Es un estrecho margen, lo que pudiera separar la realidad de una fantasía, algo que en los cuentos o relatos que se encuentran en el libro Un mar en calma y otros cuentos de amor y sexo, sabe hacer Beatriz Mendoza Cortissoz quien, con su pluma y en un lenguaje oriundo de la costa colombiana, nos eleva como en una barca en las olas que se fragmentan en esa costa que la vio nacer, hasta las de esta orilla americana y donde la autora termina estas quimeras cargadas de sal, arena, pasiones y algo mas, que al leer lo podremos confirmar.
Amor y sexo no son las únicas emociones que aquí encontramos. Las hojas de este libro contienen la angustia de un amor adolescente, el frenesí de los amantes, la ternura de la madurez y los deseos reprimidos de hombres y mujeres, junto a las expectativas que todo ser humano busca cuando de querencias o cercanías amorosas se trata.
La autora se sumerge con facilidad, no solo en el tema del amor, sino también en los encuentros fortuitos o acordados y logra en su narrativa cambiar la perspectiva y pensamientos de un personaje a otro con inusitada facilidad. Mas de lo cierto es que estos actores pudieran estar entre nosotros, ya que Beatriz lo ha revelado en algún momento, sin nombrar cual, y según su procedencia, móviles y/o expectativas, al parecer estos personajes existieron en las cercanías de las aguas del mar Caribe o en los pliegues de alguna calle miamense antes recorrida.
Es fácil caer en el error de llamar indistintamente amor o afecto al sentimiento que reivindica la falta de un querer o bien libertinaje, pero en este libro encontramos que la escritora transmite claramente las obsesiones de cada uno de sus personajes. Beatriz Mendoza delimita de manera perfecta estos temas en cada cuento, donde la belleza de la ingenuidad o el descarnado deseo de los cuerpos se abren paso en una trama bien planificada.
Los relatos que aquí presenta la autora, pretenden aproximarnos en una época, como ya sabemos, marcada por circunstancias históricas. Cuentos sazonados por episodios de personajes que hacen del arrojo su mejor arma y cuya mayor virtud es quizás el lograr que alrededor de sus aventuras se teja esa fina tela que separa la fantasía de la realidad.
Y para darle paso a los lectores de disfrutar estos cuentos en su totalidad, cierro esta pequeña disertación sobre la obra de Beatriz Mendoza Cortissoz, con una frase encontrada en Un mar en calma:
“Yo aprovechaba para nadar en esos lagos azules y explorar cada una de las pecas amarillas esparcidas por el iris. El juego consistía en no parpadear, el que lo hiciera, perdía…”