negro y el chocolate a media tarde.

Ahora me paso los días escuchando música sin parar. Es la única forma en que consigo apaciguar un poco los pensamientos. Creo que venderé los muebles y el apartamento. Necesito comenzar una nueva vida. Lejos de todo lo que me recuerde que tú y yo fuimos una pareja estable y hermosa. Que fuimos… que fuimos lo más bello y lo más grande…

Quizá me vaya a París o a Bogotá. ¿Tú que piensas? Creo que me vendría bien cambiar de ambiente y de clima. ¿Ya encontraste una nueva pareja? ¿Qué se yo? A mí se me ha hecho difícil, pero sólo han pasado tres meses y medio. Llené nuestro viejo cuarto de rosas rojas y abrí las ventanas de par en par. El olor me recuerda tu sonrisa, que me hace tanta falta. Además compré la misma marca de champú que tú usas. No debería aferrarme. Lo sé.

¿Sabes? Siempre me gustaron tus pies, perfectamente cortados. Tus labios cremosos, limpios y rosas. Siempre me gustó ver el brillo de tu lengua rojo escarlata. Tus pestañas largas como cisnes negros. En cierta forma era música. Todo lo que nos pasaba era música. Y ahora que acabó… bueno… ¿Alguna vez podrás perdonar todo lo fuerte que fue mi manera de afrontar el final? Ojala que sí.

Yo todavía te amo. Me imagino que lo sabes. La verdad siempre se impone. Y quiero que sepas que no, que en el fondo de mi corazón, no hay nada más fuerte que el deseo de volver a estar junto a ti. Quizá más adelante podamos comprar la casa que nunca compramos, y cultivar las fresas que siempre soñamos en cultivar. Y quizá también podamos tener unos críos milagrosos, sanos y fuertes… Creo que voy a romper a llorar…

Paula, bella Paula… ¿dónde estás? ¿En el rojo de mis venas? ¿En el azul eléctrico de la garganta de la media noche? ¿En el refulgir plateado de tu blusa de satén, ceñida a tu torso dulcemente simétrico? ¿En el ph de tu saliva? ¿En el verde oliva de tu falda? ¿En el pliegue suave de tus manos níveas? ¿En el dulce olor a crema de tu cuello? ¿En el sabor áspero del queso azul y el vino tinto? Paula, mi bella Paula… ¿Dónde estás?”.

DIOS ES AMOR
ALTA FIDELIDAD

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