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arturo serna
Photo by: Sage Ross ©

Yerba Buena

Una vez más, visito la provincia de Tucumán. Esta vez me recibe  JDB en el aeropuerto Benjamín Matienzo. Voy con una misión especial. Me han dicho que un escritor nacido en la provincia se vinculó con una célula anarquista enquistada en Ucrania.

JDB me lleva a recorrer los parajes verdes y abundantes de Yerba Buena. Tomamos un café en la avenida Aconquija en el comienzo del día. El sol alto ya calienta el ambiente. Tucumán es una provincia pobre, pequeña y ultra conservadora. Llama la atención que un escritor haya mantenido contacto con un movimiento revolucionario. Pero de todo esto no le digo nada a JDB. Sé que él tiene cierto orgullo por su tierra: considera que Tucumán tiene un lugar central en la conformación de la cultura argentina y cada vez que puede cita algún pasaje de ese libro olvidado de Enrique Banchs sobre el viaje por el interior del país.

JDB estaciona en una calle marginal y me hace caminar. Entramos al llamado shopping viejo. Mientras JDB me cuenta la historia de algunas casonas de la antigua Marcos Paz yo me quejo de la superficialidad del capitalismo ramplón.

Cerca del mediodía subimos al cerro. Almorzamos en un restaurante amplio y bañado por el sol, ubicado en la cima de la montaña. La villa se llama Nougues. Según me explica JDB es el apellido de una familia aristocrática de Tucumán. Este hecho es un ejemplo más de lo que abunda en Argentina. Las ciudades ricas tienen los nombres de los ricos y los pueblos pobres, también.

El descenso nos lleva una media hora más o menos.

Caminamos por algunas callecitas internas. Le explico que mi entrada al hostel es recién a la noche. JDB me dice que es un horario extraño para ingresar. Le digo que no, que el dueño ha sido muy amable y que está de viaje y que regresa a la noche. Por eso me ha pedido que vaya en ese horario.

Para amenizar la espera, JDB me invita a recorrer un curioso jardín botánico en lo que parece ser el corazón de Yerba Buena. Se llama Percy Hill. Y evoca el apellido de otro ilustre de la zona.

Hace calor en la larga siesta tucumana. El jardín es un pequeño laberinto de árboles y plantas. Está hecho de estrechos senderos que intersectan en lugares insospechados. No parece haber una regla que regule los cruces.

Como buen hijo de inmigrantes, mi idea de las provincias está asociada a la vida tranquila, mansa. Le digo que sospecho que en Tucumán se vive una vida tranquila, elemental, sin sobresaltos. Para contrarrestar mi visión apresurada, JDB me cuenta una historia truculenta que ocurrió en la intacta selva de Percy Hill.

En ese entonces no había rejas ni alambres que cercaran el predio. Una joven entró al lugar para relajarse o simplemente para leer. Ya era la noche y la oscuridad produce una boca de lobo en el jardín. La chica estaba recostada en el pasto, al amparo de un farol con una luz tímida. De repente escuchó que un hombre solitario empezó a cantar. A la joven no le llamó la atención el canto sino la invitación a bailar. Se negó. Se levantó e intentó alejarse pero el hombre la agarró y la tiró al suelo. Siguió cantando mientras le tapaba la boca y la manoseaba. Ella, por supuesto, se resistió. Fue en vano. El hombre le estiró la pollera hasta romperla y la violó. Luego salió silbando como si no hubiera ocurrido nada. La joven era la hija del intendente y la cosa no quedó ahí. El violador era un amigo del intendente. Desde ese día, aunque comparten los deportes de la aristocracia en El Siambón, las familias no se hablan.

Dimos tantas vueltas en el bosque profuso que nos perdimos. La angustia me envuelve durante los minutos que buscamos la salida.

La noche cae en el inquieto jardín Percy Hill. JDB está visiblemente cansado. Le pregunto si quiere cenar algo y acepta. A unas pocas cuadras, entramos a una casona que vende empanadas tucumanas. Como con tanta fruición que logro que el jugo manche mi camisa.

Cuando estamos al frente del hostel, en la calle Lola Mora, me pregunta cuál es mi misión. Le digo que es un secreto que prefiero no revelar. JDB sonríe y hace un gesto con la mano, indicando que no le importa demasiado. Los dos nos quedamos parados en la calle adoquinada hasta que sale el dueño del hostel.

No quiero decirle a JDB que estoy tras la pista del escritor Hugo Foguet y su conexión con los anarquistas de Ucrania.


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