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Photo Credits: Gabriela Camaton ©

Venezuela: un éxodo anunciado

Quizás el pastor evangélico Javier Bertucci, flamante candidato presidencial venezolano, tenga razón. Quizás para que Venezuela vuelva a ser un país mediamente vivible haya que buscar la ayuda de algún Dios.

Tras una campaña electoral que ondea entre la farsa y la tragedia, todo indica que Nicolás Maduro el próximo domingo será reelecto presidente. Elecciones que se llevarán a cabo sin ninguna garantía de trasparencia, a pesar de la condena internacional y de la abstención de los partidos de oposición. Único candidato que afirma ser de oposición es Henri Falcón, ex alcalde y ex gobernador quien pasó de una coalición a otra a lo largo de los años y quien ahora corre solo, detrás del sueño de la presidencia. A pesar de no contar con el apoyo de los demás partidos de oposición, Falcón podría tener algún chance porque el rechazo hacia Maduro y su equipo es cada día más profundo en todos los estratos de la población. Una inflación que erosiona irreparablemente la calidad de vida de los ciudadanos, unida a la carencia, ya gravísima, de alimentos y medicinas, y al crecimiento de una delincuencia siempre más aguerrida, violenta y mejor armada, son razones suficientes para convencer a muchas personas a cambiar ruta. Lo sabe Maduro y lo saben sus acólitos quienes, a pesar del control absoluto sobre las instituciones y la capacidad de manipular las votaciones, temen un resultado sorpresa.

Y así a pocas semanas de las elecciones surgió de la nada el pastor evangélico Javier Bertucci quien con una mano promete milagros y con la otra realiza jugosos negocios con la Constructora Bertucci cuyos tentáculos van desde el sector petrolero hasta el de la salud, el de la construcción y otros. Negocios envueltos en sombras según indican las investigaciones periodísticas de Armando Info y El estímulo.

Nunca se sabrá con certeza si ese candidato salió de las mangas del chavismo para debilitar ulteriormente a su único rival, Henri Falcón; para mostrar al mundo una democracia en la cual ya nadie cree; o si sencillamente es fruto del delirio de omnipotencia de Bertucci. En realidad poco importa. Y, si bien lo más probable sea que Nicolás Maduro seguirá en Miraflores después de esta lamentable pantomima de elecciones, aún si ganara Henri Falcón la situación del país seguiría siendo desastrosa por muchos más años.

Quizás Falcón podría evitar el espectro de las sanciones de Estados Unidos, la Unión Europea y muchos países latinoamericanos, que, cual espada de Damocles, pende sobre la cabeza de Maduro. Sin embargo debería dar una respuesta a los múltiples problemas que van desde los económicos hasta los sociales. Un trabajo largo que requerirá de mucho tiempo.

En el mientras los venezolanos continuarán a emigrar para no morir. El éxodo seguirá incontenible. Millares de personas buscarán en otras tierras no solamente comida y medicinas sino sobre todo una esperanza, esa que ya parece imposible vislumbrar en Venezuela. Un éxodo desesperado que para los otros países se ha transformado en una “emergencia”.

Abundan los titulares que denuncian la llegada de masas incontenibles de venezolanos. Hay quien pide ayuda internacional y quien considera necesario forjar estrategias que permitan hacerle frente a la marea de desesperados quienes, como todo emigrante, están dispuestos a trabajar donde sea y a cualquier condición.

Y entonces nos preguntamos, ¿Recordarán esos políticos y ciudadanos que hoy miran con preocupación la llegada de estos emigrantes, las muchas veces en las cuales los venezolanos denunciaron el autoritarismo, la corrupción, los abusos que empezaron a sufrir desde el primer gobierno de Chávez? ¿Recordarán las miles de veces en las cuales políticos y ciudadanos pidieron la ayuda de los otros gobiernos y la solidaridad de los pueblos? ¿Recordarán las muchas veces en las cuales esas voces fueron sofocadas por el río de dólares que manaba de las arcas de un país que regaló generosamente riqueza a quienes menos lo merecían? ¿Y los políticos e intelectuales de izquierda recordarán las miles de veces en las cuales humillaron a personas de reconocida trayectoria política y rectitud moral, por tener el valor de denunciar un gobierno cuyo único color era el del abuso y de la corrupción?

Muchos de ellos todavía hoy, quizás para salvar su conciencia, siguen endosando toda la culpa a Maduro y exonerando a Chávez. Siguen patéticamente atrapados en el cuento del Robin Hood latinoamericano, y son incapaces de admitir que fue la política errada y megalómana de Chávez la que llevó el país al desastre actual, un desastre que habría presenciado él mismo si la muerte no se lo hubiera llevado prematuramente, ahorrándole esa vergüenza.

Hoy Venezuela es un problema para toda la región. Ningún venezolano se siente orgulloso de serlo ni pensó nunca que llegaría un día en el cual la desesperación lo llevaría a cruzar confines y a enfrentar todo tipo de sufrimiento y soledad en tierra ajena.

Mientras en la Cumbre de las Américas se hablaba del “problema venezolano” una madre, laProfesora Laura Luciani ToroEx-Decana de FACES-ULA envió una carta para denunciar la situación de casi cien jóvenes en Trinidad y Tobago, encarcelados por estar trabajando ilegalmente. Entre ellos su hija. “Hoy, iniciándose la Cumbre de Las Américas, como madre venezolana que sufre no sólo por la partida de sus hijos a destinos desconocidos, sino además, que sufre por los abusos y atropellos a los que estos jóvenes son sometidos, alzo mi voz por esos que hoy no tienen voz, por esos cientos de jóvenes venezolanos que al igual que mi hija, tienen atrapados en esa Isla y cuyo único delito ha sido trabajar para ganar un poco de dinero que sirva entre otras cosas, de ayuda a su familia”. Escribió entre otras cosas la profesora Luciani. Muchas las madres quienes están sufriendo por la lejanía de los hijos y muchas las personas quienes viven con el temor de ser juzgadas como delincuentes por estar trabajando sin un pasaporte que lo permita.

Hoy Venezuela es un problema, ayer fue un recurso. Hoy se habla de dictadura ayer se habló de gloriosa revolución. Hoy llegan masas de personas hambrientas, ayer llegaron dólares.

El teatro de cartón que armó Chávez y en el cual muchos en el mundo quisieron creer, cayó miserablemente dejando ver una realidad tantas veces anunciada y no escuchada, así como anunciada y no escuchada, ha sido su dramática consecuencia: un éxodo que ahora todos llaman emergencia.


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