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Alfons Martinell

Alfons Martinell: “Cuando un estado o un gobierno se pone a dirigir la cultura es autoritarismo”

MIAMI: Existen eventos históricos importantes capaces de cambiar el destino de las personas. Para Alfons Martinell ese momento llegó a comienzos de la década de los ochenta en España, cuando decidió hacer de la cultura su misión de vida. Las instituciones franquistas no tenían programas de cultura local, por lo tanto, durante la restauración democrática de las instituciones, el sector cultural asumió una función muy importante en la recuperación del espacio público y la cohesión social. Martinell con una energía y vocación loables se dedicó a la formación de gestores culturales y a desarrollar la cooperación cultural internacional. Actualmente, cuenta con más de 30 años de experiencia en estos campos. Asimismo, ha participado en políticas culturales y acciones de gobierno. Un hombre apasionado por la cultura y el arte, es por ello, que ha contribuido incesantemente a su desarrollo. Director honorífico de la Cátedra Unesco “Políticas Culturales y Cooperación”. Experto internacional con extenso trabajo en Latinoamérica y el Caribe. En esta oportunidad, el Programa de Estudios Andinos del Centro Latinoamericano y del Caribe, (Latin American and Caribbean Center) de Florida International University (FIU) lo invitó a Miami, a dictar una conferencia sobre la Cooperación Cultural Internacional en las Sociedades Latinoamericanas, para dejar abierto un espacio a la reflexión y quizás desarrollar estos campos en esta ciudad.

¿Después de 30 años formando gestores culturales en Europa y América Latina, hoy en día, la gestión cultural es considerada una profesión?

En España y en Europa es una profesión que se ha ido configurando a partir de la necesidad de mano de obra para estos centros, y nos dimos cuenta que esas personas no tenían una preparación. Entonces, empezamos a diseñar formaciones para los gestores culturales. Hoy en día en España y en muchos países de Europa, la gestión cultural es considerada una profesión, como un epígrafe profesional, como usted puede decir, médico o abogado.

En Latinoamérica también. Hay maestrías en muchos países como: Bolivia, México, Colombia, Argentina, Uruguay y Chile. Se ha creado una red de formación de gestión cultural bastante importante.

– ¿Qué son gestores culturales? ¿Cuál es su objetivo?

El objetivo es aprovechar el potencial que tiene la cultura para el desarrollo de su sociedad. No es tanto un administrador público, aunque puede estar en lo público, sino una figura profesional que es capaz de dinamizar la vida cultural de nuestras sociedades. De alguna manera, las sociedades modernas requieren proyectos culturales, que no son solamente de las artes, sino muchas veces están unidos con problemas de la comunidad tales como: recuperación de identidad, convivencia multicultural, emergencia de lenguajes expresivos. Y a veces, ciertas instituciones culturales son muy clásicas y no conectan con esta vida cultural contemporánea.

Gestión quiere decir: buscar recursos, hacer viable, imaginarse, diseñar proyectos, presentarlos, buscar patrocinio; con el objetivo de crear un producto creativo. Quizás lo que demuestra la imagen más clara y contemporánea de la gestión cultural, es que alguien tiene una idea muy buena y el gestor hace que las personas se articulen alrededor de ella. Yo creo que la gestión contemporánea es eso: haces un espectáculo, pero alguien ha pensando en el sitio, la seguridad, los contratos, la iluminación, etc. Ha manejado grupos de expertos para que esto fuera un resultado. La palabra gestión es muy latina, en inglés es difícil, porque la palabra administración en inglés se asocia más a burocracia. Y en inglés también administración es dirección. Pero no hay una traducción literal. Es esa idea de proyecto y saber manejar todos los ingredientes para que sea efectivo.

– ¿Y los artistas forman parte de los gestores culturales?

Los gestores culturales son los que diseñan, programan, gestionan y administran proyectos, donde los artistas pueden participar o no. Pero también es verdad que hay una generación de artistas y de creadores, que incluyen en su proyecto el management y la gestión. Por lo tanto, se mezclan más los procesos de creación con los procesos de gestión.

Asimismo, no hay que ser artista para ser gestor cultural. Yo no tengo ninguna afinidad artística, pero me gusta la gestión cultural, y me dedico a esto porque me gusta estar con los creadores, disfrutar de ellos, me fortalecen y satisfacen mis necesidades. Y el gestor cultural -volviendo al principio- es el que pone al ciudadano en contacto con esto, es el mediador entre el artista y el público. El que permite que yo conozca esta realidad.

