Fue el Presidente Juan Bosch, al presentar en 1991 mi libro “Venezuela/República Dominicana: relaciones diplomáticas (1844-1984)”, quien afirmó que estos dos pueblos son una misma nación, solo que en la comunidad internacional se muestran como Estados con dos nombres distintos.
No hay país en el mundo que se parezca tanto a Venezuela en costumbres e idiosincrasia, como la República Dominicana. Ambos Estados tienen el record mundial de haber roto relaciones diplomáticas tantas veces a lo largo de su historia. Por eso análogamente, recordando la parábola evangélica del hijo pródigo, Venezuela salta de contento y alegría, porque la hermana pródiga que era la República Dominicana, que votando en la OEA respaldaba al dictador Nicolás Maduro, ha vuelto a darle su apoyo al pueblo venezolano en las últimas actuaciones tanto en Washington como en Nueva York en el Consejo de Seguridad de la ONU.
La situación venezolana ocupa las primeras páginas de los periódicos del mundo, la información de las redes y las noticias de televisión. Muchos no se explican cómo si el 86% de los venezolanos adversa al Nicolato, el régimen se mantiene en el poder. Olvidan que la lucha no es contra una tiranía común y corriente. Los venezolanos enfrentan un régimen de corte neocomunista, militarista, un país ocupado por Cuba y con apoyo internacional de Rusia, Bielorrusia, Nicaragua, Bolivia, Irán, China, Turquía, Cuba y ahora con una neutralidad sospechosa de México y Uruguay.
La realidad es la de un país inmensamente rico en el pasado, destruido por un gobierno ya con casi veinte años en el poder, bajo el lema del Socialismo del Siglo XXI. Son innumerables los problemas que padece. Falta de alimentos, medicinas, electricidad y agua potable, con casi cinco millones de venezolanos emigrando hacia otras latitudes, la inflación más alta del planeta, la red bancaria aniquilada, la moneda sin valor alguno, sin libertad de prensa, con casi trescientos mil exiliados y presos políticos civiles y militares.
Desde el punto de vista institucional, tiene dos gobiernos, dos parlamentos, dos tribunales superiores de justicia, dos fiscales generales. Un dictador enfrentado a los Estados Unidos, a diecinueve Estados latinoamericanos, a la Unión Europea, a la Iglesia Católica, a los medios de comunicación, partidos políticos y sindicatos, a los vecinos próximos (Brasil, Colombia y Guyana).
Se sostiene en el poder internamente, gracias a la extracción del oro en el sur del país, violando el Pacto Amazónico y ante la gran escasez de alimentos haciendo depender su distribución entre la población más necesitada.
Su sustitución inmediata está dependiendo de la creciente presión internacional y de la habilidad ya demostrada de su joven presidente provisional Juan Guaidó. Amanecerá y veremos.