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Sergio Marentes
viceversa magazine

Vida desde donde menos lo imaginamos

Menos mal que los grandes clásicos de la literatura universal se salvaron de presenciar la impresión de la vida, porque cada uno de sus personajes y partes hubieran sido literalmente imprimidos en lugar de escritos e imaginados, y ni hablar de lo que no se dice pero sí se imagina, y ni siquiera pensar en lo que el lector inventa para acomodar la historia y todas sus ramas a su acomodo. Me refiero a la impresora integrada por las cuatro bases químicas del ADN en lugar de los típicos cartuchos de colores, y de la que puede salir vida artificial si el que la opera es un profesional, porque si se la dieran a cualquiera con un día de experiencia en Internet sería capaz hasta de sacarle vida genuina. Según una revista especializada en la naturaleza, el logro podría servir para colonizar Marte sin que los humanos se tengan que mover de su tan amada tierra y bastaría con enviar la secuencia genética deseada por correo electrónico. Ya el creador de esta técnica consiguió crear el genoma más simple del planeta valiéndose del mínimo de genes para que se mantenga la vida, y hasta diseñó una bacteria que no se encuentra en la naturaleza, básicamente, ya diseñó un dios microscópico que trasplantó luego a otra célula vaciada de todo su contenido genético, es decir, un humano promedio microscópico. Es decir que si le damos más tiempo laboral a este científico nos reinventa el mundo y ni nos damos cuenta.

Decía que menos mal que los clásicos no fueron hechos con esta técnica, porque lo que nos espera será nada más que bagazo de papel reciclado hecho por lectores de un solo libro o, y es lo que todavía aterra más que cualquier impresión de cualquier vida en cualquier planeta, lectores de ningún libro.​


Photo Credits: the lost gallery

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