Aunque lo olvidemos a menudo, somos parte de la naturaleza. Un documental extraordinario nos recuerda cuánto podemos aprender mediante la observación respetuosa de un medio ambiente y del comportamiento de un animal. Nos referimos a My Octopus Teacher, en español Lo que el pulpo me enseñó (1). Un descenso al mar con perfiles científicos, pero también poéticos, que nos recuerda a la olvidada, quizá, Atlantis, de Luc Besson, de 1991, que también nos sumerge en el lecho íntimo y sobrecogedor del océano.
My Octopus Teacher narra la aventura del veterano documentalista Craig Foster. En 2017, Craig se sumergió en un bosque de kelps, o algas, en Sudáfrica buscando imágenes para la BBC. Allí, descubrió un animal que lo atrajo especialmente por su comportamiento retraído y misterioso. Se impuso entonces entablar alguna forma de comunicación con este molusco u octópodo, más comúnmente llamado pulpo, que se mueve con sus ocho brazos mientras nada.
Durante un año, Craig descendió al mar en búsqueda del pulpo para mejor comprenderlo, para ganar su confianza y entablar, finalmente, una forma de relación. Todas las mañanas, y también algunas noches, bajaba al bosque de kelps, bosques subacuáticos que están entre los ecosistemas más dinámicos y fascinantes del planeta.
Al principio la investigación submarina de Craig se reducía al bosque de kelps, pero luego lo atrapó el vínculo con la hembra de pulpo común (Octopus vulgaris).
Algunos pulpos viven en los arrecifes de coral, otros en las profundidades abisales, otros no muy lejos de las costas. La mayoría de las especies de pulpo crecen rápidamente, y así también su vida es breve, entre uno a cinco años. Los pulpos tienen un sistema nervioso complejo y la mayor proporción cerebro-masa-corporal de todos los invertebrados. Muchas de sus neuronas se localizan en los cordones nerviosos de sus brazos, que exhiben una gran variedad de movimientos. Y su reproducción se da sobre el final de la vida de la hembra. Luego de recibir del macho un paquete de esperma deposita miles de huevos fertilizados en su madriguera, y entonces se debilita y muere.
Las secuencias de imágenes de Craig disuelven el mito de los pulpos como monstruos marinos, lo que llevó por ejemplo a Víctor Hugo a escribir Los trabajadores del mar (Les Travailleurs de la mer, 1866), novela en la que los marinos luchan contra un pulpo gigante. Y también va más allá de los pulpos reducidos a exquisitez gastronómica del Mediterráneo o los mares de Asia.
Craig deja un atrapante testimonio visual de las formas de defensa del pulpo para lograr sobrevivir ante sus depredadores. Perseguido por un tiburón piyama, el pulpo se cubre de piedras y conchas y se hace así de una coraza para detener las dentelladas en su contra; y como otros animales sabe determinar el momento de mimetizarse con su entorno, y permanecer tan inmóvil como una roca.
Las grandes capacidades defensivas caracterizan a diversos tipos de animales: insectos, vertebrados, arácnidos y los cefalópodos; esta última categoría incluye a calamares, sepias, nautilus de papel y pulpos. El llamado comportamiento deimático consiste en que cuando se siente amenazado, un animal muestra un aspecto desafiante para ahuyentar o distraer a depredadores, como cuando el octopus que estamos considerando lanza tinta o adquiere un color rojo con manchas blancas.
Y cuando nuestro pulpo siente que su perseguidor está a punto de devorarlo, se acomoda rápidamente dentro de su coraza protectora. Aun así el tiburón cree que puede deshacer ese blindaje defensivo y arremete una y otra vez contra el molusco que parece que está a punto de ceder. Pero luego, sin que Craig y su equipo puedan filmar el exacto movimiento, el pulpo evidencia una estrategia maravillosa para sobrevivir: apelando al poder de adherencia de sus ventosas, se adhiere a la espalda del tiburón. Y así como Poe imaginó que la mejor forma de ocultar una carta buscada por todo el aparato del Estado era colocarla a la vista de todos, el pulpo entiende que adherirse al cuerpo de su depredador es la mejor defensa. Con este ardid logra sobrevivir.
Pero en otra ocasión, aun oculto en la grieta que oficia de su refugio y hogar, el pulpo es atacado de vuelta por el tiburón, y pierde un brazo durante esa agresión. Y es asombrosa la posterior regeneración de ese miembro perdido al cabo de unas semanas.
La soledad y distancia del pulpo hembra cede en ocasiones, al punto que se posa sobre el pecho del documentalista en señal de aparente confianza y amistad. Pero aquí surgen las cuestiones filosóficas respecto la interacción animal submarino y humano convertido en ser anfibio dentro del bosque de las algas.
Quizá debiéramos abstenernos de postular una relación plenamente horizontal entre las dos especies. La mirada humana es movida por el deseo de aventura, de conocimiento, de registro de lo extraordinario, de compresión de una otredad, de superación de barreras. Pero la dimensión cognitiva del pulpo observado solo actúa desde el miedo y la necesidad de alerta continua para defenderse, o de caza de cangrejos, y otros peces, para alimentarse.
