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Un país a oscuras

Parece un cuento de terror. Tristemente no lo es. Venezuela está perdida, perdida en la oscuridad.

Presa por la ineficiencia de un Gobierno que todos los días toma medidas irracionales, increíbles, inaceptables, para supuestamente luchar contra una guerra económica impulsada, según ellos, por la Derecha con el fin de desestabilizar su gestión.

¿A quién engañan con el cuento de la guerra económica? Creo que sólo a ellos mismos, ¿será por eso de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad? No sirve ya esta excusa que, mientras más se repite, más falsa resulta. Porque ya está claro que nos encontramos en este punto de no retorno  por culpa de un sinfín de atropellos, controles y restricciones que han llevado a Venezuela a la quiebra y la ruina económica, pero lo que es más grave, a la ruina moral.

Han matado los valores, los principios; han acabado con los sueños y sacrificios de millones de venezolanos que, con esfuerzo, han dedicado años de su vida a estudiar, a trabajar, para que ahora nos encontremos todos a la deriva, sin rumbo, en una Venezuela a la que quieren terminar de apagar.

Ya estábamos a oscuras en lo económico, en la salud, en la alimentación, en la seguridad y, como si fuera poco, ahora también han decidido realizar cortes eléctricos en los centros comerciales y hoteles. Seguramente esta lista irá en aumento hasta dejar a 30 millones de venezolanos en negro. Cada vez más encerrados y agobiados con tantas angustias y problemas. Como siempre,  la culpa no es del gobierno que lleva 17 años mandando; no, por favor, la crisis eléctrica es consecuencia del fenómeno de “El Niño”.

¿Reímos o lloramos?

Quisiera saber qué otro país que podría ser afectado por este fenómeno piensa ejecutar una medida de racionamiento eléctrico, retrocediendo la calidad de vida de sus ciudadanos, violando su derecho a contar con los servicios básicos que el Estado tiene la obligación de proveer. No como en el increíble caso venezolano, en el que además de la gravedad que implica dejar sin luz a cientos de comercios, mercados, bancos, farmacias, teatros, cines, hoteles y otros sitios públicos, también exigen que dichos establecimientos generen su propia energía.

¿Cómo? Sí aquí impera un control de cambio que hace imposible adquirir plantas eléctricas, que no se pagan precisamente en bolívar “¿fuerte?” y que, además, en el caso de poseerlas, deberían ser utilizadas para emergencias. Esto lo que da es pena ajena, si sabemos que la realidad es que este problema de la energía viene arrastrándose desde hace años y no han tomado las medidas para afrontarlo, cuando está claro que esta crisis tiene su epicentro en la falta de mantenimiento al sistema eléctrico nacional y no en “El Niño”. El tema de la sequía en el país es una realidad, pero no por esto deberíamos quedarnos a oscuras, si el Gobierno hubiese actuado de manera eficiente en todo lo relativo a electricidad.

¿Tomar previsiones? Eso, al parecer, es mucho pedir porque tampoco se han tomado medidas para paliar la caída de los precios del petróleo que han llevado al dólar paralelo al infinito y lo seguirán llevando más allá. Todo esto, aunado al equivocado y corrompido manejo de la economía, ha convertido a Venezuela en el país con uno de los salarios mínimos más bajos del continente y del mundo. Y lo más alarmante aún: tiene a la nación a punto de default.

Enumerar los problemas que tiene Venezuela resulta complicado, medir las dimensiones de esta crisis es imposible, proyectar un futuro próspero a corto o mediano plazo es como echar a andar en una carretera interminable en dirección desconocida. Venezuela ha caído por el precipicio de la corrupción, de la injusticia, de una locura sin límites.

Lo insólito es el pan nuestro de cada día, cosas que sobrepasan la imaginación suceden aquí. Ojalá todo esto formara parte de una ficción, lo triste es que es la absoluta verdad, tan innegable como el desastre en el que viven día a día los venezolanos.

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