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Volver a Puntofijo

Michael Kozak, Secretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, aseguró que los venezolanos necesitan una transición democrática “ahora más que nunca” ante el “sufrimiento” de quienes viven bajo el “régimen corrupto” de Nicolás Maduro (Noticiero Digital). Por su parte, Iván Duque, presidente de Colombia, también refirió que “si la comunidad internacional no actúa, podría pasar algo trágico en Venezuela” (Noticiero Digital).

En días recientes, Mike Pompeo aseguró, y cito: “vamos a reabrir pronto la embajada en Caracas, el cambio está llegando” (Cambio 16). Y por último, está este asunto, por lo demás raro, de la “Operación Gedeón”, o lo que sea eso. Y Donald Trump designó a James Story como embajador en Caracas.

Cabe preguntarse, ¿le llegó su sábado a Maduro?

Elliott Abrams reafirmó, además, la reanudación de las negociaciones entre Gobierno y oposición en Noruega como vía política a la salida de la crisis (Notimérica).

Entre tanto, la escasez de gasolina en el que alguna vez fue el quinto productor de petróleo del mundo ha alcanzado niveles alarmantes, y la parálisis nacional ya no se debe a la pandemia por el Covid-19, sino a la falta de combustible, aun en Caracas, protegida de las calamidades que padece el interior por ser la ventana más visible de este enorme rancho que es Venezuela. La comida encarece cada día y para sumar desgracias, el 50 % de los venezolanos, cuyo sustento proviene del trabajo informal, no puede trabajar debido al confinamiento.

Huelga decirlo, Venezuela es un polvorín.

Dudo que unos drones bombardeen el auto de Maduro como hicieran con el del jefe de seguridad iraní meses atrás, o que unos cuerpos élites de la marina estadounidense asalten Miraflores, o donde sea que esté el mandamás venezolano. Sin embargo, confío en la sensatez de los hombres. Sé que las generalizaciones inducen a errores lógicos, y asumo que en todos los sectores involucrados, aun en el chavismo y en las Fuerzas Armadas, hay personas sensatas, preocupadas por el deterioro de la nación.

En principio, la buena voluntad se impone sobre los intereses mezquinos. Salvo Cuba y Corea del Norte, unos más rápidamente que otros, la mayoría de los países han ido transitando hacia la democracia. No veo por qué Venezuela deba ser la excepción. Claro, hay intereses tóxicos que encarecen la anhelada transición. Y por ello, no debemos fiarnos de salidas mágicas, sea la Operación Gedeón (tinglado difícil de entender) o la voluntad volátil de un hombre como Trump, cuya admiración por los hombres fuertes (Putin, Kim Jon-Un) salta a la vista.

La solución a la crisis venezolana debe construirse.

Nadie duda de la firmeza del régimen de Nicolás Maduro en el poder, y del apoyo que para sostenerse tiene en amigos internos y externos, cuya fortaleza no es desdeñable. No son nimios ni ingenuos los que apuestan a la preservación del statu quo, porque no son nimios sus intereses. Sin embargo, carece de bases ciertas ese pesimismo luctuoso de muchos, que se rinden al no ver acciones ruidosas, como esas valentonadas trágicas, como la tal Operación Gedeón o la del comisario Oscar Pérez años atrás,.. Pero, como una cosa es cierta, también lo es que es improbable que China compre una guerra por Maduro. Y Rusia ni siquiera puede pagarla. Dudo que los países aliados del régimen bolivariano pongan a prueba la determinación de la potencia militar más grande del planeta. Sobre todo porque en la Casa Blanca rige un hombre de malas pulgas, al que le gusta ganar.

No creo que el régimen negocie su rendición de buena gana. Para ello, urge forzarlo a sentarse en una mesa y aceptar condiciones que de entrada no va a aceptar. No se trata de confiar en la buena voluntad de una élite que aun teniendo la voluntad de rendirse, aunque dudo que las tenga realmente, las ataduras con intereses oscuros le impiden claudicar. Se trata de crear las condiciones para que sea esa la mejor solución para todos.

Urge pues, un nuevo acuerdo para la materialización de la transición y para la gobernabilidad. Queramos o no, urge reeditar el Pacto de Puntofijo.

Este nuevo acuerdo, mucho más complejo, debe versar primero sobre la unidad nacional para echar a la élite del poder, preferiblemente a través de una negociación (en la que todos tendremos que tragar sapos, pero que desde luego, luce como la más deseable). Sin embargo, sin importar la forma como se logre la transición y sin desdeñar la importancia de este necesario quiebre, urge tratar los temas atinentes a la viabilidad de la transición misma y de los gobiernos resultantes de las eventuales elecciones posteriores. Si no, la transición degenerará en un caos y posiblemente, la anarquía.

Una transición mal hecha puede devenir en una ilusión. No nos engañemos, el régimen democrático resultante de la transición tendrá enemigos, muchos y poderosos enemigos.

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