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Venezuela: Un informe lapidario

El informe de la alta comisionada de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, sobre la situación de derechos humanos en Venezuela: lapidario.

Nadie puede ignorarlo, nadie, a menos que se ponga anteojeras y no quiera pensar, mirar, como no se quiso mirar la imagen de un padre salvadoreño y de su pequeña hija que se ahogaron al intentar cruzar el Río Bravo.

El informe remece, describe los crímenes de una dictadura, a la que diplomáticamente no llama dictadura, y nos interpela, interpela nuestros sueños por un mundo más justo, interpela nuestra búsqueda por justicia social, si es que alguna vez pensamos que hay injusticia en un mundo desigualmente injusto en el derecho a una vida mejor.

Nos interpela cuando no somos, o no hemos sido capaces de reaccionar frente a la tortura, frente a la destrucción de la libertad de prensa, frente al asesinato del opositor, frente a la corrupción que pareciera conlleva el ejercicio del poder y al que limpiamos diciendo, por lo menos hace algo.

Interpela cuando cerramos los ojos a la realidad y defendemos lo indefendible, cuando cerramos los ojos frente a las violaciones de mujeres durante los interrogatorios al igual que en otras dictaduras y obviamos el #Metoo en una celda o en una sala de interrogatorios.

Interpela, cuando se denuncia la tortura en gobiernos dictatoriales de derecha, pero se niega en los de una supuesta izquierda, con lo cual, avalamos la tortura como herramienta de gobierno.

Interpela, a menos que se prefiera cerrar los oídos y callar cuando callar es ser cómplice de una dictadura, a menos que para calmar su conciencia se enarbole la bandera del diálogo, pero de un diálogo que favorece a la dictadura, que deja al dictador permanecer en el poder, pero que permite mirar para el lado y lavarse las manos, diciendo, diciéndose, hicimos lo posible, gracias al diálogo hay menos muertos, menos violaciones, menos muertos de hambre, menos venezolanos en las carreteras de Latinoamérica, menos torturados, menos presos políticos. ¡Poncios Pilatos modernos!

En lenguaje diplomático Naciones Unidas no puede llamar dictador a un dictador, pero puede describirlo, y el informe de Bachelet lo describe: choques eléctricos, golpizas, fusilamientos simulados, abuso sexual, ¿alguna diferencia con los centros de tortura bajo Pinochet o con las cárceles de Abu Ghraib?

El informe hace énfasis en el accionar de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), con una proporción de presuntas ejecuciones extrajudiciales «sorprendentemente elevada».  ¿Qué sorpresa?, me pregunto, cuando son normalmente elevadas. En 2018, el Gobierno registró 5.287 muertes por supuesta resistencia a la autoridad durante operativos de las FAES. Entre el 1 de enero y el 19 de mayo de este año, ya van 1.569. Sin embargo, «otras fuentes apuntan a que las cifras podrían ser muy superiores», alerta la ONU.

Sin ninguna diplomacia Maduro niega, Cabello niega, y acusan a la Alta Comisionada de distorsionar y negar la realidad, de presentar un informe redactado por el Departamento de Estado Norteamericano al que solamente añadió su firma.

Hija de un general muerto bajo la tortura en Chile, escuchó el grito de un pueblo y no las edulcoradas palabras del gobernante. Médica de profesión, pensó en la salud del pueblo venezolano, de los niños de Venezuela y constata que entre noviembre de 2018 y febrero de 2019 se produjeron 1.557 fallecimientos en los hospitales por falta de suministros.

Habiendo sido ella misma exiliada, vio con horror a 4 millones de venezolanos arrojados al exilio huyendo de la miseria, del hambre, algunos ahogados al intentar llegar a Curazao o al intentar refrescar sus cansados pies en el río Sogamoso en Colombia y cuatro millones se resumen en dos, en cuatro, en uno, cuando, uno es demasiado.

El informe es parcial, clama Maduro, el informe es parcial repiten sus acólitos. En Chile, el Partido Comunista denuncia, eleva su voz y denuncia. El otrora perseguido, el otrora exiliado, el otrora torturado, clama que el informe es parcial y por tanto desechable, respeten la institucionalidad de Venezuela, clama. No se menciona el respeto a los derechos humanos, esos no cuentan, son diferentes dependiendo de quien gobierna, la tortura no es la misma dependiendo de si se es torturador o torturado. Y a él se suman otras voces suavizando, negando, acusando a Bachelet de ser cómplice del imperialismo.

Afortunadamente, hay otras voces jóvenes, las de Revolución Democrática que se levantan y dicen: el informe es lapidario, no se puede negar, los derechos humanos no tienen dos caras.

Cierto, el informe es lapidario y es más terrible cuando se calla, o peor aún cuando se levanta la voz para servir de cortina de humo, y siempre se termina con una frase correcta, «es el pueblo de Venezuela quien debe encontrar una salida sin intervención extranjera».

Cierto, nadie, salvo otros enfermos desea una intervención militar extranjera. Hay que ayudar a una solución pacífica, a una transición que respete, no una constitución amañada, la voluntad del pueblo venezolano reflejada en elecciones libres, ratificadas por organismos internacionales, sin presencia de militares de cualquier calaña aún haya que dejar salir a los generales corruptos a disfrutar del fruto del saqueo.

Frente al robo, uno puede mirar para otro lado, frente a la tortura, al asesinato, a los presos políticos, al atropello a la libertad de prensa, a los cuatro millones arrojados a los caminos de América Latina, NO.

El informe interpela, me interpela, frente al hambre, al saqueo, a la violación de los derechos humanos, a cuáles puedo aceptar, por cuáles elevar mi voz.

Qué me autoriza a levantar mi voz: fui torturado bajo Pinochet y estoy contra la tortura, pasé hambre y estoy contra el hambre, soy insumiso, con Zola, j’acuse, con la Alta Comisionada digo, la salida está en Venezuela y sin intervención militar extranjera, y lo que ella olvidó, lo añado yo, la salida está en elecciones libres, protegidas por observadores internacionales, la salida está en que el dictador de un paso al costado, que los militares den un paso al costado, que los venezolanos regresen a reconstruir Venezuela.

Pero también la salida está en que usted, en que yo, no nos lavemos las manos.

¿Los campos de concentración? No lo sabía.

¿Los desaparecidos bajo las dictaduras? No lo sabía.

¿Los muertos, torturados, mujeres violadas en Venezuela?

No lo sabía.

Si lo hubiera sabido…

¡Ahora sí lo sabe!  ¡Ahora sí lo sabemos!

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