“Todos quieren la paz, y para asegurarla, fabrican más armas que nunca”
Antonio Mingote
2.977 vidas perdidas. Guerra en Irak y Afganistán. Lucha contra el Terrorismo. Teoría de la Conspiración. Un informe oficial. Objeciones contra ese informe oficial. Controles de Rayos X por doquier. La peor o la mejor racha de Bush –dependiendo del cristal con que se mire-. La captura y ahorcamiento de Saddam Hussein –y el sadismo de aquella imagen recorriendo el mundo-. Un Museo para el silencio hiriente, en el espacio que hace 13 años sufrió el dolor más hondo del mundo. Una cicatriz en la memoria de los neoyorquinos, de los estadounidenses, de los americanos, de los ciudadanos del mundo, de la humanidad. Esa memoria que se encarga de cumplir con su función: recordar, sin entender, que el miedo es un derecho humano universal. Todo esto –y mucho más- ha pasado desde el 11 de septiembre de 2001, hasta hoy.
¿Cómo un hecho tan estridente puede ser mirado solo desde un lente? El lente de una cámara de video, el de una cámara de fotos, el de anteojos delante de los ojos. El lente que sea no tiene el aumento suficiente para mirar el corazón de las víctimas, para medir el impacto del dolor, para entrevistar al terror, para captar ese instante de pánico en los ojos de esos hombres y mujeres que estuvieron en el World Trade Center, en el Pentágono o en Pensilvania, la mañana de aquel fatídico 11S.
Televisar la desgracia: El imaginario social modificado por los Medios
A partir de aquel día, el nuevo orden mundial, cambió. Pero también se afianzó la idea de que los medios de comunicación son el cuarto poder –o el primero, tal vez-. La manera como la televisión narró los hechos de los aviones estrellados contra las Torres Gemelas de Nueva York y cómo los periódicos, la radio y la web comenzaron una matriz de opinión directamente relacionada con “la tesis oficial” de que esta tragedia tenía nombre y apellido: Saddam Hussein. El mundo entero estaba convencido de eso.
Fue entonces cuando la “Guerra” dejó de ser una palabra abominable para convertirse en la venganza del dolor. ¿Quién podría negarse a una guerra contra “los únicos responsables de tantas muertes de inocentes”? ¿Quién, abrumado por el dolor de semejante desgracia mundial, podía preferir el silencio a la venganza? ¿Quién podía creer algo distinto de lo que los Medios de Comunicación se encargaron de difundir durante los días posteriores al 11S, las semanas posteriores, los meses posteriores y los años posteriores?
Teun Van Dijk, un teórico de análisis de discurso, propone un “cuadrante ideológico” que los medios de comunicación cumplieron a cabalidad en torno a los hechos del 11S. Se trata de cuatro estrategias discursivas que explican el funcionamiento de la comunicación ideológica para beneficiar o perjudicar a determinados grupos o personas. Esas estrategias son: en primer lugar, enfatizar información positiva sobre nosotros (“Estos ataques pueden destrozar el acero de nuestros edificios, pero no pueden destruir el acero de nuestra determinación” G.W.Bush sobre la valentía y determinación de los Estados Unidos de América); enfatizar información negativa sobre ellos (“Miles de vidas se desvanecieron de repente por unos actos terroristas despreciables” G.W. Bush sobre los terroristas a quienes les adjudicó la responsabilidad de lo ocurrido); suprimir información positiva sobre ellos (“El terrorismo contra Estados Unidos es loable porque está destinado a responder a la injusticia” O. Bin Laden hablando de la “injusticia” de EEUU); suprimir información negativa sobre nosotros (“Estados Unidos y sus aliados nos masacran en Palestina, Chechenia, Cachemira e Irak” O. Bin Laden justificando lo ocurrido).
Esto no quiere decir que los medios de comunicación deban estar a favor o en contra de una u otra postura, simplemente, en honor a la responsabilidad de los periodistas y de los medios de comunicación masiva, se trata de aprender a dar un paso a un lado de cada situación –por difícil que esto sea- para poder narrar los hechos sin tomar una postura antes de una investigación que pruebe cualquier tesis. Se trata, en definitiva, de que los periodistas seamos perros guardianes de la democracia, la libertad y la verdad y no perros falderos del poder.
2.977 vidas perdidas. Y una memoria que se encarga de cumplir con su función: recordar, sin entender, que el miedo es un derecho humano universal.