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El Padrino

Mario Puzo fue pobre, aproximadamente, hasta los 40 años. Sólo hasta el lanzamiento de El Padrino, este neoyorkino de raíces sicilianas lograría salir de la miseria. Es la vieja y clásica historia de los escritores. Antes de El Padrino, la obra de Puzo era sesuda y profunda, pero con esta gran historia de la mafia –el género le pertenece- el maestro da un toque comercial a su pluma robusta, culta y masculina.

Una vez le preguntaron a Mario Puzo si él pertenecía a la mafia: “Si yo fuera parte de la mafia, no tendría necesidad alguna de escribir”, fue lo que disparó, por toda respuesta. De hecho, el maestro siempre decía que le aterraba un personaje como Don Corleone. Sin embargo, podría decirse que la mafia que dibuja en El Padrino es el honor en pasta, la hombría en persona, más allá de la crueldad de Don Corleone. 

La versión que hizo Francis Ford Coppola para el cine, honra perfectamente al libro original. No así la segunda y la tercera parte, que, si bien no son malas películas, distan mucho de ostentar la calidad sin mácula de la primera. Puzo fue guionista de ambas, pero esa magia primigenia, de la primera pieza de la saga, deriva precisamente del texto base que es la novela en sí, un obra maestra, a todas luces.

Puzo entró de cabeza en Hollywood, e incluso llegó a ganar el premio Oscar de la Academia. La versatilidad de su pluma fue tal, que alcanzó a redactar el guión de una de las versiones que la Meca del Cine hizo de Superman. También dio continuidad al tema de la mafia, con algunas películas que tuvieron su origen en un libro, como –por ejemplo- la cinta Omertà.

Honremos la verdad: mi escritor preferido, el que más logró influirme hasta ahora, es Fedor Dostoievski. Pero si este ruso me tocó el alma, Mario Puzo me dio una patada entre las piernas. Novelas como El Último Don no tienen, ni con mucho, el nivel de El Padrino, pero vale la pena leerlas, ya que –sin ser en rigor literatura de aeropuerto- uno encuentra centellazos magistrales en la pluma del maestro.

La última novela de la mafia, que logró escribir Mario Puzo, se tituló en el inglés The Family, y fue traducida al castellano sencillamente como Los Borgia. La tesis de Puzo era que los Borgia fueron la primera gran familia de la mafia, y Rodrigo Borgia –el papa Alejandro VI- el primer gran padrino de la historia. La novela la termina de escribir Carol Gino, compañera del maestro, ya que la muerte llegó antes para Puzo.

Pero, si algo es cierto, muy pocos escritores pueden jactarse de ser el máximo exponente de un género. Puzo no sólo es el creador de la novela de la mafia, sino, hasta ahora, la pluma más alta que el mismo ha parido. Sólo con El Padrino, Mario Puzo podía morir en paz. Es una novela cuyo mérito esencial no es un verbo demasiado refinado, sino una destreza en las imágenes, auténticamente brutal, más el ensamblaje de la trama.

El Padrino no es otra cosa que la más refinada clase de gerencia que nadie pueda recibir. Es una obra llena de sabiduría, de máximas universales, sobre la vida, sobre los negocios, sobre el poder, sobre la hombría, sobre el honor. No puede decirse que la novela tenga el nivel de Guerra y Paz, de León Tolstoi, pero El Padrino –a todas luces- es una obra de talla universal.

Uno sería injusto si dijera que Puzo era un genio menor. Es verdad que hay escritores superiores: Shakespeare, Cervantes o Dostoievski lo superan. Pero Puzo hizo el trabajo, y lo hizo sin dejar cabos sueltos. En lo personal, sólo resiento que su obra se haya dejado influir tanto por Hollywood. Los libros que Puzo escribe a partir de los 90’s son obras divertidas e interesantes, pero demasiado comerciales.

Muchas veces he pensado que Don Corleone, en el fondo, era un retrato del propio Mario Puzo. Si alguien le hubiera asomado esa idea, estoy seguro que la hubiera rechazado de plano. Pero dicen que uno escribe siempre mejor de lo que más conoce. Pareciera que toda esa sabiduría siciliana, la hubiese extraído el maestro de su propia crianza, de sus propios valores, de su propia personalidad.

En fin, a mi El Padrino me cambió radicalmente la vida. Descubrí el libro hacia el año 2002. Acababa de romper relaciones con una chica, y me fui a las inmediaciones del Teatro Teresa Carreño, a dar un paseo. Allí le compré a uno de los hippies que venden libros una edición empastada de la novela, en azul aguamarina, con tremendo Smith & Wesson presidiendo la tapa.

Un par de años después, me tocó abrir fuegos en el periodismo de negocios. Y, la verdad sea dicha, de todos los libros de Management que hasta ahora revisé, ninguno aportó tanto a mi carrera como El Padrino. Aquel hippie me hizo una oferta, que no estuve en condiciones de rechazar.

Dicen que ficción y realidad son marido y mujer, que se persiguen uno al otro sin parar. Desde que descubrí la novela hasta hoy, son muchas las cosas que han cambiado en mi vida. Ha corrido mucha agua por debajo del puente. Es verdad –sin duda- que un libro puede cambiar tu vida para siempre. Omertà. 

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