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Puente Internacional de Las Tienditas en 2019 durante la víspera de la ayuda humanitaria a Venezuela.
Puente Internacional de Las Tienditas en 2019 durante la víspera de la ayuda humanitaria a Venezuela.

Una guerra de nervios

El pasado sábado 23 de febrero ha sido un día que quedará en la historia de Venezuela. Se podría decir que fue el día en el cual cayeron hasta los últimos jirones de la máscara. La realidad descarnada salió a la luz. Por un lado vimos a una población desesperada, hambrienta, necesitada de medicinas, por el otro a un gobierno que se aferra al poder con una obstinación férrea y la fuerza de las armas. La imagen de las llamas destruyendo los camiones que llevaban la ayuda humanitaria mientras intentaban llegar a territorio venezolano habla más de mil palabras. Imborrable quedará el recuerdo del desespero de las personas dispuestas a quemarse con tal de salvar algo de un cargamento tan vital y necesario. Vamos a ver qué más podrán decir intelectuales y políticos que persistieron en su apoyo hacia un gobierno que, si bien ya desde hace años ha mostrado su talante autoritario, nunca como ahora lo hizo con tan abierto cinismo y un completo desinterés por ese pueblo por el cual dice estar gobernando.

La ayuda humanitaria internacional que trató de superar las fronteras del país, se topó con una muralla de militares dispuesta a evitar que pasara. Pero sobre todo tuvo que enfrentar a los colectivos, bandas de delincuentes armados dispuestos a matar para sembrar dolor y pánico. Lo más seguro es que entre ellos se encuentren también mercenarios provenientes de la guerrilla colombiana o de países como Cuba y Rusia. Son personas entrenadas para matar.

Ese 23 de febrero marcó una fecha de no retorno. Fue la primera batalla de una guerra que promete ser dura y larga.

Por un lado está Nicolás Maduro quien logró evitar que pasara la ayuda humanitaria y mantuvo compactada milicia y policía a pesar de las 156 deserciones que fueron una señal importante pero insuficiente para resquebrajar lo que hasta el momento pareciera una pared muy sólida en las Fuerzas Armadas y en la Policía. Para lograrlo mostró, ya sin posibilidad de dudas, su talante autoritario y la frialdad con la cual está dispuesto a reprimir cualquier manifestación en su contra.

Por el otro está Juan Guaidó, Presidente electo por la Asamblea Nacional siguiendo los dictámenes de la Constitución, quien no logró llevar adelante el plan de introducir los camiones con ayuda humanitaria así como había prometido pero que mostró una vez más al mundo de qué parte está el pueblo de Venezuela.

Es éste un momento extremadamente delicado. Cada movimiento deberá ser meditado con el cuidado, la paciencia y la atención de un partido de ajedrez. Juan Guaidó cuenta ahora con el apoyo de todo el mundo democrático y, si bien está enfrentado a un gobierno que nada tiene de democrático, no puede salir de un camino que le garantice mantener ese apoyo. Para hacerlo necesita la sangre fría de los grandes estatistas. Esta es, podríamos decir, su prueba de fuego. Deberá sortear las presiones que recibirá de sectores de la oposición que lidera así como de algunos partners internacionales. Hasta el momento lo ha hecho y muy bien. Lo ha hecho cuando tendió la mano a los militares así como al chavismo descontento. Lo ha hecho cuando ha hablado de unidad y de la necesidad de reconstruir un país en el cual quepan todos. Sin embargo los acontecimientos del pasado 23 de febrero, los muertos, los heridos, los camiones incendiados a pesar de la inmensa necesidad de la población de recibir alimentos y medicinas, llenan de tanta indignación y dolor que podrían ofuscar la mente y llevar a cometer errores que más tarde sería difícil reparar. El camino hacia la democracia en Venezuela podría ser todavía largo y duro. Requiere de nervios de acero. Guaidó necesita contar con el apoyo de todos los países democráticos y no solamente de Estados Unidos. Inútil sería pedirle al presidente norteamericano mayor atención hacia las reglas que impone la diplomacia internacional, pero Guaidó sí debe preocuparse de respetarlas para no quedar aislado en un momento tan delicado como el actual.

Hasta el día de hoy, a pesar de todo, Guaidó es el verdadero ganador. De su parte está el pueblo y de su parte está el mundo democrático internacional. Pero su contendiente es fuerte porque tampoco está solo. Maduro tiene la fuerza de las armas, las legales y las ilegales, y cuenta con la asesoría de gobiernos como el cubano y el ruso, acostumbrados a manejos maquiavélicos del poder con tal de mantener sometidas a sus poblaciones.

Lo más doloroso es que mientras se juega este partido de ajedrez que podría ser más largo de lo que todos desearíamos, hay una población que sufre, que muere por desnutrición y falta de medicinas. Veinte años de chavismo han logrado hundir la economía y llevar Venezuela hacia una anarquía que ha destruido todo lo que podía destruir. Todo menos la fuerza y la esperanza de un pueblo que no se rinde, un pueblo dispuesto a seguir luchando.


Photo Credits: Puente Internacional de Las Tienditas en 2019 durante la víspera de la ayuda humanitaria a Venezuela, 23 February 2019

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