Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Zozobra

Últimamente me despierto con zozobra. No sé si dormí lo suficiente o si durante la noche me desperté varias veces. Salirme de la cama me cuesta trabajo, especialmente si escucho las noticias por la radio. Acostada y con los ojos bien abiertos me quedo hasta 20 minutos. Cuando finalmente decido incorporarme y me pongo frente al espejo, le pregunto a la imagen si estoy de buen o mal humor. No me contesta. Ella también tiene cara de zozobra. La veo ojerosa y envejecida.

Conforme pasa el día me voy animando, pero siempre con un dejo de zozobra. No obstante procuro hacer mis tareas cotidianas, leo el periódico, contesto correos, escribo, voy al súper, pienso en el menú, escribo, reviso mi WhatsApp y me quedo helada ante tanta guerra sucia contra los candidatos presidenciales, en especial contra López Obrador. Del sábado a ayer, recibí decenas de mensajes de la serie «El Populismo en Ámerica Latina», igualmente se repiten como enviados el video fake, del Papa, en el que le dice a AMLO que no debería de utilizar su nombre; lo mismo van dirigidos contra Margarita Zavala, Meade y Anaya; son tantos comentarios tan negativos e insultantes, encuentro estéril transcribirlos.

Cuánta ira, odio, coraje, rabia y desinformación a la vez. Hace unos días una prima me dijo: «¿Sabías que López Obrador gana 3 mil millones de pesos anualmente, y que es dueño de una súper residencia en La Toscana?». Cuando le dije que eran rumores y que no era verdad, me vio con ojos de absoluto desprecio. He asistido a reuniones en las cuales el tema de conversación invariablemente gira alrededor de las elecciones. Por lo general son encuentros entre personas educadas y a pesar de ello, todos se interrumpen, hablan al mismo tiempo y a gritos defienden a su candidato: unos están con Anaya, otros con Meade, pero todos contra López Obrador. «Si gana me voy de México». «Yo estoy viendo unos departamentos en Madrid, para llevar a la familia allá». «Por favor, no pronuncien su nombre, es de mala suerte». «No lo van a dejar ganar. ¿Creen de verdad que los Estados Unidos lo permitirán?». «Aunque nos choque Anaya tenemos que votar por él». «Diario estoy mandando miles de tuits contra ya saben quién». «¿Cómo ven si nos exiliamos a Costa Rica?». «Los que votan por él no saben leer ni escribir. No saben lo que significa la palabra nacionalizar. Son los que nunca han ido a un aeropuerto». En estos monólogos, prácticamente nadie se refiere a los tres estudiantes de Guadalajara o a la violencia. Jamás tocan el tema de la nave industrial de Anaya, ni del conservadurismo de Margarita Zavala. Eso sí, la mayoría arrasa con todo contra el PRI. Ninguno de ellos se refiere a la democracia, al valor del voto o a la necesidad de un cambio.

Lo peor de todo es que en estas discusiones ya no tengo argumentos. No sé cómo intervenir, ni qué decirles. No puedo defender a ninguno de los cinco candidatos. Temo que ya no creo en nada. Eso es lo que me ha de provocar zozobra.Por más que leo los periódicos y recomiende en mis redes espléndidos textos de analistas y economistas, no logro recuperar mi fe en algo. Por lo menos mis amigos están seguros de detestar a AMLO o al PRI, pero yo no. No detesto ni amo a ningún candidato.Ni me concentro en sus propuestas. Lo que sí no soporto es la polarización, el racismo, la derecha a ultranza, las ideas retrógradas y la falta de amor hacia México. Eso sí me provoca mucha zozobra. Tal vez esté saturada, rebasada y hasta el copete de todo lo que tiene que ver con las próximas elecciones. Para qué me preocupo si todos los políticos se deslindan de sus actos de corrupción, de las fake news que propagaron y de sus dichos que naturalmente, jamás dijeron. Hasta El Chapo podría afirmar: «Me deslindo de lo que me acusan».

Lo que más me ha llamado la atención de estas elecciones es que hace seis años, cuando apoyaba públicamente a López Obrador, ninguno de mis amigos se quería juntar conmigo. Me criticaban y no entendían por qué apoyaba a un populista. Ahora, que no lo apoyo, sino a Pepe Meade, esos mismos amigos tampoco me aprecian mucho, en primer lugar porque odian al PRI, en segundo, porque el candidato está en tercer lugar y porque para muchos aún conservo un extraño tufo de lopezobradorista.

Ahora me explico mejor mi zozobra.

Hey you,
¿nos brindas un café?