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Trump y el futuro

Uno de los grandes fiascos de la política mundial reciente fue Barak Obama con su actitud complaciente frente al yihadismo al que apoyó frente a su lucha contra Al-Assad, al igual que su lamesuelismo con la dictadura cubana coronado por su visita de Estado en la que fue a arrodillarse ante los sátrapas. Los críticos le han sacado punta a la política migratoria de Trump pero olvidan que el presidente americano con un mayor número de deportaciones es el simpático de Obama. La decadencia americana no la comenzó el hawaiano: un antecesor suyo, James Carter,  fue el rey de la pusilanimidad contemporánea con su actitud catatónica ante Jomeini y los rehenes de la embajada estadounidense. Después de la Segunda Guerra Mundial y el retiro de Inglaterra de los manejos mundiales directos, los EEUU ocuparon su lugar, obviamente sin el genio de la diplomacia británica.  Y a los poderosos se les debe exigir inteligencia. 

Durante su campaña electoral, sostuve que Donald Trump representaba un peligro para las libertades democráticas. Sigue siendo una mezcla de payaso y ególatra pero sus actuaciones en la escena internacional están logrando que la civilización occidental no le tienda la cama al adversario. Denunciar el tratado nuclear con Irán es un paso firme en la dirección correcta. La teocracia iraní es un peligro para la paz del cercano y del medio oriente y el tratado era insuficiente para que Irán desmontara su programa nuclear. No creo que la proliferación nuclear beneficie a nadie pero menos que armas de destrucción masivas estén en poder de tiranías violadoras de los derechos humanos. No es lo mismo un arma al cuidado de un demócrata que tenida por un déspota. Las democracias tienen una mayor capacidad de monitoreo sobre el mal  y su posesión de armamento nuclear ha sido históricamente de carácter disuasivo antes que una amenaza. Las declaraciones de Rohani que Teherán está “preparado para reanudar el enriquecimiento de uranio a escala industrial sin límites”, es una prueba del chantaje a Occidente, simplemente camuflado bajo un acuerdo inútil de papel. 

La presión del Gobierno de Trump sobre los destructores de los valores occidentales no es el anuncio del lobo que viene. No son señales asustadizas para llamar la atención. La reacción frente al bombardeo químico de Al-Assad a su propio pueblo o la resolución del peligro norcoreano, está asegurando un mundo más seguro para Occidente. No dará Trump discursos sesudos al estilo de Obama de esos que aparecen a cuatro columnas en el NY Times pero está advirtiendo a viles y forajidos que el futuro comienza con la preservación de la libertad y la civilización.

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