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Tres motivos para un hombre simple bajo la superficie de una sola razón: “Lo hice por amor”

El lápiz

El lapicito está muerto y triste. Nunca comprendí por qué lo llamaste así. La mañana del viernes pasado me levanté con algo de dolor en la entrepierna y cuando fui al baño lo saqué y allí estaba. El lápiz se veía enorme, rojo y bravo: como un toro feroz en la arena. Asustado lo guardé tan pronto terminé de orinar y regresé al cuarto. Me desnudé por completo y me paré frente al espejo. Allí estaba: monumental, erecto e irreconocible. Pienso que ciertas partes, aunque parezcan chicas, son enormes en su contexto: yo soy un hombre pequeño, mis músculos están bien definidos pero sé que no soy grande y por eso el nuevo lápiz se veía espeluznante. Quizá en el cuerpo de un hombre más embarnecido se vería bien. Me senté al pie de la cama y recordé tus teticas de perra lactante. Tu cuerpo frágil y delgado que me permite – aun siendo un hombre pequeño – verme como tu gigante protector. Recordé tu sexo mínimo y estrecho; tu sexo de niña eterna y virgen. Recordé el dolor que padeces cuando lápiz y yo te abordábamos y pensé que no podrías soportar sus nuevas dimensiones. Es posible dañarte y maltratarte toda. Concluí que si era un lapicito – como tú misma lo bautizaste – había que tratarlo como tal para que se consumiera, perdiera volumen y regresara a su tamaño original.

Siempre aborrecí que compararas el acto sexual con sacar punta y que llamaras al Maestro Roshi, el lápiz. No quiero parecer estúpido, pero tu metáfora vana fue en ese momento mi única respuesta: debía tajar el lápiz. Así que salí del cuarto, bañado en sudor por los nervios que provocaba la medida a ejecutar. Me topé con tu hermana: me la follé. Salí como pude de sus garras y en la calle vi a tu vecina: me la follé. Llegué a la oficina, oloroso e impresentable. Hablé unos segundos con mi jefa: me la follé. Siempre explicabas aquello del lápiz con esas cosas poéticas y pendejadas; cosas sobre un algo que yo dejaba escrito dentro de ti. Ahora no lo recuerdo claramente, pero esa cursilería y el hecho de que no comprendieras encontrarme desnudo en nuestra cama y al lado de tu madre, es lo que me ha motivado a escribirte e intentar explicarte – aunque suene raro – que todo lo hice por amor.

 

Horario estelar

Creo que es momento de terminar lo nuestro. No tuve que pensarlo demasiado y no es falta de amor. Oye bonita, ese viernes en que hice la cena a la que no llegaste por culpa de esa reunión inesperada con tu jefe, me quedé sentado largo tiempo en silencio. A las 8 en punto encendí la televisión: esa bacanal de pura mierda. Apenas terminaba A Mano Alzada, esa serie en dónde unos estudiantes de dibujo solucionan todas sus disputas voleando lápiz. ¿La recuerdas? A veces ves los capítulos mientras yo te saboreo como te gusta. Cuando terminó, empezó el capítulo final de Dios Me Dé: inesperado capítulo. Pues te cuento que nuestro músico predilecto, ese que escribió letras de un ritmo hermoso e inolvidable y el mismo que sonó cada vez que bailamos para enamoraros más, mató a Rosa. Era un artista convencional, periquero hasta los picos e inexplicablemente un asesino. La vida de nuestro ídolo me hizo reflexionar sobre lo nuestro. ¿Qué puedo brindarte cuándo ni siquiera he logrado decirte que te amo usando mis propias palabras? ¿Qué puedo ofrecer si cada cosa te la dije parafraseando al asesino de Rosa? Mis maletas ya están hechas y hace unos segundos llamé al taxi. No es importante decir para dónde voy, pero antes quisiera darte un consejo: cuando un hombre te hable bonito, acuérdate de Dios Me Dé y no le creas.

 

Lápiz labial

Para empezar debemos despedir a Magola. Siempre te dije que esa mujer es incompetente y está muy vieja. Estoy harto de verla transitar por la casa provocando trancones en cada esquina y en todo momento. Me molesta su cara cubierta de arrugas y sueños sin cumplir. ¿Lápiz labial en la camisa? Parece el título de una canción muy barata y de poca imaginación. La mancha debe llevar meses en la camisa y es muestra impajaritable de cuan ineficiente es el trabajo de Magola. Le he dicho que lave mi ropa a mano, pero insiste en echarla toda y sin clasificación previa a la lavadora. Esa mancha de lápiz labial debe llevar casi seis meses en ese cuello: es la huella de la última visita de tus labios. Es una evidencia arqueológica: pues, dime tú, ¿hace cuánto que no follamos?


Photo Credits: Oscar Cortez

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