– Usted hace énfasis en que la gestión cultural tiene que ser a nivel local para que sea exitosa.

A pesar de la sociedad virtualizada que tenemos, la mayoría de las necesidades culturales de los ciudadanos se dan en el ámbito local. Por lo tanto, hay una parte local muy importante en la cultura, es el lugar donde se aprenden los hábitos. Hoy en día, lo local dialoga con lo virtual, pero se relaciona mucho. Por ejemplo, los jóvenes en las noches quieren salir, si hay un bar atractivo que toca música en vivo, salen porque tienen la necesidad de distraerse y divertirse. Entonces, estas vivencias son locales. Desde la perspectiva de lo que aporta la cultura al desarrollo y al bienestar es evidente. Aunque yo me encierre en mi casa, esta parte social, la necesito y quiero que la ciudad me la dé. Y esto es fundamental en cualquier persona. Cada uno busca sus necesidades y a partir de ahí, articula relaciones sociales. Todo esto se mezcla en la vida cultural de la ciudad. Lo local tiene mucha importancia porque es el lugar donde estas necesidades se cumplen, a pesar de que hoy en día también hay necesidades que se cumplen por la vía de lo virtual. Dicho de otra forma, tú puedes entrar en el museo del Louvre virtual y verlo muy bien, pero la experiencia de pisar el museo Louvre es local, es una experiencia donde compartes con otras personas con los mismos intereses, lo que yo llamo “la cultura del roce” -tocando al otro- me siento parte de alguien que le gusta lo mismo que a mí, y esa experiencia me genera una satisfacción de mis expectativas.

– ¿En el campo de la gestión cultural, es necesario el desarrollo legislativo a nivel nacional?  ¿O puede ser contraproducente?

Yo creo que es necesario. Hay algunos temas que son a nivel nacional tales como: protección del patrimonio, protección del derecho a la propiedad intelectual, algunos temas de hacienda fiscales. Claro, ¿la legislación que ha de hacer? En cultura, lo que no pueden hacer los gobiernos es dirigir la cultura de los ciudadanos. La legislación sirve para proteger y facilitar, lo que yo llamo un estado facilitador, no un estado director. Porque cuando un estado o un gobierno se pone a dirigir la cultura es autoritarismo. Todos los nacionalismos en la historia han utilizado la cultura y la han limitado. Y han dicho: “esto es cultura y esto no es cultura” ¿Quiénes son ellos para decidir? Ya escogeremos nosotros. Cuando los nacionalismos juegan a dirigir la cultura, y a veces existe esta tentación, sobre todo cuando no hay una cultura democrática profunda, estos gobiernos quieren intervenir en la creación, y no es función de ellos, porque deben respetar los derechos culturales de los ciudadanos.

– En América Latina ¿Cómo se ven reflejados estos derechos culturales?

Existe una dialéctica de la que se habla muy poco, y es que los ciudadanos tienen derechos culturales. Generalmente, en América Latina se asocian a las minorías, básicamente indígenas. Y es una idea errada, porque los derechos culturales abarcan a todos los ciudadanos. Usted como ciudadano tiene unos derechos, entre ellos los culturales, que es: libertad cultural, protección de su obra, respeto de su obra, garantía de acceso, libertad de escoger. Y esto no tiene que pertenecer a ningún grupo étnico. En América Latina durante décadas se ha perdido mucho el concepto, ahora está otra vez recuperándose. A veces, la definición de cultura puede ser un debate demasiado académico. Pero lo más relevante, es que los ciudadanos decidan lo que para ellos es importante en la cultura y esté educado para ello. Para los estudios de políticas culturales todo no es cultura, ni cultura lo es todo. Hemos de delimitar un ámbito, es decir, el ámbito que va desde lo creativo, lo comunitario y las necesidades culturales de los derechos de los ciudadanos. Pero hay que poner límites porque si no es ingestionable.

– Usted ha trabajado extensamente en Latinoamérica donde existen muchos problemas sociales ¿Cómo ha visto la evolución de la gestión cultural en esos países?

