Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Mariza Bafile
atentado nueva york

Viaje hacia la muerte

Pareciera que no ha pasado nada. La metropolitana sigue repleta de personas de todo tipo y de todas las edades, aisladas detrás de un celular, un libro, un auricular. Las calles están llenas de neoyorquinos apresurados y de turistas con las narices en alto. La maratona se desarrolló en perfecta calma y con la consueta alegría. Nueva York decidió superar el miedo y vivir en silencio y con aparente normalidad el shock que causó el primer atentado terrorista después del 11 de septiembre.

Sin embargo la procesión va por dentro y el miedo está latente. A pesar del gran deseo de volver de inmediato a una normalidad que raya casi la indiferencia, nada es igual.

Ocho personas, ocho inocentes quienes disfrutaban de un paseo en bicicleta en uno de los caminos más hermosos de la ciudad, fueron asesinadas. Otras quedaron heridas. Víctimas todos de una fe religiosa transformada en fanatismo mortal. El uzbeko de 29 años Sayfullo Habibullaevic Saipov, manipulado adecuadamente por mentes asesinas que buscan el poder a través del terror, fue el arma usada para sembrar dolor.

Cinco de las víctimas eran argentinos. Habían viajado desde Rosario para festejar los 30 años de egresados de una misma escuela. La alegría de una celebración que tenía el sabor despreocupado de la adolescencia, se transformó en una tragedia que a unos les quitó la vida y a otros se la marcó para siempre.

Hernán Diego Mendoza, Diego Enrique Angelini, Alejandro Damián Pagnucco, Ariel Erlij y Hernán Ferrucci, volverán en un féretro a su país, Martín Ludovico Marro, sigue hospitalizado con fracturas múltiples y los sobrevivientes Ariel Benvenuto, Iván Brajkovic, Juan Pablo Trevisan y Guillermo Bianchini regresarán a sus casas con heridas profundas en sus almas.

Difícil la tarea de los diplomáticos del Consulado General de Argentina en Nueva York desde el primer momento en el cual tuvieron que confirmar las primeras sospechas a familias que, a miles de kilómetros de distancia, esperaban y temían esa información. Impecable la actuación de todos ellos con el herido, los sobrevivientes y las familias de las víctimas.

En una conferencia de prensa durante la cual el Cónsul Eduardo Almirantearena respondía a las preguntas apremiantes de los periodistas nos fijamos en su mirada cansada, dolida y desconcertada, mirada que sintetizaba los diferentes sentimientos que nos embargan cuando la muerte, absurda, inútil, imprevisible, irrumpe en nuestras vidas.

¿Y ahora qué pasará? Es lo que se preguntan muchos. Los musulmanes quienes temen transformarse en el blanco de la desconfianza de la población y los emigrantes en general porque ese ataque dará oxígeno a las alas más reaccionarias y xenófobas del país.

La reacción del Presidente Trump, que inmediata llegó a través de una serie de twitters, mostró claramente por donde podrían ir los tiros.

Lo único cierto es que miedo y odio son dos sentimientos que caminan juntos y que son igualmente destructivos. El clima que se respira en todo el mundo es peligrosísimo.

En estos días en Nueva York representaron en teatro la obra L’État de siege que Camus escribió en 1948. Crítica feroz a los totalitarismos, la obra de Camus reconstruye la atmósfera que existía en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. Inquietantes los paralelismos con lo que estamos viviendo en nuestros días.

Parece increíble pero el peligro de un conflicto de proporciones inimaginables ya no es fantapolítica.

Los verdaderos enemigos de la humanidad hoy, así como lo fueron ayer cuando guerras absurdas diezmaron poblaciones enteras, son la política irracional y el poder de quien tiene todos los instrumentos para transformar personas psicológicamente frágiles, desinformadas, llenas de rabias y frustraciones, en armas mortales. Si no frenamos la irracionalidad, si caemos en el juego de las divisiones y de las rabias, alimentaremos un monstruo letal, un monstruo que tiene el poder de aniquilarnos.

Hey you,
¿nos brindas un café?