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daniel campos
Photo by: Simon Abrams ©

Un querubín pescador junto al Lago Prospect

Romper hábitos, virar el rumbo y cambiar de perspectiva te regala experiencias revitalizadoras, incluso en los mínimos detalles cotidianos. Te puede llevar, por ejemplo, al encuentro de un querubín pescador.

Al final de la tarde primaveral decido salir a caminar, en vez de trabajar más. Quiero disfrutar de la suave luz y el frescor del día que se alarga. Cuando salgo así de mi cuevita en Windsor Terrace, acostumbro ir directamente a Prospect Park para bajar al lago o subir a las colinas cubiertas de bosque primario.

Pero esta vez cambio de rumbo. Decido recorrer los recovecos de mi barrio. Vivo a media colina entre los altos de Park Slope y los bajos de Windsor. Desciendo entonces hasta Vanderbilt Place. Por esta callecita de casitas corrongas de ladrillos ocre, con corredores amplios al frente cubiertos por aleros, salgo a la avenida Prospect. Doblo hacia el sur, sigo bajando por la ancha avenida hasta Greenwood Avenue y me desvío por ella hacia el este.

Me adentro en el Parque Prospect por esa entrada inusual y sin planearlo mis pasos me llevan a un recoveco escondido entre árboles y arbustos a la orilla del lago. Encuentro a una pareja de adolescentes afroamericanos apretando en una banca. «Les maté el lance», pienso. Pero no. Siguen apretando con ganas.

Me pongo a observar el lago. La verde arboleda y el cielo albiceleste se reflejan en el agua. Patos y cisnes se refugian en este recodo. Una garza café extiende sus alas sobre un tronco caído. Unos pajarillos azul grisáceo con ojillos negros picotean el suelo entre los arbustos. Pero no cantan. En cambio sí cantan entre los arbustos otros pájaros que no veo.

Mientras los escucho llega un señor ruso con su hijo de tres años en patineta. El papá pone al chiquito a pescar con una cañita liviana. El querubín se sienta quietecito y le hace preguntas al papá. Cuando siente un pez picar el anzuelo se emociona, pero el pez se le escapa y el chacalín se pone a llorar de mentirillas. El papá le dice algo y se calma.

Yo continúo observando a los patos nadar en el lago. Al rato, el chiquito siente que otro pez ha mordido el anzuelo y lo saca de un tirón. Casi me arranca la cabeza con la caña. Me da risa y me alegro pues el querubín ya hizo su pesca y ríe con gozo. Su pescadito es de perfil ovalado, cuerpo delgado y escamas verduzcas. El papá lo agarra con la palma de la mano, le quita el anzuelo y lo devuelve al agua. De pescado a pez en el agua. ¡Libertad!

La luz empieza a atenuar. El verde de la arboleda se torna oscuro. El agua ya no lo refleja sino que se opaca. El cian del cielo se torna cobalto. Y yo, por haber cambiado mi rumbo habitual, he disfrutado de una perspectiva diferente del Lago Prospect al lado de un querubín pescador.


Photo by: Simon Abrams ©

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