El tiempo no existe.
Existen la experiencia, la lección.
El punto y aparte.
Existe la voluntad de seguir adelante, de derribar esas fronteras que a veces impone la mente para superar los miedos callados que todos tenemos.
2020 lo llamo el año de la fuerza, más allá de la tristeza.
La valentía del reconocimiento humano por sobre cada dificultad que nos golpeó en la cara de repente y nos puso de frente a lo que realmente somos capaces de aprender y superar.
Y es mucho lo que podemos mirar con la conciencia despierta.
No todos lo ven. No todos lo sienten. Eso está bien, cada quien se reconoce íntegramente en su debido momento.
En estos meses de confinamiento muchos hemos aceptado debilidades para intentar convertirlas en fortalezas.
Aprendimos a encarar verdades y temores, viendo al futuro con valentía, a pesar de la incertidumbre.
Vivir un día a la vez se convirtió en una premisa, sin dejar de atesorar en la memoria pequeños momentos, que sin duda, son los más importantes.
Entendimos que aquellas situaciones que no podemos cambiar, lejos de frustrarnos, deben convertirse en una lección de fortaleza y paciencia, que mientras más sepamos agradecer, más paz nos traerá.
2020 gracias por:
Hacerme reír. Hacerme llorar, estudiar, trabajar, escribir, meditar, pensar, luchar, valorar y amar por sobre todas las cosas, siempre.
No existe el tiempo, cuando la voluntad de alcanzar y ser se impone con absoluta verdad, sin egoísmo ni prejuicios absurdos salpicados por el ego.
Por un 2021 que nos siga enseñando que lo más importante es ESTAR con SALUD.
Lo demás se construye con constancia y coraje, incluso la felicidad.