Por su continuo acercamiento, el pulpo seguramente aceptó al documentalista como una nueva pieza de su ecosistema de sensaciones y reacciones. Y esto mismo es una especulación, porque el modo cómo pudo incorporar a su mundo sensorial la presencia atípica del humano es lo que nos devuelve a una barrera que no podemos superar.
El modo cómo experimenta el pulpo la novedad humana en su entorno no puede ser reducida a un juego literario como el que propone el escritor argentino Julio Cortázar en su famoso cuento Axolotl (2). Debiéramos resistirnos a la tentación de humanizar a otra especie. Por más que nuestro anhelo romántico de comunicación con el pulpo nos seduzca y domine, su mundo es inalcanzable e incompresible. Olvidar esto en algunos casos es altamente peligroso como lo que muestra el documental de Werner Herzog Grizzly man, de 2005, en el que un enamorado de los osos cree que puede comunicarse con ellos hasta que un día es devorado por uno de esos grandes mamíferos omnívoros.
A medida que trascurre su relato, Craig se emociona, y podemos entenderlo: tras su relación con el pulpo está seguramente el deseo humano de reconciliación con la naturaleza y de retorno a ella; el deseo de una relación afectuosa luego de tanta devastación y crueldad que nuestra especie desató. y sigue haciéndolo, sobre multitud de especies vulnerables, muchas ya extintas. Sentirse reintegrado a la naturaleza es como saber que se vuelve a ser parte de un hogar más grande; no como el humano encerrado entre unas paredes sino como compañero de otros animales y plantas en la gran casa del planeta.
Y hoy, en una verdadera revolución jurídica y filosófica, los animales son propuestos como sujetos de derechos, en la línea de las propuestas de Peter Singer, en Animal Liberation, por ejemplo. Pero los animales integrados al reconocimiento humano de derechos que ya les pertenece como parte de la vida natural que busca preservarse (casi a la manera de Spinoza), no es lo mismo que la comprensión de la diferencia del mundo construido y percibido por los distintos animales.
El pulpo no puede enseñar los secretos más profundos de su percepción, pero sí evidencia que la evolución genera habilidades de integración al ambiente y de supervivencia extraordinarias, de notables comportamientos de inteligencia adaptativa.
Pero lo que también deja traslucir My Octopus Teacher es que para intentar mejor comprender lo otro de un molusco, el humano debe ampliar su propio espectro de percepciones, de modo de reinventarse como animal submarino, fuera de su condición terrestre. Y en esa transformación, el humano más se sumerge no solo en la otredad de los animales marinos sino también en la experiencia más próxima de lo alienígena, lo extraño, que es el mundo submarino, del que nuestro conocimiento es comparativamente muy inferior al de la vida sobre la superficie.
En esta perspectiva se sitúa la óptica de Peter Godfrey-Smith, profesor de filosofía en la City University of New York, y profesor de historia y filosofía de la ciencia de la universidad de Sídney que une filosofía de la biología con filosofía de la mente en su obra Otras mentes, El pulpo, el mar y los orígenes profundos de la conciencia. La mente y la conciencia como emergentes de los procesos evolutivos en la naturaleza. Según Godfrey-Smith “los octópodos son lo más parecido a un extraterrestre que podemos encontrar en nuestro planeta y nos ayudan a comprender mucho mejor el funcionamiento de la naturaleza.
La ubicación de la vida submarina como medio “alienígena” hace recordar también el documental de James Cameron, Aliens of the deep, de 2005, en el que se presenten criaturas nunca antes filmadas, totalmente desconocidas por el radar de nuestro conocimiento natural.
Las otras mentes de lo raro o alienígena del medio subacuático deshacen el error del sapiens como único ser mental. Los otros animales son ejemplos de otras mentes, y si recordamos al inolvidable Gregory Bateson, la propia naturaleza puede ser entendida también como una gran mente compuesta por un sistema de “pautas que conectan” (3).
Y aunque fallida, y acaso imposible, el intento de comprensión de otro tipo de mente, de otra forma de vida en My Octopus Teacher es por momentos conmovedora. Llegados al punto en que el pulpo hembra deposita sus miles de huevos como promesa de nueva vida, no podemos evitar una reacción humana, una profunda pena, cuando ya débil, fláccida, abandona su cueva húmeda y silenciosa, con la huella del olor de todos sus días y noches de refugio y de una intensa vida alerta, para encontrar su destino…
La relación entre Craig, el humano, el pulpo y las honduras líquidas del mar amplían el asombro y la reflexión. Pero no debemos olvidar que lo que realmente experimenta el pulpo en esa relación es quizás más un desafío para la poesía que para la ciencia.
En el mundo del pulpo, todo es agua, una tierra y un cielo de agua. Y entonces en ese universo extraño que existe a la vez que nuestras ciudades, una vez alguien llegó, no con la actitud del depredador, sino con el ánimo de convertirse en un nuevo ser, otro tipo de humano, para saludar y abrazar a un raro habitante de un bosque sumergido.
Citas:
(1) Se puede ver en Netflix.
(2) Axolotl, en volumen de cuentos Final de juego (1956), de Julio Cortázar. El visitante de una acuario mira embelesado a un axolotl. Se teje así una narración en que las miradas del pez y del humano son intercambiables y asimilables.
(3) Nos referimos al Bateson de Pasos para una ecología de la mente.
Photo: Poster My Octopus Teacher