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Karl Krispin

24 horas sin Internet

La humanidad vive hoy su mejor era por encima de las dificultades políticas, los socialistas y el Estado avasallante. La tecnología nos da un sistema de vida único. Pronto no tendremos ni que conducir: de hecho en estos momentos hacen en Singapur un ensayo con taxis sin chofer. Así como para tener repúblicas hay que tener republicanos, para vivir las bondades de la técnica hay que ponerla al servicio de lo humano. ¿Quién podría pensar hoy en un mundo sin conectividad, sin la parrilla de los canales de TV de este ancho mundo? ¿Cómo sería nuestra civilización sin un tuit, sin un email capaz de transportar en milésimas de segundo toda una biblioteca?  En la época de la Revolución  Industrial surgieron los luditas, los seguidores de Need Ludd, quienes creían no sin razón que la máquina los desplazaría de sus trabajos. Hoy atestiguamos el mismo drama: reducciones laborales que dejan a miles de trabajadores a diario en la calle. Estos despidos masivos son el primer enemigo de las libertades económicas porque el sistema los pone del lado que aprovechan los agitadores contra el sistema y otros indignados. Por otra parte, la educación se está quedando rezagada frente a los cambios vertiginosos en las propias disciplinas tecnológicas. El mundo se ha hecho veloz y no lo alcanzamos.

En las republiquetas tiranizadas por populistas y gritones se corre un riesgo aún mayor ya que ni siquiera rozamos la actualidad. En nuestro país, Venezuela, hemos pasado de la modernidad a la premodernidad con total arrojo y poco indica que saldremos del foso. La falta de divisas dificulta todo y tenemos una conectividad que produce carcajadas en el universo digital. Mientras escribo esto, padezco 24 horas sin Internet que me ofrece una muy poco comunicativa compañía llamada Inter, y cuyo “ejecutivos” parecen no comprender el idioma castellano. Llamar a un tele operador es caer entre androides que se escudan en prefabricados y escuetos términos. Sus favoritos son: “Correcto”, “no manejamos esa información”, “en este caso”, “se están tomando las previsiones”. Al final del intento de charla, uno se pregunta si estos contestadores al otro lado de la opción 4, comprenden el drama de su precariedad.

Estar sin Internet es como rescindir nuestro contrato con la contemporaneidad. Desarrollamos una patología por no permanecer a un flanco de las grandes noticias. Y pensar que alguna vez despachamos cartas y esperamos durante días una respuesta. Cuando vuelva la Internet, mi alegría será muy pasajera porque damos ya todo por sentado en esta época instantánea. En las cartas del pasado al menos le rendíamos culto al tiempo y lo honrábamos.

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