Críticas y Reseñas
El tema del espacio vacío, la arquitectura deshabitada y los lugares abandonados por el hombre son temas recurrentes en la fotografía contemporánea, proponiendo con ello una especie de denuncia acerca de las nefastas consecuencias para la vida en comunidad, desencadenada por las grandes construcciones y los negocios inmobiliarios típicos de épocas no tan lejanas.
Sin embargo, en la propuesta de Greus percibo matices diferenciadores. Con sus imágenes y títulos elabora una denuncia social que se aparece mucho más amplia, más ambiciosa acaso. Una crítica social inmersa en un largo presente, actuando a la vez como muestra del deterioro físico de aquello que fue y un significado de denuncia del derrumbe social que vivimos en la actualidad.
Greus elige de manera intencionada rincones con evidentes signos de des-habitabilidad, mostrando especial predilección por interiores, lejos de los grandes espacios abiertos que abundan en la fotografía más actual. En general son lugares escogidos por ser lugares abandonados, lejos ya de su posible uso primitivo y donde el deterioro del paso del tiempo ha dejado su impronta. Signos de des-habitabilidad, casi deshumanizados ya por el referido deterioro sobre el espacio que recoge la imagen.
Por otra parte, Greus se sitúa lejos de mostrarnos lo que sería la miseria de una ruina. Muy al contrario, con la composición, el estudio de la luz y la mesurada utilización del color construye una fotografía cercana a lo que podría ser una imagen más bien poética. Pero no sólo eso. Un simple repaso de los títulos de las imágenes nos muestran a un fotógrafo que ve la vida con una saludable ironía, uno de los elementos de la inteligencia según se cultivó en la filosofía de la Antigüedad griega. Irónico y socarrón con la realidad.
Paco Sancho
Fotógrafo
Dejarnos llevar por la mirada de Vicente Greus es visitar lugares abandonados, rincones de nuestra ciudad que nos pasan desapercibidos o miradas fortuitas con nuestros vecinos. Son imágenes llenas de historias, pasadas y presentes, trabajadas para revelar una belleza que seguramente nos costaría encontrar. Greus suma digitalmente diferentes capas de textura a la imagen original consiguiendo un nivel máximo de expresividad, donde la melancolía en su acepción más noble marca cada imagen con un toque realmente personal y tan difícil de conseguir. Cada imagen es trabajada con técnicas propias de otras disciplinas artísticas adquiridas en el pasado.
Sus composiciones, los juegos de luces y el tratamiento del color nos llevan a otro tiempo. Un tiempo donde la imagen era mimada y cuidada. Recuerdan a aquellos bodegones donde el objeto por irrelevante que fuera era trabajado con tal esmero que debía producir un efecto de serenidad, armonía y belleza. Pero hablar de bodegones urbanos es quedarnos cortos. Y es que sus imágenes, aunque son realmente agradables de contemplar, cargan con algo más en sus capas de texturas. Cada una de sus obras evoca una historia, ya sea por su título (algunos realmente te hacen sonreír por el símil que establece con la imagen) o por los propios recuerdos que cada uno podemos tener de espacios similares.
Quizá sea mi debilidad por los lugares abandonados o porque tuve la suerte de ver como una mujer se enamoraba locamente de una de sus obras, pero desde que descubrí las fotografías de este valenciano no puedo dejar de contemplarlas y dejarme llevar mentalmente por esos escenarios.
Teresa Barrantes
Historiadora del Arte
El trabajo de Vicente Greus es coherente, con un leitmotiv rebosante de romanticismo y
revolucionario en su manera de sentir y mirar la vida. El artista nos muestra lo que realmente le hace único, su creatividad al servicio del sentimiento de abandono y la imperfección como su causa. Las frágiles enamoradas son estancias nostálgicas donde en algún tiempo pasado surgió el amor y con su nacimiento también su abandono y muerte. Las penas mórbidas se convierten en rincones fugitivos y elementos cotidianos con un aroma íntimo a diario fiel de adolescente.
Todo su mundo nos pertenece al crear historias emborrachadas de emociones y como lectores, buceamos entre sus líneas más herméticas para sentirnos beodos de recuerdos sublimes. El desánimo y la dejadez visual de los elementos y lugares que conforman las coreografías nos trasladan inevitablemente a la belleza de los mismos en otro tiempo. Ya nada queda equilibrado ni armónico y pese a ello, nos embarga la emoción de poder contemplarlo como testigos supervivientes. Escenas que se convierten en tiempos detenidos para nuestras miradas, porque todos somos imperfectos y nuestra piel, la que Greus roza con sus obras, es una y mil texturas.
Por su peculiar forma de encontrar belleza en la decadencia, cuando mi tiempo llegue, le llamaré para que me fotografíe como una escena que se fue de copas con el olvido…
Sol Marrades
Fotógrafa
La fotografía muestra una lámpara de cristal tallado y bronce. Cuelga del cable eléctrico y descansa ladeada sobre el suelo sembrado de escombros, mostrando los casquillos sin bombillas. El metal sobredorado reluce delante de restos ennegrecidos de madera, de un mamparo derrumbado tras el cual descienden varias tuberías como varices trombosadas. La oscuridad más absoluta persiste más allá del momentáneo alcance del flash, que ha convertido la suave danza de los sedimentos en un sutil velo.
Podría tratarse de una de las fotografías de Vicente Greus, pero se tomó hace más de una década a casi cuatro kilómetros de profundidad, en los antaño lujosos interiores del Titanic. Revelar la belleza en el abandono, mostrar la postrera dignidad humillada, el valor del desecho cotidiano, el rincón urbano inadvertido, el objeto funcional convertido en ornamento, el rostro de la calle. Cubrirla de matices de óxido, tierra, epidermis quebrada, de los brillos apagados del espejo roto sobre el cual se mira un orgullo que anhela ser reconocido. Y con todos estos elementos, narrar una historia.
Quizás éstas sean las claves del trabajo fotográfico de Vicente Greus, poseedor de una mirada capaz de destapar una belleza atípica en lugares, objetos y personas invisibles al observador común, para transformarlos después en entornos inquietantes, casi oníricos, a través de una alquimia de texturas y lavados cromáticos, que pese a su naturaleza digital, evocan un poder arcaico, casi subterráneo. O como en la fotografía del candelabro del Titanic, intuir una armonía que sólo existe en la profundidad del abismo, y revelarla en un instante de perturbadora gloria.
Manuel de Entrambasaguas
Director de Maripili Films