Yo he tenido mucho contacto con Latinoamérica desde hace muchos años. Y he visto una evolución muy interesante en gestión cultural. En Colombia, estaban haciendo encuentros sobre el aporte de la cultura a la paz. En Chile también hay mejoras. En Ecuador también desde otra perspectiva. Pero si que ha habido un avance importante. Y hoy en día hay un capital humano que no tiene nada que envidiar a Europa. Quizás el problema en América Latina es que hay más gente preparada y proyectos que posibilidad de ejecutarlos, porque no hay un entorno que facilite la ejecución. Pero buenos proyectos y buenos gestores culturales los hay, con mucha capacidad, hoy en día homologable a Europa, gente muy buena, que tienen ideas innovadoras. Quizás la situación de esos países no le dan juego.

El caso de Venezuela, es quien iba más avanzado y se ha perdido el tren. Había muy buena gestión cultural y muchas cosas interesantes. Yo me acuerdo que fui 3 días y había un circuito en el Teresa Carreño, unos espectáculos impresionantes, un nivel de excelencia bastante bueno. Esos son los vaivenes de la vida. Y sobre todo cuando la política interfiere en las instituciones culturales. Lo rompe porque quiere definir lo que es cultura y lo que no. Y estos nacionalismos y ciertos populismos no son positivos. Lo cierto, es que tenemos en nuestras sociedades colectivos importantes que no tienen acceso a la cultura por problemas sociales, y que no tienen una educación cultural. Pues esto es exactamente lo que tenemos que trabajar. Por ejemplo, un caso muy positivo en Venezuela, ya sé que es conflictivo, lo que ha hecho el maestro Abreu con las orquestas sinfónicas: enseñarle música a niños de clases sociales muy bajas y llegar a excelencias. Se ha demostrado la relación de la cultura con el desarrollo y la reducción de la pobreza.

– Usted también habla del presupuesto del gobierno hacia el área cultural. Muchas veces se tiene la errada idea de que no es rentable y es por ello que no invierten para desarrollarla.

A veces el gobierno tiene que gastar dinero para esto. Yo voy a hablar en la conferencia ¿En qué ha de invertir el gobierno? Quizás no ha de invertir en cosas en las que pueda invertir el sector privado, sino que tiene otra función. Eso es un gran problema que tiene la cultura, que los gobiernos tienen ganas de hacer cosas que están fuera de su competencia.

En cuanto a la idea de la importancia de la cultura para el desarrollo, los estudios que se han hecho en América Latina del sector cultural y la economía de cultura, demuestran que la economía creativa es una parte importante del producto bruto, superior a otros sectores. Es un problema de mentalidad.

– ¿Y cómo se logra innovar esa visión clásica de la cultura?

Los gobiernos han de pensar que la cultura aporta muchos tangibles e intangibles como: cohesión social, empleo directo e indirecto. Por ejemplo, para montar un concierto de rock, no necesito solamente a un grupo de rock y un mánager, necesito una tarima, un equipo, mucha gente que trabaja alrededor. Y luego aporta empleo indirecto, porque si hago un concierto, beneficio a los bares, restaurantes, que ganarán más dinero gracias a que yo hago esto. Entonces, la cultura tiene unos valores agregados muy importantes. Y esto a veces los gobiernos no lo valoran porque tienen una mentalidad clásica de la cultura. Una “ciudad creativa” que es un concepto que se utiliza ahora, es una ciudad que atrae innovación, pero que también va unida a una investigación científica y tecnológica, porque hay ciertos ambientes tecnológicos y empresariales que quieren una ciudad creativa al lado. Está demostrado que la cultura aporta al producto interno bruto, al empleo y valores agregados a la sociedad. No hay duda de esto, hasta diría que aporta imagen, atrae visitantes, turistas, etc.

– ¿Han logrado avances en los últimos años?

Hemos logrado, poco a poco, que este lenguaje y esta reflexión se vaya incorporando. No digo que sea fácil, pero hoy en día, en la Unión Europea el papel de la economía creativa se acepta totalmente como papel de desarrollo. En América Latina, también hemos conseguido que se vaya cambiando el lenguaje y el concepto. A la cultura le cuesta mucho cambiar la mentalidad, mira muy poco a futuro, siempre mira al pasado. Y esto es un problema para conectar con los jóvenes, porque están entrando en una era totalmente diferente.

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